viernes, 30 de octubre de 2009

otro poema de Herberto Helder

Yo no duermo, apenas respiro como la raíz sombría
de los astros: raya la laceración sangrienta,
estancada entre el sexo
y la garganta. Yo nunca
duermo,
con la herida de mi propio sueño.
A veces muevo las manos para sostener la luz que salta
de la boca. O la vena negra que irrumpe de esa estrella
salvaje implantada
en medio de la carne, como en el fondo de la noche
el agujero fuerte
de la sangre. La vena que me corta de punta a punta,
que arrastra todo lo oscuro del mundo
hacia la cabeza. A veces muevo los dedos como si las uñas
se iluminasen.
Pero nunca duermo entre mis brazos
palpitantes
como grandes carótidas
que alimenten la belleza y rapidez del rostro sobre
músculos cerrados.
Mientras el sol rompe las membranas
de los espejos: no bailo, no
duermo, no respiro más que la tierra cuarteada por las llamas
lunares.
No trabajo tanto como el verano de la sangre
bajo el pelo
bajo
de los animales, su elegancia violenta,
el alimento.
Hay días en que las manos se mueven por sí mismas,
mal tocando en las grietas
el temblor hirsuto de una cometa clavado desde la espalda
a las sábanas. Nunca sé
dónde está la noche: una sala como un párpado negro
separa
la presa de la luz que soporta la tierra.
- Ahora, la hondura de un
laboreo aéreo, el aliento, una piedra con mi tamaño
cubierto
de poros, o tendones ligando
archipiélagos límpidos
en la penumbra. Estos,
los oscuros fulcros de la locura.
Alguien debería tocarme para sentir que estoy vivo,
que soy
una estaca atravesada por la sangre, y de ella revientan
por ejemplo: ascuas. Esto es una fábrica de demencia:
palabras
donde se maniobra la púrpura, donde
el aroma que mata asciende de jardines construidos
levemente
en la oscuridad. Y una imagen cierra
todo lo que se cierra: cuartos,
días sobre sí mismos, las frutas redondas por virtud
de su dulzura interna. Cuando las voces
feroces se desencovan, la tierra
se mueve como un músculo encharcado entre la boca
y el corazón que no duerme
nunca. - Y todas mis vísceras son
inocentes.









[ de O el poema continuo, 2001]

martes, 27 de octubre de 2009

AUTOENGAÑO 4 (Francesca Woodman)

Yo. Dos letras abismales. Más letras aún en mi nombre: Francesca. Ninguna de las dos fórmulas sirve para decirme. No puedo decir tampoco eso de yo es otro. No. Me desnudo de cuerpo y entraña, me sitúo frente a la pared rugosa: es un mapa inconexo, hacia ninguna parte, de ningún lugar. Yo soy parte del decorado, una mancha más. ¿Yo? No puedo decir tampoco no soy. Pero puedo decir. Chillar. Interrogarme. Con la cámara y su ojo-distinto, con la luz devanando el aire y su alimento. Parte del muro, un objeto inanimado, desconchado, un nadie. Mi piel es del mismo material que una casa en ruinas. Un envoltorio para el desastre. Sostengo un espejo no para mirarme en él, ¿quién se miraría si lo hiciera? mi rostro roza el envés, desde el ojo-distinto de la cámara no hay cabeza que me individualice, sólo un espejo vuelto hacia la luz. Hacia el ojo. Hacia ti.

domingo, 25 de octubre de 2009

TRANSMISSION (Joy Division) y una cita en la Universidad



Transmitiendo. En vivo. A veces pienso que un buen poema debe comportarse como Ian Curtis sobre el escenario. Que el ritmo de un verso debe sacudir como una de las canciones de Joy Division. El caso es que este grupo fue uno de los dioses tutelares de la escritura de La flor de la tortura. El caso es que el próximo martes 27 de octubre a las 13h, en la sala de grados del Edificio C, en la Universidad de Almería, tengo una lectura de poemas dentro del ciclo que organiza Isabel Giménez. Quien ande por allí que venga a verme y así hablamos de Joy Division y otras adicciones. Me presentará el mismísimo Sr. Curri, aka Antonio García Fernández, quien sabe de música, poesía y banderines. Transmitiendo, en vivo. En la radio de ningún lugar.

viernes, 23 de octubre de 2009

un poema de Benito del Pliego

Las diferentes huellas, manchas; quien las anima a ser contempla sus perfiles. Ve círculos, sus centros, la lluvia de rojo sobre el plata, la ondulación de las estrías sobre el campo negro... Huella a huella el ojo quiere ver, los rasgos se componen, leemos el silencio; una A se advierte en la cabeza de una vaca.









