domingo, 30 de mayo de 2010

Fatena al Gurra

Os dejo una reseña que ha aparecido en el último número de El Maquinista de la Generación. No es exactamente una reseña, más bien es una crónica de uno de los momentos más intensos de mi vida y de una de las mujeres más especiales que recuerdo. Una inmensa poeta. La palestina Fatena Al-Gurra. Espero que pulse alguna tecla dentro de vosotros.


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Notas sobre la sediciosa Fatena Al-Gurra a próposito de Excepto yo (El Gaviero, 2010)









Año 2005, se organizan unas jornadas de intercambio entre poetas andaluces y poetas palestinos. Llegamos a Gaza tras pasar incómodos controles y ariscas alambradas, uno de nosotros es retenido por soldados israelíes sin una explicación coherente. Hemos trazado un camino desde la Jerusalén judía, del lujo occidental al desierto y en Gaza nos esperan las formas del subdesarrollo. El camino estaba minado de paranoia. El miedo y la rabia se reparten a un lado y al otro de la frontera, es cierto, la pobreza sin embargo sólo tiene rostro palestino.



Allí conocemos a los poetas que ya habíamos leído, los que luego vendrán a España. Están Bashir Shalahs, Sumaya al Susi, Hala al Shorof y el joven Yusef al Quidra. Su poesía oscila entre el grito rebelde juvenil contra la situación de su pueblo, el largo poema discursivo y la sombra de Darwish. Son poetas, eso debe bastar, pensamos que ya es suficiente alimentar la llama de la poesía entre escombros y alambre de espino. Tal vez aquí sea más necesaria que en ningún otro lado.



Entonces Fatena. Como un cristal destellando entre las ruinas. Leemos en un centro escolar, los alumnos nos muestran sus cicatrices, pero también notamos que están vivos y que sueñan. Yo noto que mis poemas se deslíen, que pierden sentido ante tanta realidad. Entonces Fatena, un par de poemas que golpean de verdad. Al oírlos pienso en Celan, pienso en la elipsis como motivo central del arte, noto como se activan los mecanismos de la poesía que conmueve por sí misma, sin añadidos. Mis compañeros de viaje también han experimentado el alud. Hay una poeta gigante en la pequeña Gaza.



Fatena al Gurra.



Tras los versos hay una mujer hermosa con un brillo negro en la mirada, es una mujer fuerte, quiere beberse cada gramo de conversación, aprehender cualquier cosa que salga de los labios de esos visitantes, ya sobrepasados. Comemos en un restaurante frente al puerto que la UE ha construido dos veces, las mismas que Israel lo ha bombardeado. Cuando el sol amenaza con irse Fatena se excusa y desaparece: su familia no permite que ande en la calle con la noche vencida. Tampoco la dejaron participar en el intercambio: nunca vino a España. Se ha ido la mujer magnética. Ex-presentadora de televisión, activista por los derechos de la mujer. Doblemente sometida, por el integrismo islámico y por Israel. Meses después la llegada de Hamash al poder en Gaza la sentenciará al ostracismo total. Entonces el exilio. Egipto. Bélgica. Centros para refugiados. Desarraigo. Entonces El Gaviero.



Excepto yo.



Este libro es un diván, una antología que la propia autora ha confeccionado desde sus libros publicados y algunos inéditos. Destaca el título de su segundo poemario, publicado en El Cairo en 2003: Una mujer muy sediciosa. Sí, así es Fatena. También su poesía, que podemos leer en árabe o volcada al castellano por Rosa-Isabel Martínez Lillo en una estupenda edición (casi no hay sorpresa en esto) del Gaviero en su colección Salamandria. Todos seguimos en aquella cena excepto ella, todos viajaron a España excepto ella. Sin embargo su poesía está aquí para quedarse.



