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jueves, 19 de marzo de 2009

La flor de la tortura en 7de7 (Eduardo Fariña Poveda)

No creo exagerar si digo que 7de7 es una de las mejores revistas poéticas de la red. Sus contenidos a lo largo de su exitencia así lo avalan. Su director, Marcos Canteli, nos acerca propuestas creativas siempre interesantes y muy en contacto con el otro lado de nuestra lengua, allá en las américas. Por ejemplo, ha conseguido varios poemas de la poeta mejicana Laura Solórzano para este último número. Lo digo, porque yo anduve como un poseso detrás de Laura cuando llevaba Oniria (ese proyecto del que ya no queda huella en la red pero que fue muy estimulante). En fin. Os recomiendo masticar lentamente cada número de 7de7. Resulta además que en este último viaje aparece una reseña sobre "La flor" firmada por el crítico Eduardo Fariña Poveda. Con un punto de vista muy interesante. Ahí os la dejo:
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Sólo entonces seremos el poema
Es probable que de todas las definiciones y tránsitos que la palabra escribir estaría decidida a aceptar sin mayor problema, es verosímil y sugerible que sea participar (en algo). La escritura poética y la orgánica que le da vida y pretende representarla en las diversas realidades logran necesidad de primer orden y expectación frente a la conocida saturación de la sociedad de la información. Adaptándose a nuevos formatos y dinamizándolos, la poesía desconoce extinciones pero mantiene las supuestas crisis y su margen. Desde aquí la comunión con el individuo es algo más que el intercambio de presuntas emociones y sensibilidades. El lenguaje deberá estar motivado a crear una relación recíproca y trascendental. A invitar al silencio, a lo humano, a rescatar la belleza aunque este signada en la violencia, a resistir. Contemplar e invitar aunque (un) algo produzca aflicción y tome apuntes de la respectiva confesión. Todo poema tiene algo de confesión, de una tortura.
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La Flor de La Tortura, es el cuarto poemario de Raúl Quinto (Cartagena, 1978). Anteriormente había publicado Grietas (Dauro, 2002; reeditado junto a Poemas del Cabo de Gata, La Garúa, 2007), La piel del vigilante (DVD, 2005; premio Andalucía Joven 2004). La flor de la tortura contiene 4 partes, las cuales, teniendo como pistas interesantes citas, intentan diseñar un espacio en donde la tensión artística pueda traducirse en la mayor cantidad de colores y materiales posibles. En todos los poemas hay flirteo a las más diversas manifestaciones artísticas, en especial a las que ponen significativamente de relieve la representación. Anunciado ya el gesto por la cita inaugural de Gunter Brus, los poemas de La flor de la tortura pueden ser también un registro de accionismo vienés. Exposiciones de acciones en espacios controlados en donde la violencia abogaría por una mutilación hacia cualquier estado de quietud. La invitación a experimentar la belleza en toda modalidad posible y necesaria. Estos textos nos hablan en gran medida sobre la estética del exceso, el color hecho crueldad y el poema como un acontecer genuino en su dolor y como proyecto de metamorfosis final. Dentro de las muchas significaciones y temáticas por donde transitan los poemas, estas realzan un itinerario interesante para transitar.
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Si se ha de tener en cuenta una estética del exceso en los poemas de este libro es por el visible intento de este hablante en dejarle en claro al oyente que para contemplar en plenitud se debe abolir cualquier experiencia vivida tanto en la vida real como mental. Queda muy bien reflejado en el comienzo del poema "Puerta Al Sótano": Todo es frontera en la mirada/ Abolición de lo vivido/ Inmediatez de lo extranjero. Observar este Sótano es pedirle a ese sujeto que mire a su interior, que contemple y rasgue lo que lo envuelve, como de alguna manera, podemos vislumbrar en todo el poema. Las imágenes en el poemario no eligen ni exigen atributos para la forma en que lo excesivo toma color, parecen a primera vista un diálogo con la confusión o diversas estrategias para desdecir lo que la luz o claridad fija de antemano en nuestra relación con el mundo. En estos versos de "Abrazo, Niebla" podemos encontrar otras pistas, otros movimientos de esta trayectoria: Abrázanos con fuerza en el reflejo/ posa tu párpado en el mío/ y destruye la luz. En Sacrificio parece dibujarse en el ocurrir un instante de revelación. Lo descrito en este texto nos recuerda al cuadro El Sacrificio de Isaac de Caravaggio, ya que se nos revela la presencia de Isaac y con ello se expone el mecanismo de ideal de belleza que signa. Donde los cuchillos, la sumisión, la sangre articulan un exceso o trueno: Sobre la palma de tu mano/ La traslación oscura de los astros/ Dibuja el movimiento/ De los cuchillos y la sangre.