[de Merma, 2009]

martes, 20 de octubre de 2009

MOVIMIENTO SOBRE CLARO (Fernando Zóbel)


El susurro demacrado de la escarcha. La infinita posibilidad del vacío. Aquí, frente a tus ojos. Sobre el asfalto. Esa suciedad del blanco, esa polución de la ciudad sobre la nieve recién caída. Degradación de una sombra, tonalidades del blanco, la luz del sol hiriente traspasando los párpados del hombre ciego. Un espectrograma. La radiografía de un latido. Piensa en Leonardo: ligero sfumatto. Ya, ahora lo tienes claro. Los faros de un coche adensando la hilazón de la niebla. Un no-lugar. Un espacio fuera del tiempo y del espacio. Pura ausencia. La infinita posibilidad del vacío. El absoluto y su mentira. Todo esto, frente a tus ojos. Y como ellos, sucumbiendo al arañazo, a la violencia. Al relámpago negro que quiebra como un cristal la exactitud. A esa nervadura o raíz o élitro de suma oscuridad. Movimiento en la claridad. Convulsión de alas negras. Esto es un estado del ánimo, un suceso interior, un acontecimiento intraducible a palabras pero exacto a su correlato en tu pecho. Lo que ves es tu reflejo. ¿No has sentido antes dentro de ti lo que está frente a tus ojos?

domingo, 18 de octubre de 2009

tres poemas de Javier Moreno

He aquí la receta:

Sobre grafito
colocar el diamante

Asomarse a la transparencia
suspendida del azogue

Vislumbrar el reflejo

Y darle nombre



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La autographa gamma tarda aproximadamente
veinte segundos
en salir de su letargo para precipitarse hacia la lámpara del baño
Durante un par de minutos
mientras me miro en el espejo
revolotea alrededor de la incandescencia
El tiempo de su extinción -presumo- habrá de ser
inversamente proporcional al voltaje de la bombilla
La veo agitar sus alas, como un libro abierto
arrojado a la tormenta. No sabe
qu es una trampa. Que no hay salida

Expira. En total
poco más que el tiempo
que tarda en escribirse el poema


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Naturalmente el presente es intangible, extendemos la mano y se desvanece como un vilano que intentásemos guardar en el bolsillo. Si el duelo es cuidado y batalla contra el olvido entonces yo podría soñar al fin con tener un oficio. Duelo por todo aquello que me precede. Duelo por la ausencia que se cuela tras la herida palpitante del párpado. Duelo por las palabras aceleradas hasta el vértigo para medir la violencia turbadora del lenguaje. Paseo entre las tumbas de lo sido
Muestro lo vivo a los muertos










[de Acabado en diamante, 2009]

miércoles, 14 de octubre de 2009

una acción de Ana Mendieta

´

La representación de los símbolos es fiel a una tradición, ya sea patente y objetiva o inmersa en la marea del inconsciente colectivo. Así sabemos leer y escribir el idioma del silencio, el que hace que entendamos mejor lo que no se nombra pero nos define. La pared blanca: un infinito en dos dimensiones. Un todo-es-posible. La nada, siendo. La pared blanca como lienzo donde exponer lo exacto una vez escanciado lo superfluo. Esa esencia puede ser un trazo, y un trazo puede ser un grito. Alto. Rotundo. Que dice: soy mujer, y no quiero pagar tributo por ello. Traza la curva con el rojo menstrual, conforma el gineceo de la planta, la cadencia del útero animal. El eterno femenino, sin rendir cuentas. Yo soy la vida. Parece decir. Una mujer de espaldas frente al lienzo blanco, sus manos sangran ciclo de siete lunas, sus palmas resbalan y dejan constancia de su condición contra el escandaloso silencio del muro. Repite conmigo: soy mujer. Mujer. Mi nombre hoy es Ana Mendieta. Traza conmigo la curva de las cosas, resbala signo adentro. déjate caer. Allí mismo, donde se acumula todo el dolor.

