Ruido Blanco tiene como constante un suicidio en vivo. ¿Por qué
decidiste poetizar el caso de Christine Chubbuck y convertirlo en la columna
vertebral de del libro?
Christine Chubbuck fue una
periodista que en 1974 se pegó un tiro frente a las cámaras, tras anunciarlo
como un contenido más del programa. Su caso es un ejemplo estremecedor de la
mediatización extrema de la vida que nuestra sociedad de la información
produce. Me interesaba exponer ese acontecimiento en toda su crudeza e intentar
diseccionar las implicaciones filosóficas que pudieran emanar de él en relación
al mundo al que pertenecemos: la ficcionalización de lo real, el vacío de la
sobrerrepresentación, la comunicación
humana como una sucesión plana de códigos y gestos, el reino de la pantalla,
del interfaz. En definitiva, la idea de simulacro que defendía Baudrillard. Hay
una muerte, y hay una imagen, está el ojo, y la carne, el dolor, su relato.
El primer poema titulado Christine Chubbuck es la descripción de una
imagen, el último tiene un matiz deliberadamente periodístico. ¿Es ese el arco
que quieres trazar en el libro, el que va de la hecho a su comunicación, a su
análisis?
Deseo trazar un diagnóstico del
mundo contemporáneo, utilizando su misma superficie ruidosa. Vivimos e
intentamos comunicarnos los unos con los otros en una realidad desfigurada por
el exceso de información, de códigos que se refieren a otros códigos, mensajes
que no cesan y se solapan, la amalgama infinita de la red, la memoria colectiva
y comercial, la tecnología, la estimulación agresiva de nuestros sentidos y de
las herramientas, ya desbordadas, que usamos para ordenar el mundo. Tanto
exceso comunicativo provoca incomunicación, alienación y aislamiento. Somos transmisores de vacío. Por
eso una de las obsesiones de este libro es la ruptura o la reconstrucción de
los hilos que unen las palabras a las cosas y a los hechos.
Los poemas fuera de la serie Chubbuck funcionan como caja de resonancia
para esta, como esas otras frecuencias en la misma potencio, pero hay todavía
un tercer nivel, los poemas titulados entre corchetes, de reminiscencias
científicas, impresos en cursiva… ¿qué función cumplen estos textos?
El libro habla del proceso de
degradación comunicativa y sus implicaciones políticas y sociales. La técnica
compositiva es precisamente yuxtaponer imágenes o secuencias que muchas veces
pueden parecer arbitrarias, como si fuera un zapping frenético, donde los
mensajes se alimentan unos de otros, al mismo tiempo las notas al pie aumentan
el ruido en profundidad, como los hipertextos de la red. El ruido blanco ubica
todas las frecuencias en la misma señal, pero hay mensajes bajo ese ruido que
nos acaban diciendo cosas sobre los sentimientos, los peligros de la ciencia,
las oscuridades de la historia o de los informativos. Estos poemas en cursiva
funcionarían como un paisaje ruidoso del que se despliegan los poemas en verso
sobre Chubbuck o las formas de asesinato institucional (Warhol, gas, etc.).
Han pasado siete años desde La piel del vigilante un poemario en el que
ya evidenciabas tu interés por la cultura más popular, hoy parece que la
exploración intermitente (y a menudo de simultánea) de los códigos de la
ciencia y la tecnología, la televisión y el espectáculo en su sentido más amplio,
es ineludible. ¿Es así en tu caso?
La poesía se puede entender como
la respiración lingüística de una época, respiramos un aire concreto y
exhalamos poemas que no pueden sustraerse a la realidad de la que surgen. Y
nuestra realidad es la del mundo de la sobreinformación, somos criaturas
dotadas de una memoria externa casi infinita donde caben, y al mismo nivel,
todas las manifestaciones culturales y científicas. Hablo de Internet, que es
en sí mismo otra metáfora del ruido blanco. Nuestro mundo y nuestras
herramientas de interpretar y comunicar la realidad son otras. Se trataría de
eso. Y creo que en este libro me acerco por primera vez a una dicción propia de
nuestro nuevo paradigma comunicativo, y no solo en cuanto a la iconografía como
en libros anteriores.
En muchos de los poemas hay una especie de voluntad manifiesta de
comunicación con el lector, de decir cosas, de aclarar sentidos , pero esto se
expresa como notas al pie, como si esa voluntad no formara parte del poema…
No es aclarar, sino enturbiar
más. Provocar más ruido. No sólo yuxtaponiendo frases a modo de collage sino
usando la profundidad hipertextual para densificar aún más la carga semántica.
Se trata de crear más ruido. Un ruido blanco, pero que busca generar emociones,
ideas y conflicto en el lector, que debe reordenar algo parecido al sentido.
Hasta ahora Raúl Quinto es percibido como un poeta joven, pero hoy en
día el flujo (neo) mediático de los nuevos poetas es vertiginoso. ¿Empiezas a
sentirte como parte de "la generación anterior"?
Nunca he entendido muy bien qué
valor aporta a una obra la edad, ni tampoco me he sentido partícipe de una
generación poética, ni por redes de relación o por asumir un programa
estilístico común. Tampoco suelo aparecer en los diferentes recuentos
generacionales o forzadores de canon. Así que tampoco siento un desplazamiento
por parte de los que vienen. Me veo más hecho, o más desecho, pero igual de
ajeno a los grupos.
¿Crees que la evolución de la industria cultural y editorial, tanto en
sus procesos de producción y comercialización, determinará de alguna manera las
exploraciones poéticas de la actualidad y de después?
Considero que la poesía está más
allá de la industria. La poesía que acabará durando, claro. A coto plazo iremos
hacia un modelo menos dependiente de los premios y subvenciones; la crisis
manda, y volveremos a un modelo más cercano a la micro o autoedición, y ahí el
papel de Internet y la as posibilidades de autogestión, financiación reticular,
etc.. Pero no tiene nada que ver con la forma en que se crearán los poemas, en
eso tendrá que ver el formato pero no el modelo productivo ni comercial. La
poesía no entiende de leyes ni de comercio.
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