El pasado viernes salió publicada en La Voz de Almería mi presentación de la conferencia Poesía y Exilio, que dio Fatena Al-Gurra en la Universidad de Almería el pasado 5 de abril. Fatena ha sido un vendaval que ha pasado por España durante el mes de abril, un viento fresco del desierto y la carne: Almería, Málaga, Córdoba, Madrid. Por ahí han ido rebotando sus versos y sus bailes. Recuerdo que la tarde que la recogimos del aeropuerto no paraba de decir que todo le resultaba un sueño. Qué bien que haya gente que sea capaz de hacer realidad los sueños. Desde aquí mi cariñoso aplauso para Ana Santos y Pedro Miguel, editores, trastornados y hacedores de sueños.
.
.
Fatena Al-Gurra y los bordes quemados de los mapas
"Lo que vemos. Lo mismo que hay dentro de nuestros bolsillos, también dentro de nosotros: el mundo del que formamos parte, el mundo que somos. Un mundo cuyo mapa tiene los bordes quemados. Sabemos que a pesar de los rigores de la crisis nuestro mundo no deja de ser una excepción. Que la parte más amplia del mapa es la que se convirtió en ceniza. Somos una isla fértil rodeada por mares inabarcables de decepción, pobreza, violencia, miedo. La realidad y sus aristas desolladas. Sabemos las palabras pero no muy bien su significado. No podemos conocer la realidad fuera de este cercado de lujo que nos engorda y nos ensordece. Solo imágenes, palabras y cifras, y el hueco que deja la voz al decirlas. Palabras como Gaza, conflicto palestino, ocupación. O exilio.
Fatena Algurra no es solo una palabra, es una mujer. Yo la conocí en 2005 en uno de esos viajes que le cambian a uno por dentro. Un intercambio entre poetas andaluces y palestinos, primero allí y unos meses más tarde aquí. A aquella zona muchos la llaman Tierra Santa, otros el ombligo del mundo. Nunca un lugar tan breve fue tan pródigo en acontecimientos. Por mi parte fueron cinco días para conocer de la mano de los palestinos cuál era su mundo, toda su luz y toda su sombra en los ojos. Uno de esos días llegamos a Gaza, tras pasar incómodos controles y ariscas alambradas, incluso uno de nosotros fue retenido por los militares sin una explicación coherente, al ser invitados de la Autoridad Palestina todos éramos sospechosos. Acabábamos de trazar un camino desde la Jerusalén judía, con su lujo occidental y su rigor de piedra, atravesando el desierto hasta llegar al subdesarrollo. A pocos kilómetros. No eran ya palabras. El camino estaba minado de paranoia. Porque es verdad que el miedo y la rabia se reparten a un lado y al otro de la frontera, como también es cierto que la pobreza solo tiene rostro palestino.
Una vez en Gaza conocimos a los poetas que ya habíamos leído. Poesía entre el grito rebelde juvenil contra la opresión y el largo poema discursivo al amparo del magisterio de Darwish. No deslumbran. No hace falta. Son poetas, eso debe bastar. Ya es suficiente alimentar la llama de la poesía entre escombros y alambre de espino. Tal vez aquí es cuando se hace necesaria. Ese día leemos en un centro escolar, los alumnos nos muestran sus cicatrices de bala, pero también notamos que están vivos y que sueñan con intensidad. Yo noto que mis poemas se deslíen, que pierden sentido ante tanta realidad. Entonces aparece Fatena, como un cristal destellando entre las ruinas. Dos poemas, como dos golpes bien dentro de lo que somos. Al oírlos noto cómo se activan los mecanismos de la poesía que conmueve por sí misma, sin añadidos. Mis compañeros de viaje también han sufrido el alud. Sin aviso. Hay una poeta gigante en la pequeña Gaza.
Y descubrimos que tras los versos hay una mujer hermosa con un brillo negro en la mirada. Es una mujer fuerte, quiere beberse cada gramo de conversación, aprehender cualquier cosa que salga de esos visitantes. Estoy conociendo a un ser excepcional. Después comemos en un restaurante frente al puerto que la UE ha construido dos veces, las mismas que Israel lo ha bombardeado. Cuando el sol amenaza con irse Fatena se excusa y desaparece: su familia no permite que ande en la calle con la noche vencida. Tampoco la dejaron participar en el intercambio: solo hoy se cobra esta deuda de venir a España. Se había ido la mujer magnética. Ex-presentadora de radio y TV, activista por los derechos de la mujer. Doblemente sometida, por el integrismo islámico y por Israel. Meses después la llegada del islamismo radical de Hamash al poder en Gaza la sentenciará al ostracismo total. Y allí es cuando comienza su particular travesía del desierto. El exilio. Primero en Egipto, después en Bélgica, malviviendo en centros para refugiados. Y ahora está aquí para contarnos con palabras vivas su vida. Aunque antes que su cuerpo sus versos llegaron a España de la mano del Gaviero. Hoy Fatena nos va enseñar lo que hay tras las palabras, lo que hay más allá de los bordes quemados de nuestros mapas. Hoy espero continuar con ella aquella conversación que la puesta de sol impidió. Hoy que, al menos aquí, la noche es imposible."
