viernes, 22 de enero de 2010

una fotografia de Ueno Hikoma


Ueno Hikoma es uno de los padres de la fotografía japonesa. Siglo XIX, Japón Meiji: ya sabes: un país aislado durante centurias enteras, medieval en forma y fondo, que de repente eclosiona y en unas pocas décadas se convierte en una potencia industrial, militar y económica. La cámara de fotografiar es una máquina de occidente, una herramienta más del desarrollo y su reflejo. Ueno simboliza en sí mismo la revolución Meiji, tuvo que emborronar su maquillaje antiguo y cambiar su ojo por el oscuro ojo de la máquina. Tuvo que convencer a sus modelos de que la cámara no les robaría años de vida y no se quedaría con sus almas. Ese proceso, de cazador de espíritus de los primeros años a tener el mayor estudio de fotografía del extremo oriente a finales de siglo. Resumen de la época. Padre y madre de los otros fotógrafos. Meijicameraman. Esta foto es también un resumen de ese Japón Meiji, pero claro, la fotografía tiene la facultad de detener la realidad en un instante. Congela. Fija. Esculpe. El tiempo detenido, como en este retrato de un soldado herido en la revuelta Satsura: uno de los últimos estertores de los samuráis contra la imparable avalancha del progreso. El Japón moderno costó sangre y huesos rotos. Los luminosos karaokes de hoy se deben al oscuro dolor de estas falanges, a la mirada blanca entre las vendas. ¿Hablo tan sólo de Japón? Evidentemente no.

13 comentarios:

Tera dijo...

El ojo libre de las vendas del soldado herido es el ojo libre de Hikoma.

Gracias por la imagen y por no hablar sólo de Japón.

raúl quinto dijo...

Tera,

posiblemente la fotografía sea un espejo, como lo son todos los buenos retratos.

Japón es un ejemplo, sólo eso.

la judith dijo...

no, no sólo japón
qué extraños contrastes
cuántas nostalgias
a través de ese ojo

***
shlm

raúl quinto dijo...

judith,

bienvenida al interior del vértigo, haz de esta página el cuello de Holofernes si así lo deseas. A través de ese ojo se pueden ver los adentros del Japón y claro, no tan sólo de allí, ¿no te ves incluso a ti allá al fondo?

la judith dijo...

es un ojo anónimo
anónimo, humano
sísí, me veo

la putada es que él a mí también

Yaiza Martínez dijo...

Me parece impresionante la foto. La naturaleza humana que refleja ya la había visto, y no hace tanto tiempo ni tan lejos. Eso es lo que más me impresiona. Que bonito el texto también, Raúl. Muchas gracias, Yaiza

Portinari dijo...

Parece que intenta hacer algo con la mano, apartar la venda para hablar, quizás.

Parece que el dolor brilla en esta imagen.

raúl quinto dijo...

judith,

al final va a resultar que sí es un espejo.


Yaiza,

esa naturaleza humana, como dices, se repite tantas y tantas veces sin excusas de guerras ni revoluciones... el miedo y el dolor son animales humanos, sin duda. Gracias por lo que dices del texto, el mérito es de Ueno Hikoma y su ojo.



Portinari,

a mí de las cosas que más me impresionan de la fotografía es precisamente el gesto y la mano en sí, en su brutal desnudez dice (grita) muchas cosas. Parece que brilla, sí.

rubén m. dijo...

No sé qué me impresiona más: la mano, el ojo o el mechón de cabello que también asoma a través de la venda. La intrahistoria de la foto, tal como la describes, también impresiona. Y como sugieres todo esto habla no sólo de Japón, sino de las fallas tectónicas de la historia humana. Magnífica entrada.

un abrazo fuerte

raúl quinto dijo...

rubén,

hay veces que el arte imprime el instante, esas grietas que luego no se ven cuando uno echa un vistazo a la historia. El progreso también es esto: esta foto y todo lo que arrastra. Al menos un instante que también existió.


un abrazo.

Stalker dijo...

Pues a mí algún día me gustaría que hablaras sólo de Japón... ;)

Cortante entrada

raúl quinto dijo...

stalker,

tú sabes más que yo de Japón seguramente,permíteme pues las digresiones.... espero no haberte cortado la digestión.

un abrazo.

Ana Hidalgo dijo...

Me he identificado con la mano.

La intensidad de la fotografía va bien con la serenidad y lucidez del texto. Magnífica entrada.

Un abrazo.