LEER EN DEFENSA PROPIA
No sabemos apenas nada de los demás, ni de sus sueños, miedos y renuncias, y con ese agujero de conocimiento pretendemos tejer esto que llamamos sociedad. Convivir es vivir con el otro, ese desconocido; y construir algo con el otro es encontrar lo común, hacer por conocerlo para conocernos a nosotros mismos. Cultivar lo común es la base de la comunidad. Porque resulta que no es lo mismo vivir juntos que vivir en común. Lo primero es la agregación de uno más uno hasta el límite que alguien imponga, lo segundo es la suma de todos. Es sencillo: para conocer al otro hay que mirarse dentro, y para conocerse a uno mismo hay que mirar el interior del otro. Ya. Pero nos hacen vivir en la separación: el individualismo y su dios ombligo dominan el tejido social. Esa construcción viene de fuera, impuesta, es una estructura colosal a la que le interesa que nos desconozcamos, que creamos que los sueños y los miedos que ellos crean para nosotros son realmente nuestros. Nos inoculan el deseo y la ansiedad por tener o por aparentar. El consumismo y su mascarada: eres lo que tienes, eres lo que aparentas. Tal cual.
Frente a esa soledad que nos deja a la intemperie de los objetos y los usos también tenemos herramientas de resistencia, tildadas (por la misma maquinaria que nos confunde) como inútiles, por improductivas, o desactivadas como meros objetos de consumo o fetiches superficiales. Tenemos los libros y tenemos el arte, tenemos las ciencias sociales y tenemos la filosofía. Libros y miradas, no como algo que se vende y que se posee sino como la trama que nos muestra al otro, que nos conecta con nosotros. Las ciencias y los ojos de los otros que miran y descifran lo que somos y lo que podemos ser, más allá del pensamiento monocorde de la máquina y el mercado; la filosofía que nos obliga a someternos a las preguntas precisas, el arte que hace visible la transparencia que también somos. Todo eso nos salva, todo eso nos teje en común, crea comunidad. Y por eso lo devalúan constantemente. Porque una comunidad tiende a defenderse, y nos prefieren sumisos y solos, entretenidos y anestesiados, de espaldas al otro, desconociéndonos, anhelando tener y aparentar, temiendo perder lo que en realidad no necesitamos, justo aquello que nos hace más vulnerables y pobres. Frente a eso los libros, el arte, pensar en el otro. Comunicarnos. Crecer hacia el otro a través de uno, como un acto de legítima defensa.