El medio es el mensaje, decía Marshall McLuhan; el canal es el código, o al menos lo determina. Hubo un tiempo en que la literatura se cantaba a viva voz, luego vino la escritura para fijar aquello que la oralidad hacía mutable, pero como la mayoría no sabía leer la forma literaria ganó en rigidez y poco más. Entonces llegó la imprenta y el libro tal y como lo conocemos, y ese cambio tecnológico es lo que explica a Cervantes o a James Joyce o la poesía constelada de Stepháne Mallarmé. Y en esas estábamos cuando llegó Internet. Algo tiene que afectar el nuevo medio al mensaje literario, y lo hace, y mucho, aunque no es aquí el lugar para profundizar en todos los cambios y en todas las posibilidades que se abren en la pantalla de un ordenador conectado a la web. Querría llamar la atención sobre dos libros recientes que se han caído de la espontaneidad de las redes sociales (que tienen sus propias normas de recepción y de escritura) para acabar negro sobre blanco, fijando diferentes entradas de Facebook del mismo modo que la escritura primera fijaba las canciones o sagas mitológicas limitando a lo único las variaciones que permitía la transmisión oral. No hay comentarios, ni “me gusta”, ni la posibilidad de darle a compartir; no al menos como nos hemos acostumbrado en las redes, sí, claro, como lo hacíamos no hace tanto tiempo.
Los libros de los que hablo son Listen to me (La Bella Varsovia) y Mi padre y yo, un western (El Gaviero), escritos (¿posteados?) por Manuel Vilas y Juan Manuel Gil como una recopilación real de algunos de sus estados en Facebook. Negro sobre blanco de lo que en principio sólo eran bromas con vocación de viralidad, elaboradas y con talento irónico, pero sin otro ánimo que el de la comunicación inmediata y fungible de la red. Si el libro dio una forma de escribir y leer, e Internet nos ha dado otra bien distinta, con otras reglas y servidumbres, recorrer el camino inverso y plantar en un libro lo que fue fruto de la red no puede ser más que una nueva mutación de la literatura, de sus posibilidades de creación y recepción. Habrá que estar atentos a este tipo de formato, porque cada vez veremos más. Y veremos si consiguen cambiar el modelo comunicativo literario, del mismo modo en que la creación del museo arrancó a la pintura de su función y espacio original para enseñarnos a nosotros a mirar de otra manera y a los artistas a pintar de otra forma. Pero mientras llegan más ejemplos que confirmen o desmientan lo que aquí esbozamos, habrá que seguir leyendo, y por qué no, riendo con estos dos libros frescos como una rosa pixelada.
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