lunes, 12 de octubre de 2009

un soneto de Garcilaso de la Vega

A la entrada de un valle, en un desierto,
do nadie atravesaba, ni se veía,
vi que con extrañeza un can hacía
extremos de dolor con desconierto;

ahora suelta el llanto al cielo abierto,
ora va rastreando por la vía;
camina, vuelve, para, y todavía
quedaba desmayado como muerto.

Y fue que se apartó de su presencia
su amo, y no le hallaba; y esto siente;
mirad hasta dó llega el mal de ausencia.

Movióme a compasión ver su accidente;
díjele lastimado: "Ten paciencia,
que yo alcanzo razón, y estoy ausente".






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[ primera mitad del siglo XVI]

jueves, 8 de octubre de 2009

JAVIER EGEA NECESARIO y una cita en La Isleta del Moro

Javier Egea es uno de los poetas que más me han influido en mi vida, sinónimo de ciertos conceptos que se me grabaron a fuego durante mis años de formación granadinos. La poesía otra. Este año se cumplen diez de su suicidio y veinticinco de la edición del que para mí es su mejor libro: Troppo Mare. Su huella en mi obra es notoria, sobre todo en los Poemas del Cabo de Gata. Pero aunque menos evidente es fácil rastrearla en muchos otros textos. Ahora y aquí en Almería, de la mano de Antonio Lafarque y José Andújar, se ha organizado unas jornadas de homenaje para reivindicar su figura y recordar su vinculación con esta tierra en aquel libro maravilloso que escribió en La Isleta del Moro. Dentro de esos actos participo el sábado 10 de octubre a las 12h. en La Isleta (a las 10:30 sale un bus gratuito de la biblioteca Villaespesa), en una mesa redonda que girará sobre Troppo Mare, junto con los granadinos Javier Benítez, Alfonso Salazar y el almeriense Juan Manuel Gil. Si alguno se pierde por ahí puede disfrutar del brutal paisaje del cabo y de la poesía abismada de Javier Egea. Merece la pena. Mientras os dejo un artículo que escribí hace cinco años para un periódico. Para mí en esa ocasión escoger el tema fue muy fácil, sólo tenía que dejarme llevar por la devoción. Lamentablemente esas obras completas que anuncio aún no han visto la luz: otra injusticia poética que posterga a la sombra a una obra mayúscula...

"Javier Egea necesario.



Nunca hablé con Javier Egea, ni me lo crucé por la calle, ni supe de su existencia hasta que ya dejó de tenerla físicamente. Mi relación con él es la de un lector con su poesía, por lo que pienso que somos patrimonio el uno del otro, que puedo escribir sobre un gran poeta sin ofender a nadie ni pedir permiso a aquellos que se sientan guardianes de su memoria. Escribo pues, en penumbra, entre la luz de unos versos ardiendo y la alargada sombra del mito. Un mito cuya presencia es evidente en esta ciudad: homenajes, una plaza en el Zaidín con su nombre, reediciones de ‘Troppo Mare’, ‘Manifiesto Albertista’ y ‘Argentina 78’, un premio literario concedido por una asociación (del Diente de Oro, como los sonetos que Egea preparaba antes de su muerte) fundada para difundir su legado, un volumen de Maillot Amarillo dedicado a su persona... y, por encima de todo, la admiración vírica que se transmite de unos lectores a otros sin importar condición, ni filias ni fobias. Por lo que se ve Granada va devolviendo poco a poco la deuda adquirida con su poeta.