Excepto yo. Dividido en secciones como “El libro del sueño” o el explícito “La lengua es un ritmo salvaje y el texto la pregunta del vacío”, y es que hay en este libro una constante indagación sobre la función del lenguaje en el sistema de valores, en el sistema del poder y su crítica. Un dibujo en el muro que la encerró para el macho. El machismo, la religión, el lenguaje como cárcel y como vía de escape. Pensemos en El Corán, como caligrafía sagrada. Pensemos en algunas fotografías de Shirin Neshat. Cuando se erige la palabra se estropea el mecanismo del lugar. Una presencia que desconcierta, como la del hombre, que es también la tradición y el encierro: eres tierra y tumba. Comprobamos que en estos poemas anida un grito de rebelión, un grito sordo, consciente del silencio y el silenciamiento. La rebelión es mirar una rosa hasta pulverizarse los ojos, decía Alejandra Pizarnik. Esa es la rebelión de Fatena, no renunciar a la belleza, a las posibilidades expansivas del lenguaje poético, a su cuestionamiento, a ensanchar límites respecto a la tradición moral y literaria de la que parte. Tener conciencia de la ruina. Saber que cualquier dios es sordo. Extirpar la belleza del miedo : saltó/ desde tus dedos una fina traducción de las cenizas. Tener conciencia de que el lenguaje, también la poesía que chilla verdades, no es otra cosa que una impostura. Destaca el uso de la ironía, las palabras truncadas que se repiten varias veces a lo largo del texto: l...a... y allí se corta, el lenguaje no sirve, sólo es una pregunta, un camino, no hay lugar al que regresar desde las palabras. Otra cosa sucedería si hubiera sido él, seguramente, pero es ella, la mujer muy sediciosa, la poeta oculta entre los cascotes de Ciudad de Gaza, ahora entre refugiados, con un brillo negro en su mirada. Embarazada de sí. Entonces su poesía:



A ella se le asemeja una mujer que frivolidad viste
un azote cuyos pasos extiende
y un vacío con el mismo volumen del porqué de la creación
¿qué generará en breve?
La pregunta tiene margen..., la fisura del mar incapaz de llegar
van menguando sus pies cuanto más andan
y el abismo se esconde.





[Aparecido en El Maquinista de la Generación número 118, mayo de 2010]

miércoles, 26 de mayo de 2010

LA CAÍDA DE ÍCARO (Pieter Bruegel el viejo)


Alguien me habló el otro día de este cuadro. Hablábamos de arte, de que el arte puede tener un componente nuclear, desconocido, sí, pero que existe. Me contaba que había escuelas que unían la neurología y la crítica literaria. Seguramente la maravilla sea que el corazón de lo poético no necesita relato, no necesita ser contado o explicado, simplemente es algo que sucede: un acontecimiento a nivel fisiológico. No más. Yo estoy con él. Podíamos reducirlo todo a una teoría de la recepción y los sentidos, pero tampoco es eso. Algo hay de jungiano en todo esto. O seguramente nada. El caso es que hablamos de arte, y salieron los nombres de Goya, y de Bruegel el viejo, por supuesto, y me dijo que su cuadro favorito del flamenco era esta Caída de Ícaro. Y sí, en el fondo eso terminaba de resumirlo todo. Ícaro cae y nadie se da por aludido, ni siquiera el pintor. Casi. El arte asciende hasta el sol y puede caer en picado hasta destrozarse, pero la vida, que es más poderosa, apenas se inmuta tras el suceso. El acontecimiento es sólo un chapoteo ante la vastedad del paisaje, y del mundo. Bruegel nos deja mudos, y sonreímos: cuando se extingue una estrella en el cielo puede que hayan desaparecido decenas de mundos con ella, sucede todas las noches, y nuestros sueños persisten. Hablábamos de Ícaro en un bar mientras sonaba Blur, alguien ofreció un cigarrillo y del mito sólo quedó una pierna, como un testigo absurdo de la nada.

viernes, 21 de mayo de 2010

TAN ADULTO (Julieta Valero)

Sofisticado. Algo que recuerda a las reducciones de la alta cocina.

