Podría describir lo que
se desmorona.
El proceso.
La pausa.
Una lepra tranquila comiéndose los bordes
de las cosas
la pérdida
de la cartografía del
contorno. De lo irreconocible
entonces
como lo familiar. Podría
por ejemplo decir
no tiene consistencia
lo que abrazas
o bien
la no carnalidad
de la ceniza
si muerdes del lugar del corazón.
[de Limbo y otros poemas, 2013]
viernes, 25 de octubre de 2013
jueves, 17 de octubre de 2013
Ruptura y amnesia en Descripción de la mentira de Antonio Gamoneda.
Como ya explicamos aquí el último número de la revista Quimera llevaba un dossier sobre los últimos 35 años de poesía en España, hecho a través de unas votaciones y unos artículos sobre los diez libros más votados, y por tanto más representativos del periodo. O al menos la foto fija desde esta distancia y desde el grupo que votó. En el cuarto lugar quedó Descripción de la mentira, de Antonio Gamoneda, y me tocó escribir esto que sigue:
Ruptura y amnesia en Descripción de la mentira de Antonio Gamoneda.
Antonio Gamoneda nace en Oviedo el mismo año que la República y crece en un León con guerra y dictadura, cuenta que aprendió a leer con el único libro de poemas que publicó su padre muerto. Conoció la penuria como tantos entonces y como pocos de los poetas de su generación. Los otros tenían familia, pesetas y estudios, Gamoneda entró de chico de los recados en un banco y así durante veinte años de gris trabajo entre papeles y números. Una vida diferente a la de los más conocidos de la Generación del 50, también una poesía y una peripecia editorial distinta que lo alejan del canon y lo convierten durante mucho tiempo en una excéntrica mota de polvo en provincias. El chico que consiguió publicar Sublevación inmóvil, Adonáis mediante, y al que parece que se lo traga la tierra desde 1960.
Así sobrevino un largo, y aparente, silencio que duró diecisiete años. Tiempo en el que seguirá escribiendo poemas y libros que no verán la luz hasta mucho más tarde. Silencio impuesto por el canon vigente, el aislamiento provinciano y la censura implacable de un régimen. Escribe Blues castellano, quizá la mejor aportación al realismo social de la poesía española y quizá porque es cruda y radical, y puede que por eso pusieran un cepo en la imprenta para dejarlo mordido y oculto hasta 1982. Son muchos años sin libro y en León. Cuando Gamoneda publica Descripción de la mentira Gamoneda no es nadie.
Es 1977, Franco ha muerto y se está tejiendo el espejismo de la Transición. Aquella Generación del 50 hace tiempo que alcanzó la madurez y la moda que impera ahora entre los poetas tiene más que ver con la impostura Novísima: una poesía de espíritu culturalista y pretendidamente cosmopolita que quiere romper con la gris España de la Dictadura acercándose al lujo, al pop o al decadentismo, una poesía con ansías de modernidad y de beber y ser Europa y otros mundos posibles más allá del NO-DO o la poesía de la generación anterior. Y Gamoneda tampoco tiene mucho que ver con esto. Descripción de la mentira es un libro sembrado de flores enfermas que no intenta romper por evasión o ironía con el blanco y negro terrible del pasado, es más, es consciente de que ese pasado aún rezuma por debajo de las puertas cerradas y los telediarios. La poesía es una cuestión de mirada: qué mirar y de qué forma. Y en ambos aspectos Gamoneda rompe con su tiempo y consigo mismo.
Descripción de la mentira es un libro germinal, de donde acabará brotando toda la obra posterior del poeta. Aquí rompe con el realismo descarnado y seco de Blues Castellano y mezcla con ritmo propio a Lorca con Trakl o Saint-John Perse. Escribe desde la alucinación serena y enuncia una música otra, casi atonal, con la forma de un versículo áspero y cortante que por momentos parece extraído de algún salmo enfermo. Poco que ver con jóvenes y viejos. Poco con el Gamoneda de los libros callados. Pero a partir de aquí sus libros beberán una y otra vez de la dicción y los símbolos que aquí inaugura. Variaciones de sí mismo, para una obra que a pesar de los sucesivos, y ajenos, cánones, se ha terminado haciendo insoslayable. También con su dosis de premios e intrigas.