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La relación del arte con la crueldad, el color que puede salir de la mezcla de ambos es otro de lo aspecto que parece articularse en el poemario. Insiste la imagen en no conceder ningún tipo de candidatura a lo que podría señalarse. Maurice Blanchot, refiriéndose a la poesía de René Char ha establecido una útil forma de poder acercarnos a la situación posible de la imagen en el texto: “La imagen, en el poema, no es la designación de una cosa, sino la manera en que se realiza la posesión de esta cosa o su destrucción (…) tocarla en una unidad de simpatía o en una unidad de repugnancia” (1). También es atribuible a estos poemas. Si está simpatía o repugnancia que se citan generan los mecanismos de un movimiento, la elección posible sobre cualquiera de estas sólo es válida si la ausencia de lo que se estableció en un contrato no firmado por crueldad se vive. La ausencia de lo que se da o alcanza. La imagen de crueldad se interroga en el individuo y va en la búsqueda de una transformación. En "Oxidiana" tenemos un momento de enfrentamiento. La evolución interior que podemos protagonizar. Un espejo Maya en donde podemos presenciar la encarnación actual y a la vez lo que estamos aprendiendo. Otro sacrificio y/o representación de crueldad: Esta noche profunda/ gota de sangre deshaciendo un rostro/ reflejado en el agua/ esta noche en que me naces y me ahogas/ bajo una flor de azufre. El ritual, como sabemos es un método para lograr una comunicación con un algo que excede nuestra experiencia inmediata. Otro momento de fulgor de esta flor de la tortura está en "Cirugía": Existe un puente entre el dolor/ y la belleza, una flor de óxido/ que entierra sus raíces/ en las agujas hipodérmicas. Quizás aquí se propone una especie de definición, la estética de todo el libro. Lo que puede unir ambas cualidades no es necesariamente algo que se mueve, afloran las raíces cuando la sensación interroga la piel.
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Poema que calla cuando la tierra llama para que podamos ser nosotros mismos el acontecimiento. La matriz misma del lenguaje es un cáncer que se extiende hasta la morgue en donde Gottfried Benn decide no escribir. Uno de los tantos hallazgos de los textos de Raúl Quinto es recordarnos que el papel también tiene secreciones dignas de un buen olfato y que la performance de la morgue la vemos en las calles. Si seguimos a Beuys, su liebre, junto a la idea de que todos podemos ser artistas, también podemos ser a la vez acontecimiento. La unión de ser y acción en el texto puede equivaler al descubrimiento del paisaje en donde se talla el deseo. En Eboraria llama la atención como en las dos partes que componen el texto, la técnica de tallar el marfil consigue que la ciudad sea cuerpo sobre los cimientos de otro cuerpo. La sangre y las uñas son los accesorios para la escritura de esta. Así por citar mas no hay rastro de ti / ni la oscura danza del poema / por estas avenidas/ que recorre la gente hacia el mercado / y el marfil es la luz/ que traza este murmullo de pupilas en blanco. En la segunda parte del texto centramos la energía donde ya no podrán distinguirse las capas de los cimientos. Como unidad y/o agrupación exhaustiva de hechos, se ha dado y se dará lugar para el Tú (en el poemario la segunda persona del singular pareciera ser el auténtico anhelo de la tortura) Mi mano sólo oprime tu garganta/ la tuya escribe este poema y tiembla/ de tanto frío que congrega/ alguien lo dijo antes/ tocar es padecer el nombre de las cosas.
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Si el Tú o su configuración como un terreno pudiera engendrar el deseo. A manera de un paisaje donde la performance logré concatenar las torturas posibles frente a la realidad inmersa en un barroco demoledor. Se acercaría el atisbo del deseo si esta realidad la desarmamos por acrobacia de este. Gilles Deleuze refiriéndose a su obra El Antiedipo (Junto a Félix Guattari) argumentaba que el deseo no es por la cosa en si misma: “No deseamos algo o a alguien, sino un conjunto de cosas, de estados de cosas, de modos y de modalidades de cosas, por las cuales se opera una reorganización de su ser en el mundo, que inspira, estimula, incita. El deseo es siempre múltiple ya que es la promesa de un proyecto o de una transformación” (2). Lo anterior podría aproximarse a lo que podemos ver reflejado en la lectura. Es probable que la tortura de la que se nos hace cómplice gracias a este Tú propuesto sea una alternativa reorganización de ese ser en el mundo o los territorios que le sean más aledaños. Hay posibilidad para que la pintura, la música (tenemos ecos clave de la Velvet Underground), la instalación, el sentimiento por una mujer, el azar (Ahí cabalgando Mallarmé) y la ebriedad de Houdini logren tejer una red para que salvo el lugar, logremos dejarnos atrapar, o al menos algunos pedazos de nuestra circunstancia.
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Si en La Piel del Vigilante, partiendo de la referencia al célebre cómic de Moore y Gibbons, Quinto propuso una máscara para el poeta y/o su lector y con ella puedan socavar en los misterios del mundo la sustancia del otro, en La flor de la tortura es posible que esa materia descubierta haya despertado el apetito por el desgarramiento del poema. La Tortura como recorrido y como obra de arte, como Tú o como objeto de Andy Warhol o el último lamento de Ian Curtis. La Flor de la Tortura es idóneo para leerlo en la Noche de Westphalen, arrancando sus pétalos y pasando páginas. El libro al contener demasiadas referencias obliga a googlear constantemente muchos fragmentos de sus poemas, una lectura superficial anula cualquier ánimo de asombro. Un poemario interesantísimo que confirma nuevamente a su autor como uno de los poetas jóvenes españoles que puede estar obligado y con ello, condenado a largo plazo a estar entre los proyectos escriturales más arriesgados del panorama poético actual. Y entonces seremos el poema, gracias a la tortura.
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NOTAS:1) Maurice Blanchot, La parte del fuego, Arena libros, Madrid, 2007, p. 103.2) El Abecedario de Gilles Deleuze, 1996. Disponible en Youtube:http://www.youtube.com/watch?v=PDGfL_c77wc&feature=relatedY además: Patrice Guinard, Por el Abecedario de Gilles Deleuze: Testimoniohttp://cura.free.fr/esp/28delesp.html"