Apenas tres escenarios: un despacho, el nocturno con cansancio y los fines de semana, marítima estafa del azul ante la orilla,

el desprestigio de los juramentos infantiles.

Es verdad que todos los senderos conducían a este volcado diario en ponerse de pie;

treinta y cinco toneladas de afectuosa normalidad y cine.

A medio camino dos proyectiles le convencieron de la moral como fungible:

un viaje a Latinoamérica del que quiso regresar intacto

y la excelencia del sepulcro en los recitales de poesía. Mientras

el tiempo que insiste en su rizado fracaso, este rumor tectónico graduándose una y otra vez en su amenaza. En ocasiones

la soledad, escandalosa y ciega, el muerto reciente y su plazo para estar sufriendo.

Lo preocupante no es la mano diminuta que sujeta un globo sino los ojos que anticipan el telón del cielo y bueno,

podrían esforzarse más pero hace tiempo que ni el dolor es unitario -segunda pérdida ancilar, tras los dientes de leche y el astrolabio del drama.

Aquí el origen de la religión y la farmacología.


A este paso, piensa, somatizaremos flores desde las anginas

o el caso de aquella mujer que aplastó a su bebé, alguien había mojado el suelo.

Claramente: a más puro el amor más estentórea la carcajada.


Por qué razón la gente mirará fósiles en los museos.

Por qué parece un cuento la indolencia de los dioses mitológicos.








[de Autoría, 2010]

lunes, 17 de mayo de 2010

Idioteca según Juan Pardo Vidal (Koult) y presentación en Almería

Seguimos con la invasión idiota. Este próximo jueves día 20, a las 20h en el Teatro Apolo de Almería y dentro de las actividades de LILEC, celebraremos el bautismo de Idioteca. Hará las veces de maestro de ceremonia el profesor de la UAL Miguel Gallego Roca. Habrá proyecciones y música. El teatro es enorme, así que no sobráis ninguno.

Si alguno todavía no sabe de qué va este libro puede hacerse una idea leyendo la reseña que el escritor Juan Pardo Vidal ha realizado para la revista Koult (una de las más frescas y buenas noticias que nos ha dado la red en los últimos tiempos). Nos vemos el jueves.


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En un mercado donde la obra en prosa se vende al peso y las novelas no te hacen más grande al leerlas sino al subirte sobre ellas, me encuentro de bruces con Idioteca de Raúl Quinto y me estremezco. Me da por pensar en el manido debate sobre el modelo galdosiano caracterizado por el realismo frente al modelo cervantino de tramas imposibles, heterogéneas, discursos que requieren esa complicidad del lector. Pero pronto lo abandono, porque la arquitectura que Raúl Quinto propone, aunque se apoya sobre esa tradición tan hispana, está más allá: un libro híbrido en el sentido ético y estético, un libro que se debate entre el ensayo, el libro de cuentos y la poesía.

La diferencia entre una novela y un cuento radica en que en el primero el autor intenta perfilar la psicología de los personajes hasta el punto de que el lector los haga suyos, los conozca personalmente y se identifique con ellos, y por lo tanto, con su destino. En cambio, en el cuento lo trascendente no es a quién le ocurra la vida, sino qué es lo que sucede, cuáles son los acontecimientos que han de precipitarse, lo neto, lo apuntado, lo sintético, lo justo, en palabras de Juan Ramón Jiménez.

En Idioteca no importa ni una cosa ni otra, no importa provocar la certeza sino la duda, importa la poesía como imaginario y la posibilidad de que algo ocurra, imaginaos por un momento que… Convendréis conmigo en que no estoy loco, en que todo esto que yo, Raúl Quinto digo, es la pura verdad imposible. Lo sabréis con certeza si os lo imagináis así. Fantasmas dice Alberto Santamaría en el prólogo, y yo digo que sí. Que certero.

