jueves, 30 de enero de 2014

¿Literatura 3.0?

Pequeño texto aparecido en La Voz de Almería el pasado 25 de enero.



¿LITERATURA 3.0? 



El medio es el mensaje, decía Marshall McLuhan; el canal es el código, o al menos lo determina. Hubo un tiempo en que la literatura se cantaba a viva voz, luego vino la escritura para fijar aquello que la oralidad hacía mutable, pero como la mayoría no sabía leer la forma literaria ganó en rigidez y poco más. Entonces llegó la imprenta y el libro tal y como lo conocemos, y ese cambio tecnológico es lo que explica a Cervantes o a James Joyce o la poesía constelada de Stepháne Mallarmé. Y en esas estábamos cuando llegó Internet. Algo tiene que afectar el nuevo medio al mensaje literario, y lo hace, y mucho, aunque no es aquí el lugar para profundizar en todos los cambios y en todas las posibilidades que se abren en la pantalla de un ordenador conectado a la web. Querría llamar la atención sobre dos libros recientes que se han caído de la espontaneidad de las redes sociales (que tienen sus propias normas de recepción y de escritura) para acabar negro sobre blanco, fijando diferentes entradas de Facebook del mismo modo que la escritura primera fijaba las canciones o sagas mitológicas limitando a lo único las variaciones que permitía la transmisión oral. No hay comentarios, ni “me gusta”, ni la posibilidad de darle a compartir; no al menos como nos hemos acostumbrado en las redes, sí, claro, como lo hacíamos no hace tanto tiempo. 

 Los libros de los que hablo son Listen to me (La Bella Varsovia) y Mi padre y yo, un western (El Gaviero), escritos (¿posteados?) por Manuel Vilas y Juan Manuel Gil como una recopilación real de algunos de sus estados en Facebook. Negro sobre blanco de lo que en principio sólo eran bromas con vocación de viralidad, elaboradas y con talento irónico, pero sin otro ánimo que el de la comunicación inmediata y fungible de la red. Si el libro dio una forma de escribir y leer, e Internet nos ha dado otra bien distinta, con otras reglas y servidumbres, recorrer el camino inverso y plantar en un libro lo que fue fruto de la red no puede ser más que una nueva mutación de la literatura, de sus posibilidades de creación y recepción. Habrá que estar atentos a este tipo de formato, porque cada vez veremos más. Y veremos si consiguen cambiar el modelo comunicativo literario, del mismo modo en que la creación del museo arrancó a la pintura de su función y espacio original para enseñarnos a nosotros a mirar de otra manera y a los artistas a pintar de otra forma. Pero mientras llegan más ejemplos que confirmen o desmientan lo que aquí esbozamos, habrá que seguir leyendo, y por qué no, riendo con estos dos libros frescos como una rosa pixelada.

viernes, 24 de enero de 2014

Acerca de un poema de Alejandra Pizarnik.

Los Versos Más Míos es un proyecto de Ángel Talián en el que diferentes autores van explicando las razones por las que un poema determinado se le ha atravesado en el cerebro, o directamente lo hubiese querido escribir. Mi colaboración parte de un breve poema de Alejandra Pizarnik que ya subí a este blog hace años, y se trata de lo que sigue:




una mirada desde la alcantarilla
puede ser una visión del mundo

la rebelión consiste en mirar una rosa
hasta pulverizarse los ojos



Me obsesiona este poema desde hace demasiados años, lo escribió Alejandra Pizarnik y está dentro de su libro de 1962 Árbol de Diana. Alejandra Pizarnik escribía relámpagos de belleza herida, desgarros breves que latían en carne de palabra viva; y lo hacía a pesar de ser Alejandra Pizarnik y llevar esa pesada máscara que su muerte y nuestro afán por encontrar mártires de la pureza equivocada le ha colocado en el rostro, sobre cada uno de sus poemas. Alejandra Pizarnik sobrevive a su muerte y a su mito precisamente porque escribió poemas como este. Digo este poema y digo también amén. Porque este poema puede ser una religión, la mía. Resume con apabullante exactitud lo que le pido a mi propia poesía. Este poema puede ser una poética, la mía. Resume con apabullante exactitud lo que le exijo a mi propia vida, a mi manera de estar en el mundo frente al mundo y sus delirios. Este poema puede ser una ética, la mía. Hay que mirar y hay que rebelarse. Mirar, vivir, intensamente, el horror y la belleza de la realidad, para subvertirla, para cantar la podredumbre y la posibilidad. Este poema me obsesiona. Una vez lo dije y ahora lo reitero: si pudiera me tatuaría estos cuatro versos en el interior de los párpados para que al cerrar los ojos pudiera recordar siempre lo que es importante.


jueves, 16 de enero de 2014

un poema de Esther Ramón.

