martes, 31 de enero de 2012

Teoría poética de la crisis.

EL COMÚN DE LOS MORTALES, Jorge Riechmann, Tusquets Ed. Barcelona, 2011. 264pp



¿Para qué los poetas en tiempos de penuria? Se preguntaba Hölderlin. Para qué queremos la poesía si sólo es un lujo lingüístico o una puerta a las afueras del mundo, una excusa para seguir ciego ante las ruinas de nuestra civilización. Para eso nada, dice este libro, como tantos otros de Jorge Riechmann. Para ser cómplice no. Si acaso para ofrecer una mirada despiadada del mundo contemporáneo y sus leyes, para hurgar en la herida y plantear también su cura, en lo que podríamos denominar, sin miedo a equivocarnos mucho, como una teoría poética de la crisis. De la madre de todas las crisis que amenaza con llevárselo todo por delante.
En El común de los mortales la poesía es escasa y se mezcla con naturalidad con el aforismo o el apunte breve, teje con hilos finos y música pequeña, a veces torpe, pero nunca desiste de mirar a los ojos. Eso basta. Denunciar la demencia de un sistema económico y moral cuya agonía sentimos en nuestras vidas cada día. Darle belleza. Abrir ventanas en el desastre, no para escapar sino para que entre un aire más limpio y necesario.
Tiempos de penuria: el Capitalismo Tardío y su crisis estructural, la estridente evidencia de sus contradicciones. Acometer su crítica y su superación desde la ciencia poética. Leemos un tratado político y económico, en verso. Ilumina la crisis y sus delirios. Pronuncia la palabra Ecocidio con rotundidad y hace que dicha palabra pese. Denuncia que el capital también es una deformación del alma, que se trata del Yo y su exceso. En suma, ante la lógica del número, la ganancia y el desastre Jorge Riechmann propone itinerarios distintos a los que la inercia del sistema quiere arrastrarnos. Propone el abandono del Yo en lo común, es decir, en la comunidad; y desnudarlo de todos los ropajes que ocultan su pureza animal, entendiendo esa animalidad como un horizonte edénico al que se hace irremediable regresar. Nos dice que el cinismo es el dogma cultural de nuestro sistema , y propone la verdad como única alternativa del artista. Puede que haya algo de moralista en todo este discurso, desoyendo, tal vez, el consejo de Eliot de que la moral es cosa de santos y no de poetas. Puede ser. O puede que aquí moral y política sean la doble vía de un mismo proyecto social. Así se plantea que frente a la lógica desquiciada del capital está la verdad, el amor, la poesía, y otras tantas grandes palabras otrora vaciadas o consumidas por un sistema ya roto. Y por supuesto la rebelión y su necesidad, como en este fragmento del poema Ecocidio que deberíamos repetir como un mantra cada día antes de poner un pie en la calle: “Inútil amor/ el que no engendra amor// Inútil saber/ el que no pone coto a la destrucción// Inútiles días/ los de quien sólo se lamenta y no actúa.” (pag. 136).
El mensaje de este libro no puede ser más urgente, más de hoy para hoy, pero con la vista puesta en el mañana. El signo de los tiempos, con los movimientos 15-M u Occupy Wall Street como síntomas más claros de reacción a lo que dicen inevitable, dota de una luz especial y de una fuerza renovada a la poética de Riechmann. Una poesía urgente, insisto, que se desembaraza de lo que considera retórica innecesaria. Una poesía vegetariana, en palabras del autor, pero nunca anoréxica. Con el rigor en la denuncia concreta que pudiera ofrecer un Enrique Falcón pero con una pobreza de medios deliberada. Y digo pobreza cuando tal vez debería decir decrecimiento. En forma y fondo, a pesar del tamaño del libro y de la prolífica propensión a editar de Riechmann. Decrecentismo poético, como si se le dieran versos y razones a las teorías de gente como Carlos Taibo, o, mejor dicho, del propio poeta en su faceta como ensayista recogida en su Pentalogía de la Autocontención. Esa es otra de las claves, otra de las ventanas que abre. Los poemas parecen responder a esa idea: las palabras se adelgazan y los conceptos son sencillos pero contundentes, incluso a veces de simples rozan los naif, buscando, como hemos dicho, una vuelta a la pureza primitiva de las palabras, y la comunidad, y nuestra relación con el mundo. Dice, por ejemplo, en el poema Nueve preguntas cerca de Keneth Rexroth: “Si la respuesta/ de la mayoría ante la puesta de sol/ es bajar la persiana/ ¿vamos a concederles la razón?” (pag. 177). Así de simple, la crisis no es sólo económica sino también antropológica, nos viene a decir Riechmann, tal vez lo que está en juego no es el estado del bienestar o la democracia por hacer o por conservar, sino qué tipo de hombre va a heredar la tierra. Que seamos capaces de aguantar la mirada en el espejo para comenzar a ser otra cosa. Saber como ese emperador Qin Shihuang del poema que no podemos comprar las flores de la eternidad, porque estas también acaban siempre marchitándose. Para todo eso puede servir este libro, para eso sirve la poesía en estos tiempos de penuria.




(reseña publicada en la revista Quimera del mes de enero de 2012)

sábado, 28 de enero de 2012

VICTORIA (Blanca Varela)

Volver el rostro,
no por demasiado tiempo.

¿Fue el ocaso de siempre
o un alba dejada atrás?

Amor,
paisaje que el tiempo corrige sin tregua.