Lo que sucede es que la obra de Javier Egea es inmensa, demasiado para que quepa en esta estrecha ciudad: el oxígeno del talento es la amplitud de espacios, dejar los pedestales de las plazas provincianas para ocupar las estanterías y los ojos de los lectores en una extensión proporcional al talento desalojado (como diría Arquímedes si fuera crítico). Y a pesar de eso, parece ser que fuera de Granada pocos son los que valoran a Egea de la misma forma febril que aquí lo hacemos, algunos lo relacionan (los más instruidos quizás) con La Otra Sentimentalidad, el resto, que tal vez comprenda la realidad a través de las páginas de sucesos como el Fernando Vidal de Sábato, apenas saben que se suicidó hace unos pocos años. Resumiendo, el que muchos consideran el mejor poeta granadino de finales del siglo XX no es más que una anécdota para la mayoría de los lectores de este país. Se me antoja que esta situación podría cambiar cuando Lumen (y la maquinaría mediática que arrastra) saque al mercado la recopilación de su poesía que el mismo autor proyectó, y libros como ‘Raro de Luna’, demasiados años descatalogado, abandonen el ostracismo. Una noticia para celebrar, sin duda, después de tantos rumores. Aunque mientras el libro todavía no exista, habrá que seguir esperando y por lo menos, aquí en Granada, no dejar de leer sus versos o lo que es lo mismo, resistir al asedio como un "pequeño pueblo en armas contra la soledad", porque como en el poema "ellos, los asesinos, / siguen alentando la larga collera de los perros"; nos sigue arañando el alambre de espino del conformismo, la negra matemática de Davos, desde las páginas vacías de la prensa y la literatura. Contra la uniformidad del muro unos ojos abiertos, contra el narcótico del "progreso" la conciencia del decorado: eso es, entre otras cosas, Javier Egea.


No sé de ningún poeta de esta ciudad que suscite una admiración tan unánime entre los más variados (y a veces enfrentados) gustos. Alguna evidencia estética o ideológica debe existir para que coincida lo irreconciliable, y que para cada cual bien podrá ser algo totalmente distinto; en lo que a mí respecta confirmo todo esto y apenas sí intuyo las razones, quizá por aquello de Coleridge de comprender la poesía sólo de un modo imperfecto y general, tal vez porque hay productos artísticos que pasan irremediablemente a formar parte de uno, como sucede con el Lorca fagocitado por el oleaje de ‘Troppo Mare’, escrito tan cerca de donde estoy que me siento incapaz de mirar la Bahía de los Genoveses sin escuchar "tanto mar y de golpe", sin esperar temblando la llegada de La Nube. Pero digamos que eso es un latido que compete a mi intimidad. Tras el verso anterior: "tanta historia y vencida", y es que a veces romper el cerco es caer en el desastre, o así lo demuestra la Historia del siglo pasado, a la que se encuentra irremisiblemente unido Javier Egea.


En 1999, con ese siglo XX, como cerrando su telón de contradicciones, se fue un artista prototípico de tal época (la que nos nutre y de la que todavía formamos parte). Pienso en su admirado Alberti, veo a Picasso, ambos mutantes que evolucionan o se fracturan sobre sí mismos sin perder nunca la conciencia de su propia identidad, del mensaje y la función que su arte tiene en confrontación con la realidad social de su tiempo, con la historia. Artistas no satisfechos con el molde, rompiendo uno tras otro, creando los propios pero sin perder de vista, sin dejar de agrandar la tradición (Picasso nunca dio el paso a la abstracción). Como Javier Egea, ensanchando el cauce de su/la poesía constantemente: del clasicismo estrófico al verso libre, de la narratividad a la imagen onírica, de la canción mínima al poema río, al poema océano, de Bécquer al psicoanálisis, del grito político al susurro emocionado, y de fondo su voz única, breve, intensa, como una llama súbita que cambia de forma al ser observada, que en un instante se apaga pero permanece largo tiempo en la retina. Evidentemente no soy objetivo en mis apreciaciones, aunque intuyo porqué Javier Egea es necesario, puede ser que su poesía mire de frente, y nosotros, sus lectores, sigamos "viviendo el mismo frío,/ la misma explotación,/ el mismo compromiso de seguir adelante/ a pesar del dolor", y eso sea suficiente. Nunca hablé con Javier Egea, sólo respiré un aire parecido, sólo escuché alguna que otra vez el latido del mundo a través de sus versos. Y ahora sólo intento pagar mi deuda.




