viernes, 29 de marzo de 2013

Poesía, o algo menos.

QUIEN MANDA UNO, Pablo López Carballo, Amargord Ed, Madrid, 2012. 92 pp.



Una nota apresurada, llena de tachones y frases a medio terminar. Y que queme como el fuselaje de un avión recién abatido. Eso sería lo apropiado para hablar de Quien manda uno. O poder dibujar un cómic llamado el artificiero irónico y hablar del arte de la explosión y el recuento de ecos y metralla. Pablo López Carballo (Cacabelos, 1983) manipula el idioma, los idiomas, una vez le ha estallado en las manos. Ese es el plan. Otra vez escribir sobre unas ruinas encontradas. Nos tienen dicho que la poesía es jugar con las palabras y las cosas, con su relación, trazando dinámicas de profundidad o sentido. Escribir el mundo, a riesgo de que te saque los ojos. Crearlo de puro idioma, con el mismo peligro. Quien manda uno dice precariedad, escribe precariedad, porque sabe que no existe arte más al borde de la nada que el de la poesía. Rompe un puzzle, le prende fuego a las piezas y juega con sus restos con toda la fascinación posible. Poemas al borde de sí mismos. Las cosas casi huérfanas de nombres. Un juego, ya sabemos, en el que reconocemos alguna de las reglas: la extrañeza del fragmento o la búsqueda deliberada del palimpsesto, la acumulación babélica de citas e idiomas, el verso tachado, la música disonante. Nos puede recordar a Olvido García Valdés o a Marcos Canteli, por decir algo cercano y reciente. Pero esto es un libro de contrapoesía y un libro también contra los poetas y su oficio grandilocuente y vacío. No hay poesía sin precariedad. Insiste. El mundo: cuando escuchamos / nada tiene nombre (p.19). Y quien quiere contarlo: testaferro de lo que no tiene voz/ dando fe de lo innombrable:/ poeta,/ o algo menos (p.81). Lo dicho.




lunes, 18 de marzo de 2013

ASAMBLEA (Juan Carlos Mestre)

Queridos compañeros carpinteros y ebanistas,
les traigo el saludo solidario de los metafísicos,
también para nosotros la situación se ha hecho insostenible,
los afiliados se niegan a seguir pagando cuotas,
a partir de este momento la lírica no existe,
con el permiso de ustedes la poesía
ha decidido dar por terminadas sus funciones este invierno,
no lo tomen a mal,
pero aún quisiéramos pedirles una cosa,
mis viejos camaradas amigos de los árboles,
acuérdense de nosotros cuando canten La Internacional.





sábado, 9 de marzo de 2013

FANTASMA


                                                    (El fantasma de una pulga, William Blake, 1820)

        
Un fuego en el centro. Objetos y figuras danzando. La sombra en la pared. Aquello que sucede. Ahora entorna los ojos. Desaparece parcialmente el universo. Entorna las palabras. Comprueba que. La sombra en la pared. Sin fuego ni centro. Sin objeto ni danza. Pero. La sombra. Comprueba, la televisión encendida iluminando la escena del sofá, instaurando la realidad tangible de una familia. Su objeto. Un túnel de luz otra, desde el aparato hasta la forma. Por ejemplo. La realidad es su propio eco, hay un agujero en el centro del fuego. Un incendio dentro de cada píxel. Experiencia bastarda. Opino. Pienso. Piensas. Eres. Construyes tu dentro y tu fuera. A través de lo que percibes. La percepción es un agujero en el centro del fuego. En el corazón de la sombra hay un túnel luminoso. Un latido bastardo. Un mundo desde. Hay un sueño donde alguien duerme, y en su sueño despierta dentro de tu cabeza. Entorna la luz. En la televisión desconectada arde un fuego azul perverso, un teatro roto. Aquí está Wols. Por ejemplo. Wols reproduce la necesidad de un azul. Reproduce un conato de vida en azul posible. Reproduce un reino químico. Azul. Hay un agujero en el centro del cerebro de Wols. La droga es un túnel de luz bastarda. Dice: camina por él. Dice: resuelve el acertijo, no hay palabra clave. Dice: entra, no hay llave. Aquí solo la proyección. El instante. Solo. Todo. Proyección de. Su fantasma. El lenguaje como un holograma que deforma los objetos sobre los que se posa. Los nombres. El molde. Wols reproduce la experiencia: luz y nada. Te regala la llave de la puerta tapiada. Azul. Hay un agujero en el centro de. Lo que hay puede que no sea. La concepción del fuego: confusión. Moldes rotos a los pies del alfarero ciego. Por ejemplo. William Blake contagia sus ojos de otros ojos ocultos. Nombres. Proyecciones. Luz. Nadas. Un exceso de sí. Un túnel de luz diamante desde dentro hacia dentro. Dice: las pulgas encierran el espíritu de hombres codiciosos, esclavos del deseo irrefrenable. Por eso su vida es tan solo apetito y sangre. Monstruosa delicadeza, minúsculo terror. Dice: imagina su ser humano, su cuerpo desbordado de todo el hambre. Por ejemplo. Vemos una pulga. Nombramos a la pulga. La (nos) condenamos a su diminuta sangre robada. A su nada controlada y obscena. Pero dentro está el hombre y su hambre. El deseo enfermo. Vemos. Nombramos. Proyectamos. Decidimos creer. El deseo es un agujero en el centro del fuego. Y hay una sombra y una pared y la máscara infinita de una danza. Aquí hay un túnel: atraviésalo.

                                                     (Fantasma azul, Wols, 1951)


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