Pero Idioteca es también una arenga que se dirige directamente al lector, a su línea de flotación, la realidad sí, la referencia cultural de un imaginario biográfico sí, pero y si… piensa, imagina, enciérrate en el salón de tu casa y haz esto, o tira un dado, ya verás. La cuestión es “y si…”. Supón que tuviéramos rayos X, supón que el horror que nos causa repulsa es sólo miedo a nuestra voluntad… ¿cuál es el lugar en el que la experiencia vital y el arte se encuentran? ¿en qué punto confluyen la Ciencia y un chico haciendo parkour o viendo un partido de fútbol por televisión? La Ciencia ha matado a Dios, pero sigue sin poder controlar la ubicuidad del arte. Gracias a dios que la Ciencia sigue teniendo al Arte como enemigo. La pintura se volatiliza y se mete en nuestras estructuras moleculares, los dibujos animados son hijos de Dada. ¿Y si nada es lo que parece? ¿y si nada es como nos lo han contado? ¿y si, tal y como sospechamos, todos somos el Coyote?

Si Einstein tenía razón y todas las fuerzas interactúan, si hay un budismo esquizofrénico y delicioso en Idioteca, que venga Dios y lo lea, porque merece la pena. Raúl consigue infectarnos con el virus de un universo que, a medida que avanza el libro, parece más real, entramos al trapo como el lector de El Quijote entraba y entra en el universo disparatado y real de la locura. Este soy yo dice Raúl, y seguramente, quizás vosotros también seáis yo. Y si he podido ver más allá que otros es sólo porque me he apoyado en los hombros de gigantes, dijo Newton modestamente, gigantes cervantinos y homéricos. Desde Idioteca se ve otro mundo.



Juan Pardo Vidal"

viernes, 14 de mayo de 2010

un poema de Olvido García Valdés

escribir el miedo es escribir
despacio, con letra
pequeña y líneas separadas,
describir lo próximo, los humores,
la próxima inocencia
de lo vivo, las familiares
dependencias carnosas, la piel
sonrosada, sanguínea, las venas,
venillas, capilares





[de Caza nocturna, 1997]

martes, 11 de mayo de 2010

un copo de nieve y un ladrón de morfina


Cada copo de nieve, observado bajo un microscopio, es único. Las formas caprichosas de la naturaleza adquieren su belleza imprevista casi por un milagro, y sin embargo se diría que hay un esquema perfecto. Casi mágico. Y cada copo es un universo en sí mismo. Irrepetible. Para que estuviéramos seguros de todo eso dedicó su vida "Snowflake" Bentley. Y además. La nieve, la guerra, el sueño, la droga: la literatura con mayúsculas donde cada lectura, como los copos de nieve, es una lectura única y distinta del resto. Eso pasa con la buena poesía, sí, y con las novelas de Mario Cuenca Sandoval. Leí Boxeo sobre hielo hace años y me impresionó que un tipo de mi edad más o menos pudiera haber escrito eso, ahora con El Ladrón de morfina me confirma que sí, que fue un milagro, que la maravilla puede ser distinta en cada copo de nieve, en cada libro, y sin embargo existir. No diré que Mario es el mejor novelista de nuestra generación, tampoco tengo datos para ello. Lo que tengo claro es que sus novelas son necesarias, son lecturas que transforman. El lenguaje no es inocente, como tampoco lo es la nieve. Si quieres saber la conexión entre los ángeles, los roedores, la morfina y la locura humana. Si quieres leer un libro en condiciones. Aquí tienes una oportunidad.



sábado, 8 de mayo de 2010

Idioteca según Antonio J. Alías (Afterpost)

Reseña aparecida en la revista Afterpost. Muy recomendable, la revista.

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Lo que usted quiso saber sobre arte y nadie le explicó: “Idioteca”, Raúl Quinto


El fantasma es un fenómeno de superficie, y además un fenómeno que se forma en un cierto momento del desarrollo de las superficies.

