CAOSCOPIA, Yaiza Martínez, Amargord Ed, 2012, Madrid, 92 pp.
Yaiza Martínez (Las Palmas, 1973),
una de esas voces medio ocultas a las que habría que empezar a prestar mucha
más atención, nos lega un ejemplar
rotundo, genuino y brillante de lo que se puede denominar, sin miedo a errar,
como poesía del siglo XXI. No
solamente por la radicalidad vanguardista con la que rompe con las, hasta hace
pocos años, monótonas y previsibles tendencias y escuelas poéticas de este país,
sino que va más lejos, más profundo. Más dentro del tiempo presente y sus propias
estructuras lingüístico-cognoscitivas.
Veamos.
La autora
define, en una nota que cierra el libro, la caoscopia como el método empleado
por el matemático Ralph Abraham para representar en una gráfica el orden
implícito en fenómenos aparentemente caóticos, como el goteo intermitente de un
grifo averiado. Una curva suave sobre el plano en vez de una explosión
aleatoria de puntos dispersos. Hay un orden incluso en el caos, y viceversa.
Yaiza Martínez se propone plasmar el
goteo de la conciencia, lo que acabó trazando una curva semántica suave
(p.79), y nos encontramos con un conjunto de textos que se derraman sin una
aparente unidad, un caos asociativo pero tenso, que va generando mediante
variaciones y resonancias la citada curva semántica, resumida en los cuatro
versos del poema que abre el volumen. el
ser /el no-ser / voz del amor / en el lenguaje (p.9). Multiplicaciones que
van decantando la lengua hacia el infinito, en unos poemas que se terminan de
construir en una profundidad de planos rizomática sobre la que volveré más
adelante. Estamos pues ante lo que podemos definir como una aritmética oscura
del idioma. Lo dice ella: el ruido del
conocimiento /en hoguera y secreto,
por la reiteración (p. 50). Ese ruido, ese vínculo traza con pulso firme la
curva suave del discurso o el grito: de la poesía. El número indecible se teje en escritura. El resto de los mundos
danza en todas las palabras. (p.56). Y ese afán totalizador, ambicioso,
pero bien solventado se ejemplifica en el poema inicial cuyos versos se repiten
y secuencian clarificando, en parte, cada una de las secciones del libro.
Repito. el ser /el no-ser / voz del amor
/ en el lenguaje.
La poesía es
eso. Lo que el mundo es y lo que nosotros somos. Lo que se nombra y lo que no.
Algo en el límite de lo sagrado que, como la curva caoscópica, hila lo visible
con lo invisible. Aquello que profetiza/
lo que la música permite ver (p.16). La realidad y sus signos. Siguiendo a
Platón, el poema sería esto: Reunión de
los cuatro elementos: incertidumbre, complejidad, intención y sonido, en la
entrada a la cueva (p.22). Interrogarse sobre el lenguaje es interrogarse
sobre la realidad. Sin más remedio: enredando el caos, enhebrando el
misterio. Porque eso es la poesía, y
pocas formas hay tan certeras de apresar lo que el mundo quiera que sea. Lo
dice varias veces como un estribillo, lo pide: abre las venas al mundo. Las tuyas, las del mundo. El caos.
Caoscopia es un
libro complejo, inagotable en los caminos que abre. La forma misma de los
poemas contribuye a potenciar la intencionalidad significativa de los textos.
No puede ser de otra manera en la buena poesía. Yaiza Martínez logra aquí la
que considero la primera aproximación plenamente lograda a la noción de hipertexto
propia de Internet. En papel pero lejos de la Galaxia Gutenberg. Es decir, una
escritura no secuenciada, sino construida en profundidad y extendida en red.
Las notas que parten los poemas y que a su vez crean otras puertas, que se
acaban comportando como unidades semánticas autosuficientes pero cargadas por
la referencia anterior que actuaría a modo de link. Algo hay también de
postulado postmoderno, lo admitimos. Pero vemos por primera vez como de manera
natural un texto poético asume en su escritura esa forma de leer y ver el
mundo, de pensar, al cabo, que ha traído la red. Y si convenimos en que
Internet es la forma(to) lingüística significativa propia del siglo XXI,
convendremos en que este libro se ha dado cuenta del hoy.
(reseña publicada en el número de noviembre de 2012 de la Revista Quimera)
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