CLAROSCURO DEL BOSQUE, Marta Azparren-José Luis Gómez Toré. Amargord Ed, 2011, Madrid, 80pp.
Escribir siempre es dialogar: con
el lector, con el idioma, con el mundo dentro y fuera de uno mismo. El mundo
que no es otra cosa que lenguaje. La poesía siempre es un diálogo oscuro, una
conversación a punto de romperse. O ya rota. Como si hubiera hilos, cordeles,
que ataran el sentido a las palabras, el lenguaje a su sombra. Y no hay más
remedio: esos hilos están cortados, mordidos, anudados unos con otros en una
maraña ciega. Lo podemos llamar misterio del decir. El decir otro. La poesía
como arroyo de luz negra. Con matices, esto nos suena.
Paul
Celan escribió un poema llamado Todtnauberg donde ¿cuenta? su encuentro con
Martin Heidegger en su cabaña de la Selva
Negra. Su conversación. El poeta y el filósofo atados por sus
propios hilos. Lo hemos apuntado. Pero también el judío que sobrevivió al
holocausto y el alemán que simpatizó con el nacionalsocialismo. Un espejo roto
en mil pedazos entre ambos.
Con
eso conversa este libro que a su vez se construye, inevitablemente, sobre otro
nuevo diálogo: el de la poesía de José Luis Gómez Toré (Madrid, 1973) y la obra
plástica de Marta Azparren (Tenerife, 1968). Conversa la poesía con el dibujo,
y estos con Todtnauberg, y Celan y Heidegger conversan en la cabaña, sus vidas
y sus obras mantienen un diálogo feroz sobre el sentido del lenguaje y el
abismo al que puede asomarse el hombre al mirarse dentro. Hay un bosque de
palabras rotas , de signos a punto de dejar de ser. Esa es la idea. Perderse en
él. La compañía es inmejorable.
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