Gilles Deleuze, Lógica del sentido

Raúl Quinto se confirma como un escritor iconoclasta con la publicación de Idioteca. En primer lugar porque escapa del verso como forma de expresión poética para instalarse en una aparente narrativa y, segundo, porque lo hace corrompiendo al arte entendido como lugar de representación, pero arrastrando también toda esa literatura crítica que le acompaña (mitos, anécdotas). De esta manera se articulan las veintidós piezas en el libro: una serie de relatos ficcionales que parten de imágenes artísticas conocidas con el fin de llegar a otro sitio. Por esa misma razón, y con el objetivo de ofrecernos algo distinto, la escritura de Idioteca no se establece ni en el ensayo ni en la ficción, puesto que es el suyo un discurso propio. Esta disconformidad se entiende bien no sólo por la existencia de fronteras entre discursos, sino porque también dentro de sus límites es donde se conforman los lugares comunes. Y estas convenciones son las que, de una manera u otra, afectan directamente a la creación, limitándola.

Sin hacer explícitamente un ejercicio contrahegemónico, Raúl Quinto se centra entonces en algunos lugares reconocidos y conservados por el arte institucional, en provecho de su propia obra. Esto es, iconografías reconocibles por cualquier ojo que han pasado a ser hitos artísticos y modelos que seguir, pero que él desmonta en su intento de explicar que el arte también se reescribe página tras página. Una trans-cripción de imágenes, en todo caso, a la única imagen que aparece en el libro: la escritura. Y aquí una de las claves de Quinto: hablar de imágenes desde otra imagen. Estas, en la obra, se cuentan pero no están; al menos no ilustradas en el libro. Por eso esta idioteca no se puede confundir con un museo al uso, ni siquiera comparar con un catálogo. Acaso sería –como sugiere Alberto Santamaría en el prólogo- una escritura que se constituye, exactamente en eso, en la presencia de una ausencia (phantasma-phantasía) y en la fabula que de allí surge.

Así, el arte es tan solo un medio, una excusa recreativa. Y este obra no es más que la pátina engañosa que cubre el acontecimiento verdaderamente poético de Quinto: “No se trata de mímesis sino de crear algo más perfecto que el modelo”. Si no entendemos esto, es que somos tontos, aunque esto es ya un problema de recepción.

1. Lo que usted quiso saber (es Historia del Arte). Como pasa en todas las disciplinas académicas desde que la Ilustración decidió poner orden –y conservar- el conocimiento, la Historia del Arte ha ido emancipándose de la Historia general para crear su propio discurso sistematizado. Basado igualmente en hechos (demasiadas fechas) el arte institucionalizado es lo que contemplamos en los museos y lo que aprendemos superficialmente a nuestro paso por el sistema educativo: una sucesión de diapositivas a destiempo, una mitología asociada a cada una de ellas y, detrás de todo, las ocurrencias del artista atormentado. Y esto es lo que se ha convenido. Sin embrago, cada una de las páginas de Idioteca nos da una lección en arte mientras desarma la inútil metodología científico-positivista que prevalece en los dominios de lo propiamente fenomenológico:

“Todo esto lo sabemos por la Historia y su prospección de documentos y fuentes primarias y secundarias, lo sabemos por los rayos x y su electromagnetismo indiscreto, y también lo sabemos porque el pintor tuvo hijos pintores que pintaron sus pinturas. Y ese hecho no debe invalidar la posibilidad de que la verdadera Historia de la pintura pueda estar oculta bajo las capas de colores y formas que hoy estudiamos y aplaudimos.”