Para pasar de Gamoneda el nadie a Gamoneda el premio Nacional o Cervantes, leído y protegido con fervor por unos y vilipendiado por los otros, tuvo que ocurrir sobre todo Descripción de la mentira. Y aún hoy, a la luz de la coyuntura histórica tan parecida a la que vio nacer al libro, despliega nuevas vigencias, tal y como pasa siempre con los libros llamados a ser y a durar. Ahora que se desmorona el mito y el sistema de la Transición.
Aquel fue el tiempo de la amnesia inducida y Gamoneda explora y explota el tema del olvido precisamente para no dejar de recordar nunca. Se decidió durante la Transición que para cerrar las heridas lo mejor era no nombrarlas, pero la carne rota y las humillaciones de la Dictadura seguían estando allí. Describir la mentira de aquel régimen y la mentira de su superación, describir la mentira de la paz. Frente a la amnesia el eco de las delaciones y las torturas, los desaparecidos y la pobreza vigilada. Tras diecisiete años de silencio propio y casi cuarenta de silencio colectivo, Gamoneda decide romperlo no para gritar o cantar la supuesta libertad, el supuesto desplome de los muros, sino para mirar dentro de los escombros que atrapan aún tanto el pasado como el presente. Su propia experiencia: desde el paseíllo de los presos políticos frente a su casa leonesa cuando era niño hasta la purga de su obra o alguno de sus conocidos, hilvanado en el relato común de un país que tampoco ahora se permite contarse. Describir frente a frente una verdad arrebatada que en la confusión de la propaganda y el silencio acaba siempre convertida en nada. Esa mentira.
“Atravesamos las creencias”, dice una y otra vez. “Tierra desposeída de sus tumbas, madres encanecidas en el vértigo. //Es lo que queda de mi patria.” La memoria cifrada de las cunetas y los desaparecidos que todavía esperan cerrar su muerte. Todo eso es también este libro, el canto negro de los que perdieron la guerra, la paz y el final del régimen. Sobre todo eso va también Descripción de la mentira. Gamoneda pregunta a su interlocutor qué es el olvido, qué la destrucción y qué la mentira, y la respuesta es una pregunta llagada: el torpe consentimiento de la noche sólo para tener el sosiego del amanecer. La respuesta son los amigos muertos y la lucha por el pan. La mentira de un país al que despiertan de una pesadilla para sumirlo en un sueño narcótico, un país donde se escuchan llantos en los hospitales vacíos, donde sólo el cinismo puede evitar que comprendas que la mera convivencia con el horror y la vergüenza ya te hace cómplice, donde sobrevivir a los puros es condenarse a la traición. Hay algo de Celan y su eterno sentimiento de culpa en este libro, y extrañamente no hay nada parecido en la producción poética española de la época. La inercia de la amnesia y la complicidad.
Por eso, entre otras cosas, estamos ante un libro determinante si quisiéramos explicarnos la Historia a través de los libros de poemas. Pero también la propia historia de Gamoneda y su poesía. Hay aquí un ajuste de cuentas con la propia vida, donde se cruzan el miedo y la desesperanza con los asideros que permiten salvarse a pesar de todo: la madre, por encima de todo; los refugios de la infancia, entre el horror y la pobreza un olor o un paisaje que nos rescata a la vida. “Sucio, sucio es el mundo; pero respira.” Porque también se trata de la vida y sus torpezas, y de que a pesar de todo la vida es lo único y hay que seguir. El sacrificio, la lucha, el vivir con todo en contra y a pesar vivir, es la lección que el poeta recibe de su madre, y por eso convierte a la madre en símbolo universal en su poesía, tanto en este libro como en los posteriores. Igual que el color amarillo, que parece inundar cada página. Amarillo como la hiel, como el oro a punto de estallar, como la enfermedad o un mundo que se apaga y no lo sabe. Amarillo como el foco de los inspectores y la vigilancia moral. Amarillo Gamoneda, más allá de Trakl o de las vacas de Dámaso Alonso. Aquí y más tarde Gamoneda utilizará los colores como un pintor expresionista, como una seña rotunda y agresiva.
Pero más allá de los colores y las madres, más allá del pasado y su sombra descarnada, o de los ojos vigilantes de los vecinos y la policía, destaca una presencia fundamental en Descripción de la mentira: el tú con el que se dialoga. Lo que sea que signifique este libro está inscrito en los adentros de ese tú. El lector pregunta desde su lado del espejo: ¿quién es tú? ¿soy yo tú? ¿quién? La historia y sus traiciones, el padre, la madre, los amigos que pujando por la coherencia o la pureza acabaron purgados por el suicidio, la tortura o la desaparición, tal vez lo que quiso ser y no pudo. El propio autor, porque el yo siempre es múltiple. Porque la Historia siempre es un relato enredado y confuso. “Mi memoria es maldita y amarilla”, dice. “No te pondré otra venda que la que está raída alrededor de mi cuerpo”.