Eduardo Fariña Poveda

domingo, 30 de noviembre de 2008

VELADURA (Laura Solórzano)

A veces el vuelo bebe las alas.
A veces el vaho se oscurece en el plasma
y la báscula ha cesado. Momentos
en que veo tu mirar de contagio
y tu pleamar en la mente del cuervo.

Se vence la trama que traías al conjunto.
Se coleccionan, una a una en mi colegio de elementos
transpirados. Y me quedo de pie en la postal
que habla del paisaje, pegada al pesebre
que abre su entrecortado tufo.

Hay otras cuerdas, otros lobos, otros sitios
agarrados al motor, se eleva el motor y así resurjo.
Me bebe el vuelo de tu noche.
Se oscurece la entraña en el venero del vaho.
Es inquietante proceder en el ala, internar el olvido.

domingo, 6 de julio de 2008

méxico. tierra baldía.


México es un país grande, en todos los sentidos. Tal vez es el país con el que mi vida literaria más veces se ha cruzado. De allí son o allí viven alguno de los poetas vivos que más me han interesado en los últimos años. Cuando copilotaba Oniria y me quemaba las cejas buscando nombres que quemaran los párpados de nuestros lectores casi siempre acababa tropezando con México. Busqué como un poseso la manera de contactar con Laura Solórzano, aunque no hubo suerte (desde aquí le hago llamamiento para decirle que aún, pese a no tener ya Oniria ni excusa, la sigo deseando), recibí unos textos fabulosos de Silvia Eugenia Castillero que algún día habrán de ser publicados, por justicia y porque lo debo, y Eduardo Milán me puso en la senda de un escritor diferente, para mí fascinante (en Oniria lo albergamos en un número y es una de las cosas que hicimos en la revista de la que más orgulloso me siento), Salvador Gallardo Cabrera.

Con él y con otra mucha gente de valía comparto las páginas de una revista editada por la Universidad de Aguascalientes, en México, claro. Tierra Baldía se llama, Eliot, que casi siempre aparece. Echadle un ojo (se puede descargar), y no permitamos que se rompa ese puente de lengua que une el Atlántico.