Raúl Quinto juega, pues, con un lenguaje crítico establecido (a veces ordena las ideas y sus partes en diversos puntos) para destrozar con su parodia irónica el sentido pedagógico sobre aquello que, en ocasiones, es indemostrable: la póiesis artística. Frente a lo que la Historia determina, lo crítico se manifiesta como elemento desestabilizador. Por eso, todas las imágenes que se nos describen en los textos del libro, inician el recorrido desde su plano fijo (lo que es reconocido por el Arte, en mayúsculas) hacia un plano menos referencial y, por tanto, menos evidente, incluso desconocido. Se podría afirmar que éste es un ejercicio de desconocimiento, que lo que trata es, justamente, de buscar maneras de ser más de lo que se es, crear una violencia contra lo establecido o aprender desaprendiendo: “Queremos volver a la realidad. Dilapidar herencias”. Al final, este desplazamiento de la imagen representada hasta el encuentro con su acontecimiento es la propia escritura (lenguaje) fabulosa del poeta murciano, o lo que es igual, un nuevo lugar que se escinde de la Historia del Arte.

2. Lo que nadie le explicó (es poética). En el relato “Arena y distorsión” Raúl Quinto usa dos representaciones artísticas materialmente diferentes y distantes en el tiempo: una pintura, Perro ahogándose en la arena, de Goya y la canción de Sonic Youth Shadow of a doubt. Y las hace coincidir en una sola imagen: “mientras Goya pinta a su perro en la arena lo que escucha en su cabeza es Shadow of a doubt”. Ese momento en el que ambas confluyen, en el que se hacen intercambiables e, incluso, un mismo instante creativo (más allá de espacio y tiempo) es el acontecimiento de su escritura en Idioteca. Y éste es tan solo un ejemplo de los muchos con los que cada relato abre grietas y busca nuevos espacios para la ficción. Reescribiendo las referencias de nuestro imaginario cultural, Raúl Quinto enseña una silenciosa poética: dañando sin incomodar, sacando poesía de donde sólo hay dato. Que esto sea un relato de ficción, es una realidad. Es una imagen (poética) hecha en el lenguaje de imágenes que no vemos. Es un acontecimiento que deviene fábula y que se escribe contra los hechos históricamente acaecidos, contra lo que oficialmente conforma nuestro acervo cultural (de hechos).

La complejidad de Idioteca como libro reside, precisamente, en la negación de una idea muy extendida: el libro no es una imagen representativa del mundo; el libro se hace mundo, dice su autor, “hilado en sutiles correspondencias” con este otro mundo que habitamos y desde el cual (lo) leemos. Aquí o allá, lo que acontece pone en conexión cualquier parte con ningún sitio a la vez. Como sucede en cada verso de estas pequeñas narraciones que se escriben a modo de ensayo. Todo eso puede estar ocurriendo. La presencia de las imágenes ausentes también, pero eso dependerá ya de la imaginación del lector, de su memoria [externa].

ANTONIO J. ALÍAS

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jueves, 6 de mayo de 2010

un poema de Wallace Stevens y una cita en Sevilla

Allí estaba, palabra tras palabra,
el poema que ocupó el lugar de una montaña.

Él aspiraba de su oxígeno,
incluso cuando el libro yacía del revés sobre el polvo, en su mesa.

le trajo a la memoria cómo necesitó
de algún lugar para seguir su rumbo,

cómo llegó a recomponer los pinos,
a trasladar las rocas, abrir camino entre las nubes,

para una perspectiva que sería perfecta,
donde él se consumase en una inexplicable consunción:

la exacta roca en donde sus inexactitudes
descubriesen, al fin, el panorama hacia el que había tendido,

donde pudiese yacer y, contemplando el mar,
reconocer su hogar, único y solitario.








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Espero no romper la magia del poema, sólo os informo de que el viernes a las 20:30h estaremos presentando la colección Troquel (donde ha salido Idioteca) de El Gaviero en la Feria del Libro de Sevilla (Antonio García Fernández, Alejandra Vanessa, Juan Manuel Gil, Germán Guirado...), hablaremos sobre nuestros libros y a la mañana siguiente leeremos poemas en la calle. Sería bonito saludaros.

martes, 4 de mayo de 2010

Idioteca según Antonio J. Rodríguez (Ibrahim Berlín)

En su muy recomendable blog de crítica y creación el escritor Antonio J. Rodríguez nos trae la primera reseña sobre nuestra criatura recién nacida a la que llamaremos Idioteca.