Y así procede. Descripción de la mentira describe la mentira del lenguaje y del poder, y también su vida pequeña. Tras quince años de silencio Antonio Gamoneda comienza a escribir este libro justo el año en que muere Francisco Franco y se empieza a adivinar que su legado le sobrevivirá. Aquí se habla del pasado y la vana ilusión del presente; la raíz histórica es ineludible para cualquier acercamiento a esta obra. De acuerdo. Pero también sabemos que la poesía es el arte de la multiplicación: el palacio o la chabola del millón de puertas y el millón de espejos. Al menos la que más me interesa a mí, como este libro. Descripción de la mentira está escrito de tal manera que pueden brotar tantos libros como lecturas. De eso se trata, creo, de que la poesía sea inagotable; y para ello muchas veces hay que asumir el riesgo de romperse. Gamoneda rompió con su poesía y con la poesía de su tiempo, pero encontró una voz. Los salmos rotos, la dicción amarilla. Cuando se salta al vacío cabe la posibilidad de acabar encaramado a una estrella, podríamos decir. Y también que el riesgo se agotó en este libro y que los posteriores no dejan de ser, brillantes, reelaboraciones.
Pero aquí nos contó el envés de la amnesia de España, la luz amarilla de los interrogatorios y los portales de las casas obreras de provincia; nos dijo qué hay dentro de las palabras y de los silencios, y dejó abierta la puerta para que pudieran entrar mil ojos distintos. Y eso ya es suficiente para estar en este lugar. Qué más da si aprendió de verdad a leer con el libro de poemas de su padre muerto, qué más dan los unos ciegamente a favor y los otros cruelmente en contra. Qué más da la mentira, si ardemos en sus bordes.
(artículo aparecido en el número de octubre de 2013 de la revista Quimera)
sábado, 12 de octubre de 2013
Un espejo lleno de ruido (en el CAF)+ DIES IRAE (Jean-Gabriel Périot)
Hace unos días fui a ver la exposición Obra-Colección que hay en el Centro Andaluz de la Fotografía de Almería, y no he tenido más remedio que escribir la siguiente reflexión que hoy sale en el periódico. La exposición sigue unas semanas más, aprovechad, que merece la pena.
Un espejo lleno de ruido (en el CAF)
En la primera planta del CAF hay ahora mismo una exposición que bien podría ser un espejo. Uno lee que el comisario es Joan Fontcuberta y como ha leído a Fontcuberta sabe de antemano que se va a encontrar reflexiones de gran calado sobre la mirada y las máquinas de mirar. Reflexiones: reflejos. Vamos y vemos las paredes empapeladas con imágenes que nosotros mismos creamos, fuera del museo, con la esperanza cotidiana de estar generando una serie de huellas únicas que describan nuestras vidas, que digan que nuestras vidas son únicas, especiales, como dicen que son las obras de arte. Pero el registro de nuestra vida y nuestra mirada diseminada en las fotografías que no paramos de hacer desde nuestros móviles o nuestras cámaras digitales demuestra que eso único y especial es simplemente la copia de una copia: un producto repetido, una nada simbólica igual a miles.
En una pared del CAF hay una obra de Penélope Umbrico que consiste en las 1200 fotografías que se subieron al portal Flickr el 1-7-13 con el tema de la puesta de Sol. Una amalgama de ruidos repetidos. Tu momento especial y único, esa luz y ese espíritu que quieres compartir en la red, como un reflejo repetido y apagado. Consumimos sentimientos, y su elaboración simbólica, hechos en serie como productos fabriles. Es lo que tiene la sociedad de masas, es lo que ha facilitado Internet. Nuestra individualidad como un algo más de lo mismo. Richard Simpkin expone una cronología con decenas de fotos desde 1985 a este año acompañado por un famoso. El trofeo que nos hace únicos es sólo la copia de lo que todo el mundo hace. El artista rescata esto a la mirada cotidiana y demuestra que vivimos en medio del ruido visual. Más de 500 millones de imágenes se suben diariamente a Facebook, vidas, repeticiones, rituales que se creen únicos pero que delatan la clonación de la vida, la copia como ritual de estar vivo y contarlo. Hay otra obra: Dies Irae, de Jean Gabriel Périot, que muestra en una pantalla una sucesión de imágenes sacadas del buscador de Google, que se van sucediendo a un ritmo frenético: carreteras, calles, interiores de casas o cárceles. Cientos, sin apenas tiempo de fijarse en tu retina. Puro ruido. El mundo que hemos creado pasa así ante nuestros ojos. Ahora que podemos verlo todo, que lo fotografiamos todo, que compartimos todo lo que vemos todos; ahora resulta que no podemos ver nada. Que todo parece lo mismo y acabamos emulando esa simplificación en nuestra relación con el mundo y con nosotros mismos. Todo eso dice la exposición. Asómate a ese espejo y, por qué no, comienza a quebrarlo.
