Os dejo aquí dos de las entrevistas que han ido saliendo sobre Ruido Blanco. La primera fue realizada en Radio Ejido en el programa Atrévete a Leer. La podéis oír en este ENLACE a partir del minuto 18.
Y la siguiente me la realizó Evaristo Martínez para La Voz de Almería. AQUÍ. Y por si no queréis enlaces o el jpg os parece muy pequeño, os transcribo las preguntas y respuestas.
El ruido blanco es esa señal aleatoria que contiene todas las frecuencias, el vacío lleno de materia que toma forma en la niebla del televisor o en el zumbido de la radio cuando el dial no llega a ningún puerto. También ‘Ruido blanco’ es el último poemario de Raúl Quinto (Cartagena, 1978), una obra publicada por la editorial cordobesa La Bella Varsovia con la que el ganador del premio de poesía Francisco Villaespesa, autor de libros como ‘La flor de la tortura’ e ‘Idioteca’, profesor en Almería y colaborador de LA VOZ, indaga sobre la realidad en los tiempos del zapping.
Con ‘Ruido blanco’ regresa a la poesía tras la pausa que supuso ‘Idioteca’ (El Gaviero).
En realidad nunca me he ido de la poesía; de hecho, este libro lo comencé a escribir antes que ‘Idioteca’ y me acompañó en todo el proceso de escritura. ‘Ruido blanco’ lo empecé en 2006 y lo acabé cuando se publicó ‘Idioteca’, así que es un proyecto de largo recorrido. Nunca he abandonado la poesía: soy escritor pero fundamentalmente escribo poesía.
¿Y qué es el ruido blanco?
Es un fenómeno físico por el que en una misma señal se emiten todas las frecuencias posibles en un mismo punto. Es lo que sucede cuando uno está buscando un dial en la radio y se escuchan interferencias porque todas las frecuencias están ahí. En mi opinión, el mundo en el que vivimos está atravesado de ruido blanco. Vivimos en una sociedad donde la información, los mensajes, los diferentes códigos, nos asaltan, nos agraden continuamente: una sociedad de la sobreinformación. Y eso, en vez de permitirnos mayor comunicación o acercamiento a los demás, nos aísla, nos aliena y nos incomunica.
¿Cómo lo ha reflejado en la obra?
He intentado a través de la poesía, y de la forma de construir los poemas, reproducir ese marasmo informativo, esa sobredosis de datos, de información, de mensajes, para ponerla en cuestión y provocar algún tipo de conflicto en el lector. En esa nube de mensajes que hace que se oculten unos a otros nos encontramos con que está en el mismo nivel la publicidad que catástrofes como la de Lorca, que se quedan en cifras, en un vacío absoluto.
Entre los versos hay un ‘fantasma’, una presencia, la de Christine Chubbuck, que recorre el poemario. ¿Existió realmente?
Sí, era una periodista americana que en 1974 se suicidó en directo frente a las cámaras anunciándolo como un contenido más de su programa. Denunciaba el trato efectista que su cadena tenía frente a noticias violentas. En una época, además, en la que la televisión aún era el espejo de la sociedad, un filtro de la sociedad. Ahora vivimos en un mundo que ha asesinado a la televisión: igual que aquella canción que decía que el video mató a la estrella de la radio, ahora Internet ha matado a la televisión. Hablar del suicidio de Chubbuck es hablar del fin de esa época de los mass-media.
¿Ese caos del que habla se traslada a la forma de los poemas?
Soy de los que piensan que el continente hace contenido, sobre todo en poesía. La poesía es un lenguaje denotativo, es muy importante cómo está escrito un poema para saber lo que dice. He intentado reproducir con una técnica de escritura determinada lo que sería el ruido blanco y la sensación que me produce esa sobreinformación. Hay poemas escritos en verso libre, con musicalidad métrica pero una música diferente, como había hecho en otras obras, y luego introduzco como novedad poemas en prosa, con otro ritmo, más distorsionado, como si fuera Sonic Youth o un grupo de ‘noise’. El ritmo lo encuentro a base de la repetición, de la anáfora, del ritmo en las imágenes o en la referencia. Es un ritmo más mental y más ruidoso.
Es una poesía muy visual, que remite a imágenes.
Intento escribir desde la superficie para llegar a la profundidad que esconden esos poemas. Casi todos hacen referencia a imágenes, como pequeñas secuencias de cine, de televisión o de la vida misma que se van cortando; hago una especie de montaje, de ‘collage’, donde cada frase anterior choca con la siguiente y la transforma en su significado, provocando un sistema de resonancias semánticas, como una especie de bombardeo que el lector terminará configurando en su cabeza. Siempre con la voluntad de imitar el fenómeno cultural del ruido blanco.
La ilustración de cubierta es de otra almeriense, Elena Pedrosa. ¿Qué le parece la visión que da?
Le hice unas pequeñas sugerencias pero el resultado es suyo y creo que ha acertado. Es una buena amiga y una pedazo de artista, y aquí se demuestra.
Ha sido una de las presencias más activas del 15M en Almería. ¿Qué ha aportado al movimiento y qué le ha aportado a usted?
Mi implicación en el movimiento 15M no tiene que ver con mi faceta de escritor sino de ciudadano. No es que los intelectuales tengan que aportar su granito de arena para transformar la sociedad sino algo más elemental: vivimos en un mundo que no es que no sea el mejor de lo posibles sino que se está devaluando a marchas forzadas. Hemos perdidos soberanía, poder de decisión y estamos perdiendo derechos constantemente. Estamos narcotizados por el ruido blanco, que es algo que se les pone a los bebés para dormir. Al igual que mi literatura intenta pellizcar al lector para que vea la rima de otra forma, el 15M, como ciudadano, me ha dado un pellizco para dar un paso adelante.
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