domingo, 24 de agosto de 2008

detalle de EL REY CAMBISES Y EL JUEZ SISAMNES (Gerard David) y un par de páginas de Haruki Murakami

Este cuadro de uno de los grandes maestros flamencos, visto en un museo de Brujas, narra la historia del corrupto juez Sisamnes, que es condenado por el rey Cambises a ser despellejado vivo. Al fondo vemos al hijo del Sisamnes convertido en el nuevo juez, adorna su sillón la piel extendida de su padre como memoria de aquello que está mal. Eso cuenta la leyenda. Y aquí que cada uno extrapole sus pensamientos sobre la justicia, los jueces, los castigos, la pintura de los primitivos flamencos y su pasión desaforada por el detalle.. o aprendamos las nociones de un arte nuevo.



"Con el cuchillo en la mano el oficial que parecía un oso miró a Yamamoto y le sonrió burlonamente. Aún ahora recuerdo aquella sonrisa. Aún ahora se me aparece en sueños. Jamás podré olvidarla. Y se puso manos a la obra. Los soldados sujetaron a Yamamoto por manos y rodillas, y el oficial mongol fue desollándolo minuciosamente con el cuchillo. En verdad lo desollaba como si pelara un melocotón. No pude enfrentarme a la escena. Cerré los ojos. Pero al cerrarlos, los soldados mongoles me golpearon con las culatas de sus fusiles. Abriera los ojos o los cerrara, de cualquier modo oía su voz. Al principio lo soportó estoicamente, en silencio. Pero, a la mitad, empezó a lanzar alaridos de dolor. Unos alaridos que no parecían de este mundo. El hombre, primero, le hizo con un cuchillo un rápido corte en el hombro derecho. Luego fue desollando el brazo derecho de arriba a abajo. Lo fue desollando despacio, con cuidado, casi con amor. Tal como había dicho el oficial ruso, aquello cabía calificarlo de arte. De no ser por los alaridos, tal vez hubiera llegaso a pensar que ni siquiera dolía. Pero los alaridos de Yamamoto hablaban de la monstruosidad del dolor que lo acompañaba.

La piel del brazo derecho estuvo poco después completamente levantada y se había convertido en una especie de fina película. El desollador la entregó al soldado que estaba a su lado. Éste la prendió con la punta de los dedos, la extendió y fue dándole la vuelta, mostrándola a los demás. De la piel seguía goteando sangre. El oficial desollador pasó entonces al brazo izquierdo. Repitió la misma operación. Le levantó la piel de las dos piernas, le cortó el pene y los testículos, le cortó las orejas. Luego desolló la cabeza, la cara, todo el cuerpo. Yamamoto perdió el conocimiento; volvió a recuperarlo; y lo perdió de nuevo. Inconsciente, los alaridos cesaban; al recobrar la conciencia, los alaridos volvían. Pero la voz fue debilitando cada vez más y, al final, se apagó. [...] Yo, mientras tanto, vomité muchas veces. Al final ya no tenía nada que vomitar, pero seguí vomitando. El oficial mongol que parecía un oso extendió la piel del tronco de Yamamoto, desollada limpiamente de una pieza. Incluso estaban los pezones. Cosa tan siniestra como aquélla ni la había visto antes ni la he vuelto a ver jamás. Alguien se la llevó y la puso a secar como una sábana. Y el cadáver de Yamamoto, un amasijo de carne roja y sanguinolenta al que le habían arrancado toda la piel, quedó allí tirado. Lo más lastimoso era la cara. Entre la carne roja, dos grandes globos oculares blancos miraban con fijeza. La boca de dientes desnudos estaba abierta de par en par como si aún gritara. Al desprenderse la nariz, sólo habían quedado unos pequeños agujeros. El suelo era un mar de sangre"

Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, Haruki Murakami. páginas 228 a 229.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

De lo mejorcito de esa novela, Raúl. Salud

raúl quinto dijo...

De lo más intenso que le he leído a Murakami también. Será que tengo una extraña fijación por las distintas modalidades de tortura...

Anónimo dijo...

impresiona la precision del relato.Abominable relato...sin palabras