Aparecido en el periódico La Opinión de Granada el 19 de febrero de 2004."

lunes, 5 de octubre de 2009

El futuro de Ray Bradbury ya es hoy.


Dale a la gente concursos que puedan ganar recordando la letra de las canciones más populares, o los nombres de las capitales de Estado o cuánto maíz produjo Iowa el año pasado. Atibórralo de datos no combustibles, lánzales encima tantos "hechos" que se sientan abrumados, pero totalmente al día en cuanto a información. Entonces, tendrán la sensación de que piensan, tendrán la impresión de que se mueven sin moverse. Y serán felices, porque los hechos de esta naturaleza no cambian. No les des ninguna materia delicada como Filosofía o la Sociología para que empiecen a atar cabos. Por ese camino, se encuentra la melancolía. Cualquier hombre que pueda desmontar un mural de televisión y volver a armarlo luego, y, en la actualidad, la mayoría de los hombres pueden hacerlo, es más feliz que cualquier otro que trate de medir, calibrar y sopesar el Universo, que no puede ser medido ni sopesado sin que un hombre se sienta bestial y solitario. Lo sé, lo he intentado.

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[de Fahrenheit 451, 1953]

jueves, 1 de octubre de 2009

LOS HOMBRES HUECOS (T.S. Eliot)

I

Somos los hombres huecos
somos los hombres rellenos
apoyados uno en otro
la mollera llena de paja.¡Ay!
Nuestras vces resecas, cuando
susurramos juntos
son tranquilas y sin significado
como viento en hierba seca
o patas de ratas sobre cristal roto
en la bodega seca de nuestras provisiones

Figura sin forma, sombra sin color,
fuerza paralizada, gesto sin movimiento;

los que han cruzado
con los ojos derechos, al otro Reino de la muerte
nos recuerdan -si es que nos recuerdan- no como
perdidas almas violentas, sino sólo
como los hombres huecos
los hombres rellenados.



II


Ojos que no me atrevo a encontrar en sueños
en el reino del sueño de la muerte
esos ojos no aparecen:
ahí, los ojos son
luz del sol en una columna rota
ahí, hay un árbol meciéndose
y las voces son
el canto del viento
más lejanas y más solemnes
que una estrella que se apaga.

No me acerque yo más
en el reino del sueño de la muerte
revístame yo también
de tan deliberados disfraces
pelaje de rata, piel de cuervo, palos cruzados
en un campo
comportándome igual que el viento
sin acercarme más...

No ese encuentro final
en el reino crepuscular.



III



Esta es la tierra muerta
esta es la tierra del cactus
aquí se elevan las imágenes
de piedra, aquí reciben
la súplica de la mano de un muerto
bajo el titilar de una estrella que se apaga.

Así es
en el otro reino de la muerte
despertar solo
a la hora en que
temblamos de ternura
labios que querrían besar
forman oraciones de piedra rota.



IV


Loa ojos no están aquí
no hay ojos aquí
en este valle de estrellas que mueren
en este valle hueco
la quijada rota de nuestros reinos perdidos
en este, el último de los lugares del encuentro
vamos a tientas juntos
y evitamos hablar
reunidos en esta playa del rio hinchado

sin vista, a no ser que
reaparezcan los ojos
como la estrella perpetua
rosa multifoliada
del crepuscular reino de la muerte
la esperanza solamente
de hombres vacíos.



V


Al corro del higo chumbo
al higo chumbo higo chumbo
al corro del higo chumbo
a las cinco de la mañana.


Entre la idea
y la realidad
entre el movimiento
y el acto
cae la Sombra

porque Tuyo es el Reino

Entre la concepción
y la creación
entre la emoción
y la respuesta
cae la Sombra

la Vida es muy larga

Entre el deseo
y el espasmo
entre la potencia
y la existencia
entre la esencia
y el descenso
cae la Sombra

pues Tuyo es el Reino

pues Tuyo es
la Vida es
pues Tuyo es el

Así es como acaba el mundo
Así es como acaba el mundo
Así es como acaba el mundo
No con un estallido sino con un quejido.








[1925]