La noche siguió, el narrador hablaba con tono sosegado sobre el desarrollo de la trama, la música de Cooder continuaba latiendo en directo. Ya se había conseguido la magia y había un ambiente absolutamente perfecto para que las cosas entraran en vena. Le tocó el turno al hermano de Travis, al que va a buscar al loco tras cuatro años desaparecido, Walter. Otra vez un corte para presentarnos a Walter.
(Aquí debería ir, pero no lo he encontrado en la red, aún)
Entonces subió el escritor Miguel Ángel Muñoz a leer su texto sobre Walter. Muñoz es un notable relatista, recomiendo desde aquí su libro El síndrome Chejov (Páginas de Espuma, 2006) y su blog homónimo donde uno puede encontrar cosas interesantísimas sobre el relato corto y otras historias. Miguel Ángel subió, puso a parir a Wenders y llenó de flores París, Texas. Y después leyó su Walter.
WALTER
¿Qué hay allí lejos? No hay nada. ¿Es que no te fías de mí? Nada, Travis, no hay recuerdos ni posibilidades, ni sombras de mujeres velando tu sueño. Tienes que desandar el camino, Travis, vestirte de nuevo y quemar esos andrajos. Se siente uno bien con ropa nueva, ya verás. Atravesaremos el desierto de Mojave, nos moveremos por carretera, lo haremos a tu manera, seguiré tus pautas. Y conocerás a Hunter. Hoy hablé con él, desde la gasolinera. ¿No te acuerdas de tu padre? ¿Ni un poquito? Le voy a llevar a casa, le comenté. No me atreví a que te pusieras al teléfono. Aún no estás preparado. ¿Qué puedo decirte, Travis? Hago anuncios, vallas publicitarias, imágenes de imágenes. Sé que siempre me has considerado muy distinto a tí, muy otro. Y lo somos, ambos somos muy otros. Pero a mí no me importa. Te llevaré a casa, a mi casa, donde estamos los tuyos. Puedes escaparte mil veces de mi lado, pero acabaré llevándote al lado de tu hijo, de mi hijo.
¿No dices nada?
Travis, soy tu hermano. Puedes hablar conmigo. Estoy harto de hablar solo.
(Aquí debería ir, pero no lo he encontrado en la red, aún)
Entonces subió el escritor Miguel Ángel Muñoz a leer su texto sobre Walter. Muñoz es un notable relatista, recomiendo desde aquí su libro El síndrome Chejov (Páginas de Espuma, 2006) y su blog homónimo donde uno puede encontrar cosas interesantísimas sobre el relato corto y otras historias. Miguel Ángel subió, puso a parir a Wenders y llenó de flores París, Texas. Y después leyó su Walter.
WALTER
¿Qué hay allí lejos? No hay nada. ¿Es que no te fías de mí? Nada, Travis, no hay recuerdos ni posibilidades, ni sombras de mujeres velando tu sueño. Tienes que desandar el camino, Travis, vestirte de nuevo y quemar esos andrajos. Se siente uno bien con ropa nueva, ya verás. Atravesaremos el desierto de Mojave, nos moveremos por carretera, lo haremos a tu manera, seguiré tus pautas. Y conocerás a Hunter. Hoy hablé con él, desde la gasolinera. ¿No te acuerdas de tu padre? ¿Ni un poquito? Le voy a llevar a casa, le comenté. No me atreví a que te pusieras al teléfono. Aún no estás preparado. ¿Qué puedo decirte, Travis? Hago anuncios, vallas publicitarias, imágenes de imágenes. Sé que siempre me has considerado muy distinto a tí, muy otro. Y lo somos, ambos somos muy otros. Pero a mí no me importa. Te llevaré a casa, a mi casa, donde estamos los tuyos. Puedes escaparte mil veces de mi lado, pero acabaré llevándote al lado de tu hijo, de mi hijo.
¿No dices nada?
Travis, soy tu hermano. Puedes hablar conmigo. Estoy harto de hablar solo.
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