Todo el día la montaña ha mostrado
con arrojo su blanco esplendor,
disipando toda ambigüedad,
pero ahora, a punto de cerrrarse
este largo día de junio, el lívido cielo
aún azul, y la luna encumbrada
en lo más alto, la montaña
se aparta de tanta pompa,
de tanta vanidad superficial,
y va a la deriva sobre el horizonte,
fantasmal, irresoluta, más parecida
a una polilla blanca y frágil
que a la tensión masiva
de rocas, de su osamenta, bajo
su carne de nieve.
[de Arenas del Pozo, 1996]
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