¿Cuál es el nombre de la especie 
que perseguimos, 
el sedal que atraviesa la semilla?

Los rastros están dentro del ojo,
en los nervios del color
plantamos trampas.

Pronunciando lo que cae, 
limpiando la rotura con sonidos. 
Algo chilla por dentro, como un árbol. 

Como un pájaro borrado.









 [de Caza con hurones, 2013]

viernes, 3 de enero de 2014

El poema como síntoma del vértigo.

LIMBO Y OTROS POEMAS, Ada Salas, Pre-textos, Valencia, 2013. 96 pp.




“Mi pensamiento es doble”, dice un verso de Safo que cita Ada Salas (Cáceres, 1965) en una de las páginas de este libro que también es doble. Dos libros y casi dos poetas, o al menos dos caras de lo que puede ser la poesía. Por un lado Limbo, con una serie de composiciones construidas con el andamiaje de la intensidad y el desgarro, y que llevan a la autora a alcanzar unos picos expresivos como nunca antes en su obra; en Limbo hay una voz rota pero absolutamente propia, sin apenas reflejos de aquellas deudas que sobre todo en sus primeros libros eran más obvias, y con las que ya se había iniciado un voluntario y declarado alejamiento en su anterior poemario, con el elocuente título de Esto no es el silencio (Hiperión, 2008). Una voz potente, suya, que hace mella.  Mientras la otra parte, la que genéricamente se engloba en Otros poemas, ofrece un discurso poético más reconocible y mucho más amable con el lector, como si se hubiera querido atemperar la tensión de las primeras páginas.
El limbo es el no-lugar por excelencia, la tierra de nadie en mitad de la nada, probablemente a medio camino entre cielo e infierno. Y desde ahí se escriben estos poemas, desde una caída que se antoja interminable: la de la pérdida, la del amor, o el sentido, que termina y lo asola todo por fuera y por dentro. Comienza con un epílogo, por el final del amor, cuando ya no es y la ruptura se lo come todo. Salas nos quiere hablar de ese abismo, de un pozo que, como todo lo que implica ascenso y caída, no se puede contar si no es a través del vértigo. No existe el relato del dolor, sólo sus síntomas, su exterior. La única posibilidad es la de asir los bordes de algo que se desmorona, aferrarse. El poema como síntoma del vértigo, como segregación y nunca como relato. Escribir desde los bordes de algo que se hunde hacia dentro, escribir dentro de ese dolor. Eso intenta Ada Salas, y nos arrastra al interior de ese pozo, de ese limbo, porque es fácil encontrar en estos poemas el reflejo familiar del desgarro: todo el que ha sido uno con otro y ya no. El amor como una lucha que consiste en abatir al otro, en caer ambos. Las diferentes fases de esa caída en estos poemas, el pozo como muro de contención. El poema pozo. El limbo. “Una roca molida/ entre/ las mandíbulas/ del corazón.” (p.39)
A esta primera parte sobre el desamor y la ruptura le sigue una Coda, más breve, que en realidad no es sino el prólogo (título del primer poema) de lo que en Limbo era epílogo: el amor cuando sí es. Poemas que intentan contar, en balde, el ascenso y la maravilla del amor. También su peligro. El ascenso, igual que la caída, tampoco puede ser contado ni cantado, tan sólo es síntoma y experiencia incomunicable. Porque “lo que dice/ tu cuerpo no tiene/ boca” (p.49)
Y con esto se cierra el primero de los libros, el que a mi juicio sitúa la voz de Ada Salas al lado del vértigo necesario. El otro libro, el de los otros poemas, que con buen criterio se desgajan incluso en el título del resto, es ya otra cosa. Casi podríamos decir que otro género literario. Los otros poemas transitan por un territorio lingüístico y referencial más tranquilo y más reconocible. De Limbo no se sale indemne, son poemas para y desde el desgarro mientras que estos otros están construidos como discurso estético, como comentario cultural y re-creación. Son textos que parten de una anécdota exterior para glosarla o expandirla desde una óptica oblicua; así con obras de arte, paisajes o personajes históricos con los que la poeta se vincula. De todas las series podríamos destacar, por su enfoque original, a ratos feminista y siempre perturbador, la de Anunciación, donde se mira el tópico de la visita del ángel mensajero a María desde su representación pictórica y desde el drama de una mujer condenada por su dios a una maravilla que no ha pedido. De alguna manera entronca con la primera parte del libro, pero tal vez para terminar de soltar amarras y poder adentrarse sin peso en otro libro mucho más liviano.


(reseña aparecida en el número de enero de 2014 de la revista Quimera)