La primavera es breve
a ambos lados del camino.







[de La luz del día, 1963]

sábado, 21 de enero de 2012

una fotografía de Simon Norfolk

Esta es la nieve bosnia, el contraste del surco con el resplandor blanco. Cerca hay una fábrica de la que mana este arroyo, hacia una pequeña poza: residuos de aluminio. El óxido como una herida que recorre una hoja en blanco. Pero ese no es el texto, ni tampoco ese es el crimen que se quiere narrar. El 14 de julio de 1995 las tropas serbias asesinaron aquí a varios cientos de bosnios musulmanes. Otro río manchaba la nieve entonces. Tal vez el mismo. Quizá esa sangre nunca ha dejado de brotar.

martes, 17 de enero de 2012

Mosaico del hambre.

Diario Anónimo, José Ángel Valente (ed .A. Sánchez Robayna). Galaxia Gutenberg, Barcelona. 2011. 368 pp.










Yo creo que el poeta debe tener una biografía e incluso varias, a condición de que todas estén cuidadosamente falsificadas. Esto dijo José Ángel Valente (1929-2000) en una entrevista de 1981. Y Diario Anónimo cumple en gran medida esos requisitos. Es una autobiografía fragmentaria cuya primera falsificación corresponde a la falta de voluntad del autor para que estas anotaciones vieran la luz. El dilema ético lo resolvieron la heredera y el editor de la obra, Andrés Sánchez Robayna, privilegiando la idea de que la autoría no equivale a detentar en exclusiva el patrimonio de una obra, que si esta tiene interés nos debe pertenecer a los lectores. Y luego está el interés comercial, claro. Así que hay debate. Pero no aquí. Seguiremos hablando de lo que está escrito en un libro que bien merece una lectura atenta, y que, independientemente de otras consideraciones, se nos antoja un libros necesario, como resina que une las piezas sueltas del mosaico valentiano y como obra autónoma
A lo largo de sus páginas se suceden decenas de textos cuya forma va del apunte teórico al borrador de poema, de la cita literal en varios idiomas al diario de viajes, de la reflexión íntima al recorte de prensa. Un mapa de los recorridos mentales del poeta entre 1959 y el año de su muerte. El diario del hambre insaciable de un hombre ante la cultura y el mundo. Literatura, arte, música clásica o flamenca, ciencia, política, sociología, religión. Todo es susceptible de asombro o análisis. Podemos recorrer esos itinerarios y aprender de la misma fascinación que le llevó a escribirlos, y descubrir a la persona que sostiene al intelectual: sus fobias, su sentido del humor, sus tragedias (desgarradoras son las notas relativas a la muerte de su hijo Antonio). En definitiva, un libro de breves fogonazos de vida intensamente pensada, que podría responder a ese proyecto truncado de Walter Benjamin, citado en el prólogo, de construir una obra exclusivamente a base de citas. Citas como estas que pueblan Diario Anónimo y que pueden servirnos para medir su temperatura, y encontrar al fondo la actitud de Valente ante el hecho literario:
La forma de la obra constituye su contenido (Kandinsky). Si acercamos un espejo a una pintura real, puede llenarse de vaho, de aliento vivo (Picasso). Todo poema corre el riesgo de carecer de sentido. Y no sería nada sin ese riesgo (Derrida). La mayor parte de las palabras no son comunicación, sino ruido, un ruido que dice: Estoy aquí (Updike). [la belleza] instrumento o arma mágica de lo colectivo humano en su lucha por la supervivencia (Humboldt). Qué tiempo este en que hablar de los árboles es casi un crimen, pues supone callar sobre tantos horrores (Brecht). Pinto para descondicionarme, para dejar a un lado las palabras, para detener la comezón del cómo y el porqué (Michaux). El escritor no se retira a una torre de marfil sino a una fábrica de dinamita (Frisch).
Por ejemplo.
Vemos cómo nace y se desarrollan muchas de las ideas centrales del pensamiento poético de Valente, que de manera determinante concluye con la solitaria cita de Barthes del año 2000, que nos puede recordar, en cierto sentido, a aquel haiku con el que cerraba su último libro de poemas (Cima del canto./ El ruiseñor y tú/ ya sois lo mismo.) que dice: Es escritor aquel para quien el lenguaje crea un problema, aquel que siente su profundidad, no su instrumentalizad o su belleza. Y Valente era ese escritor, como demuestra en cada página de este laboratorio insaciable. Porque es escritor quien comienza a tener una relación carnal con las palabras, quien siente la poesía como una suerte de materia oscura, una vuelta a lo indecible análoga a la mirada de Orfeo vuelta a lo invisible. El lenguaje restituido a su verdad frente al lenguaje corrupto de las instituciones. La poesía. El mundo y la estupefacción. Valente asienta su obra sobre una coherencia y una radicalidad poco vistas en la literatura contemporánea, y este Diario da fe de ello. Toda su hambre lo da.






(reseña publicada en la revista Quimera del mes de enero de 2012)

lunes, 9 de enero de 2012

Una noche con Sergio Leone

Para empezar el año os cuelgo aquí un vídeo con aquel banderín especial sobre El bueno, el feo y el malo. El Sr. Curri volvió a juntarnos a unos cuantos para mezclar música, poesía y cine, y esta vez le tocó a Sergio Leone. Espero que sintáis, aunque sea levemente, que estuvisteis allí esa noche.