martes, 1 de octubre de 2013
35 años de poesía española en Quimera.
Este mes la revista Quimera ofrece un dossier sobre los últimos 35 años
del panorama poético español (en lengua castellana, me supongo), y para
ello han decidido realizar una encuesta a un montón de críticos, editores y poetas
preguntándoles cuáles son, a su juicio, los diez libros de poemas más significativos desde 1977, y además ordenándolos del primero al décimo con sus correspondientes puntos. Un ejercicio demoscópico que parte de una premisa: intentar medir el pulso real de los libros y su valoración por los lectores más especializados, buscando una lista si no canónica al menos "objetiva." El experimento es interesante, aún a sabiendas de que toda lista es reduccionista y que si opera por consenso acaba dejando en los márgenes las apuestas más osadas, o simplemente jóvenes, (así se construye el tan necesario discurso estético marginal, no por devoción sino por exclusión); pero el sesgo va determinado, siempre, por la nómina de los encuestados: sus filias, su edad, sus fobias. Sería pues determinante conocer la nómina completa de los encuestados, para poder así "cocinar" mejor el resultado.
Los diez títulos que finalmente salieron elegidos revelan algo muy significativo , y es el vuelco hacia una determinada estética, hasta hace unos años un tanto outsider, al que aparentemente ha girado el consenso poético. Nada hay en esta lista de aquella estética que no hace tanto se imponía como hegemónica y que tomó el nombre genérico de Poesía de la Experiencia; parece que, al menos de momento, aquello está demodé. Eso significa algo, o puede que signifique lo mismo que cuando hace años recuentos similares se centraban casi exclusivamente en libros de aquella tendencia.
Si se abre el debate y se activa un poco el pensamiento sobre la escritura y la edición poética estimo que este dossier habrá cumplido su objetivo, más allá de echar de menos o de más nombres y libros.
En la revista aparecen los títulos comentados por diferentes críticos. Va aquí la lista de los libros, en orden, con su correspondiente comentarista:
1- Libro del frío, Antonio Gamoneda. (comentado por Miguel Casado)
2- Cuaderno de Nueva York, José Hierro. (comentado por Carlos Alcorta)
3- Casi una leyenda, Claudio Rodríguez. (comentado por Luis García Jambrina)
4- Descripción de la mentira, Antonio Gamoneda (comentado por mí)
5- No amanece el cantor, José Ángel Valente (comentado por Juan Manuel Macías)
6- Fragmentos de un libro futuro, José Ángel Valente (comentado por Julio César Galán)
7- De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall, Blanca Andreu. (comentado por Erika Martínez)
8- El otoño de las rosas, Francisco Brines. (comentado por Rafael Fombellida)
9- La tumba de Keats, Juan Carlos Mestre (comentado por Olga Bernard)
10- Y todos estábamos vivos, Olvido García Valdés (comentado por Esther Ramón).
Añado aquí mi lista por si alguien siente la curiosidad, defendiendo que es imposible de partida realizar una lista de sólo diez libros y además puntuándola de diez a uno. Con todo éste fue el resultado de una agradable reflexión y estos diez son (de) los libros que recomiendo que se lean porque con ellos leí y viví con intensidad:
1- Mandorla, José Ángel Valente, 1982.
2- Libro del frío, Antonio Gamoneda, 1992.
3- La marcha de 150000000, Enrique Falcón, 1994-2009.
4- Troppo Mare, Javier Egea, 1984.
5- Last river together, Leopoldo María Panero, 1980.
6- Caza nocturna, Olvido García Valdés, 1997.
7- La tumba de Keats, Juan Carlos Mestre, 1999.
8- Matar a Platón, Chantal Maillard, 2004.
9- El fósforo astillado, Juan Andrés García Román, 2008.
10- Cuchillo casi flor, Luis Feria, 1989.
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