ISLAS FLOTANTES, Joyce
Mansour, Periférica, Cáceres, 2012, 120pp.
Aquí la carne enferma y el
delirio palpitan. Aquí, en medio de la obscenidad del cáncer y las rutinas de
un hospital suizo. Hay que desconfiar de
las argucias del desierto interior, nos dice. Lo terrible debe ser domado.
Hay que reír para no morir. Por eso
Joyce Mansour (1928-1986), que había perdido a su primer marido por un cáncer y
que escribió este libro en el trance del tratamiento de su padre, decide
realizar el exorcismo, rompiendo un espejo dentro del lenguaje. Un espejo
deformante, un callejón del gato dentro de la muerte y el dolor, que acaba
reflejando un circo lúbrico. Mezcla la biografía con el arrebato onírico, la
precisión realista de la enfermedad con el expresionismo más bizarro. Para
rendir tributo a la carne y sus excesos, como ya sucedía en su poesía (Gritos, Desgarraduras y Rapaces, Igitur,
2009). Mansour es de estirpe surrealista, y aquí se nota que bebe de las mismas
fuentes envenenadas. Y no solo por las referencias y los ejercicios de
(auto)psicoanálisis, sino por el oscuro fondo de sueño que lo recorre todo. Aquí.
Solo la carne, despojada de identidad, pura voluptuosidad de sexo y enfermedad.
El ser humano como mera carcasa. Para Masour los pacientes del hospital son
simples pijamas, una procesión de medusas
hundiéndose en la corriente. Ese desquiciado ejército es solo un guiñol,
una nada soñada. Pero resulta fascinante desfilar, entre el asco y la
iluminación, por esos pasillos.
(reseña aparecida en el periódico Diagonal del 11 de octubre)
3 comentarios:
Mansour es, desde luego, una voz reconocible y aislable.
Y ya es mucho.
Un saludo.
Lo estoy leyendo...
A mí este libro me ha gustado bastante más que su poesía, mucho más atrevido y contundente.
un saludo.
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