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Raul Quinto y la teoría de los seis grados de separación


Regresamos sobre Pynchon y su descripción de la paranoia como «the onset, the leading edge, of the discovery that everything is connected, everything in the Creation» (Gravity’s Rainbow); una idea que conecta, a su vez, con la esencia del ensayo en el siglo XX: la reaparición del pensamiento por analogías y la indagación en las posiciones relativas que los elementos ocupan dentro de un sistema.

(O con el hecho de que todo esté conectado con Pynchon.)

O, parafraseando la teoría de Frigyes Karinthy, digamos, la percepción de que toda metáfora dista a un máximo de seis eslabones de separación de otra metáfora.

Raúl Quinto lo sabe bien.

«El análisis etimológico de la raíz griega de la palabra idioteca nos dice que idios significa uno mismo. Entonces una idioteca es una cárcel-museo de uno mismo. Es un espejo roto en mil pedazos recompuesto en la bóveda del cerebro.»

Prologado por un lúcido Alberto Santamaría, Idioteca (El Gaviero, 2010) interviene en esa dimensión del pensamiento basada en el trazado de pasadizos: el establecimiento de un orden dentro del caos que define a cualquier bulímico cultural. Ello, avalado por una prosa cuidada, manipulada como si de material radioactivo se tratase, y, cómo no, el tema de la autobiografía a partir de la clasificación de conocimientos y el gusto por el fragmento defendido por Barthes.
Con ciertos ecos de la semiología lúdica presente en la poesía de Javier Moreno, en este texto híbrido hay cabida para el correcaminos como animal mitológico, la relación entre el hieratismo en el arte y el jugador de póquer, el espejo que separa el concierto maldito de un Schumann neurótico —interesado en las teorías espiritistas de Allan Kardec, y cuya historia aparece resucitada por el iii Reich— y la literatura que envuelve el black metal noruego, o el ejercicio con que Johannes Itten sometía a sus alumnos para cuestionar las proximidades entre forma y contenido: tras pedirles que dibujaran un limón,«Por favor, introdúzcanlo en sus bocas. Saboreen, palpen con su lengua y sus encías, mastíquenlo. Y ahora díganme si realmente creen haber representado correctamente este limón.»

Idioteca está llamado a ser uno de los ¿ensayos? más suculentos del año.

Presten atención al pasaje que sigue:
«¿qué sucede si dos traceurs se encuentran frente a frente en su camino? Puede ocurrir, a mayor número de practicantes mayor riesgo de colisión. Ocurre, se encuentran, y saben que no pueden retroceder, jamás. Deben saltar o esquivarse, una decisión en apenas un instante. En ese punto consideremos que ambos resuelven igual el enigma, que no se esquivan sino que precipitan aún más su encuentro. Entonces un cuerpo atraviesa al otro, y penetra su sangre. Mezclarse una milésima de segundo como dos olas en un mar de carne líquida. Y después proseguir su fuga, pero sin ser ellos, ni ser otros, sino un doble cuerpo del mismo aliento, separándose como las ondas sísmicas se alejan simétricas del epicentro de un terremoto, en línea recta, adentrándose en los circuitos de la ciudad.»

Really Good Sh*t, ya saben.

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Antonio J. Rodríguez.

sábado, 1 de mayo de 2010

BLANCO EN LO BLANCO (Eugenio de Andrade)

Haz una llave, aunque sea pequeña,
entra en la casa.
Consiente en la dulzura, ten piedad
de la materia de los sueños y de las aves.

Invoca el fuego, la claridad, la música
de los flancos.
No digas piedra, di ventana.
No seas como la sombra.

Di hombre, di niño, di estrella.
Repite las sílabas
donde la luz es feliz y se demora,

vuelve a decir: hombre, mujer, niño.
Donde la belleza es más nueva.