.
.
Fatena Al-Gurra y los bordes quemados de los mapas
"Lo que vemos. Lo mismo que hay dentro de nuestros bolsillos, también dentro de nosotros: el mundo del que formamos parte, el mundo que somos. Un mundo cuyo mapa tiene los bordes quemados. Sabemos que a pesar de los rigores de la crisis nuestro mundo no deja de ser una excepción. Que la parte más amplia del mapa es la que se convirtió en ceniza. Somos una isla fértil rodeada por mares inabarcables de decepción, pobreza, violencia, miedo. La realidad y sus aristas desolladas. Sabemos las palabras pero no muy bien su significado. No podemos conocer la realidad fuera de este cercado de lujo que nos engorda y nos ensordece. Solo imágenes, palabras y cifras, y el hueco que deja la voz al decirlas. Palabras como Gaza, conflicto palestino, ocupación. O exilio.
Fatena Algurra no es solo una palabra, es una mujer. Yo la conocí en 2005 en uno de esos viajes que le cambian a uno por dentro. Un intercambio entre poetas andaluces y palestinos, primero allí y unos meses más tarde aquí. A aquella zona muchos la llaman Tierra Santa, otros el ombligo del mundo. Nunca un lugar tan breve fue tan pródigo en acontecimientos. Por mi parte fueron cinco días para conocer de la mano de los palestinos cuál era su mundo, toda su luz y toda su sombra en los ojos. Uno de esos días llegamos a Gaza, tras pasar incómodos controles y ariscas alambradas, incluso uno de nosotros fue retenido por los militares sin una explicación coherente, al ser invitados de la Autoridad Palestina todos éramos sospechosos. Acabábamos de trazar un camino desde la Jerusalén judía, con su lujo occidental y su rigor de piedra, atravesando el desierto hasta llegar al subdesarrollo. A pocos kilómetros. No eran ya palabras. El camino estaba minado de paranoia. Porque es verdad que el miedo y la rabia se reparten a un lado y al otro de la frontera, como también es cierto que la pobreza solo tiene rostro palestino.
Una vez en Gaza conocimos a los poetas que ya habíamos leído. Poesía entre el grito rebelde juvenil contra la opresión y el largo poema discursivo al amparo del magisterio de Darwish. No deslumbran. No hace falta. Son poetas, eso debe bastar. Ya es suficiente alimentar la llama de la poesía entre escombros y alambre de espino. Tal vez aquí es cuando se hace necesaria. Ese día leemos en un centro escolar, los alumnos nos muestran sus cicatrices de bala, pero también notamos que están vivos y que sueñan con intensidad. Yo noto que mis poemas se deslíen, que pierden sentido ante tanta realidad. Entonces aparece Fatena, como un cristal destellando entre las ruinas. Dos poemas, como dos golpes bien dentro de lo que somos. Al oírlos noto cómo se activan los mecanismos de la poesía que conmueve por sí misma, sin añadidos. Mis compañeros de viaje también han sufrido el alud. Sin aviso. Hay una poeta gigante en la pequeña Gaza.
Y descubrimos que tras los versos hay una mujer hermosa con un brillo negro en la mirada. Es una mujer fuerte, quiere beberse cada gramo de conversación, aprehender cualquier cosa que salga de esos visitantes. Estoy conociendo a un ser excepcional. Después comemos en un restaurante frente al puerto que la UE ha construido dos veces, las mismas que Israel lo ha bombardeado. Cuando el sol amenaza con irse Fatena se excusa y desaparece: su familia no permite que ande en la calle con la noche vencida. Tampoco la dejaron participar en el intercambio: solo hoy se cobra esta deuda de venir a España. Se había ido la mujer magnética. Ex-presentadora de radio y TV, activista por los derechos de la mujer. Doblemente sometida, por el integrismo islámico y por Israel. Meses después la llegada del islamismo radical de Hamash al poder en Gaza la sentenciará al ostracismo total. Y allí es cuando comienza su particular travesía del desierto. El exilio. Primero en Egipto, después en Bélgica, malviviendo en centros para refugiados. Y ahora está aquí para contarnos con palabras vivas su vida. Aunque antes que su cuerpo sus versos llegaron a España de la mano del Gaviero. Hoy Fatena nos va enseñar lo que hay tras las palabras, lo que hay más allá de los bordes quemados de nuestros mapas. Hoy espero continuar con ella aquella conversación que la puesta de sol impidió. Hoy que, al menos aquí, la noche es imposible."
1 comentario:
eres grande hno besos
Publicar un comentario