Verde. Las hojas de geranio
en la luz gris de la tormenta
tiemblan, tensión
de nervadura verde oscuro.
Te mirabas las manos,
nervadura de venas; si los dedos
fueran deliciosos, decías.
Al caminar
apoyaba mi sien contra la tuya
y en la noche escuchaba
el ruiseñor y el graznido
del pavo. Indiferencia
de todo, oscuridad.
Me llamabas con voz muy baja.
Sólo un día reíste.
[de Ella, los pájaros, 1994]
2 comentarios:
Respira uno ante un poema así...
Agradezco esta bocanada de una de mis voces favoritas
además en este poema se respira hierba fresca y serenidad, y no viene mal para escapar brevemente de las jaulas de asfalto y neurosis donde vivimos.
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