Javier Egea es uno de los poetas que más me han influido en mi vida, sinónimo de ciertos conceptos que se me grabaron a fuego durante mis años de formación granadinos. La poesía otra. Este año se cumplen diez de su suicidio y veinticinco de la edición del que para mí es su mejor libro: Troppo Mare. Su huella en mi obra es notoria, sobre todo en los Poemas del Cabo de Gata. Pero aunque menos evidente es fácil rastrearla en muchos otros textos. Ahora y aquí en Almería, de la mano de Antonio Lafarque y José Andújar, se ha organizado unas jornadas de homenaje para reivindicar su figura y recordar su vinculación con esta tierra en aquel libro maravilloso que escribió en La Isleta del Moro. Dentro de esos actos participo el sábado 10 de octubre a las 12h. en La Isleta (a las 10:30 sale un bus gratuito de la biblioteca Villaespesa), en una mesa redonda que girará sobre Troppo Mare, junto con los granadinos Javier Benítez, Alfonso Salazar y el almeriense Juan Manuel Gil. Si alguno se pierde por ahí puede disfrutar del brutal paisaje del cabo y de la poesía abismada de Javier Egea. Merece la pena. Mientras os dejo un artículo que escribí hace cinco años para un periódico. Para mí en esa ocasión escoger el tema fue muy fácil, sólo tenía que dejarme llevar por la devoción. Lamentablemente esas obras completas que anuncio aún no han visto la luz: otra injusticia poética que posterga a la sombra a una obra mayúscula...
"Javier Egea necesario.
Nunca hablé con Javier Egea, ni me lo crucé por la calle, ni supe de su existencia hasta que ya dejó de tenerla físicamente. Mi relación con él es la de un lector con su poesía, por lo que pienso que somos patrimonio el uno del otro, que puedo escribir sobre un gran poeta sin ofender a nadie ni pedir permiso a aquellos que se sientan guardianes de su memoria. Escribo pues, en penumbra, entre la luz de unos versos ardiendo y la alargada sombra del mito. Un mito cuya presencia es evidente en esta ciudad: homenajes, una plaza en el Zaidín con su nombre, reediciones de ‘Troppo Mare’, ‘Manifiesto Albertista’ y ‘Argentina 78’, un premio literario concedido por una asociación (del Diente de Oro, como los sonetos que Egea preparaba antes de su muerte) fundada para difundir su legado, un volumen de Maillot Amarillo dedicado a su persona... y, por encima de todo, la admiración vírica que se transmite de unos lectores a otros sin importar condición, ni filias ni fobias. Por lo que se ve Granada va devolviendo poco a poco la deuda adquirida con su poeta.
Lo que sucede es que la obra de Javier Egea es inmensa, demasiado para que quepa en esta estrecha ciudad: el oxígeno del talento es la amplitud de espacios, dejar los pedestales de las plazas provincianas para ocupar las estanterías y los ojos de los lectores en una extensión proporcional al talento desalojado (como diría Arquímedes si fuera crítico). Y a pesar de eso, parece ser que fuera de Granada pocos son los que valoran a Egea de la misma forma febril que aquí lo hacemos, algunos lo relacionan (los más instruidos quizás) con La Otra Sentimentalidad, el resto, que tal vez comprenda la realidad a través de las páginas de sucesos como el Fernando Vidal de Sábato, apenas saben que se suicidó hace unos pocos años. Resumiendo, el que muchos consideran el mejor poeta granadino de finales del siglo XX no es más que una anécdota para la mayoría de los lectores de este país. Se me antoja que esta situación podría cambiar cuando Lumen (y la maquinaría mediática que arrastra) saque al mercado la recopilación de su poesía que el mismo autor proyectó, y libros como ‘Raro de Luna’, demasiados años descatalogado, abandonen el ostracismo. Una noticia para celebrar, sin duda, después de tantos rumores. Aunque mientras el libro todavía no exista, habrá que seguir esperando y por lo menos, aquí en Granada, no dejar de leer sus versos o lo que es lo mismo, resistir al asedio como un "pequeño pueblo en armas contra la soledad", porque como en el poema "ellos, los asesinos, / siguen alentando la larga collera de los perros"; nos sigue arañando el alambre de espino del conformismo, la negra matemática de Davos, desde las páginas vacías de la prensa y la literatura. Contra la uniformidad del muro unos ojos abiertos, contra el narcótico del "progreso" la conciencia del decorado: eso es, entre otras cosas, Javier Egea.
No sé de ningún poeta de esta ciudad que suscite una admiración tan unánime entre los más variados (y a veces enfrentados) gustos. Alguna evidencia estética o ideológica debe existir para que coincida lo irreconciliable, y que para cada cual bien podrá ser algo totalmente distinto; en lo que a mí respecta confirmo todo esto y apenas sí intuyo las razones, quizá por aquello de Coleridge de comprender la poesía sólo de un modo imperfecto y general, tal vez porque hay productos artísticos que pasan irremediablemente a formar parte de uno, como sucede con el Lorca fagocitado por el oleaje de ‘Troppo Mare’, escrito tan cerca de donde estoy que me siento incapaz de mirar la Bahía de los Genoveses sin escuchar "tanto mar y de golpe", sin esperar temblando la llegada de La Nube. Pero digamos que eso es un latido que compete a mi intimidad. Tras el verso anterior: "tanta historia y vencida", y es que a veces romper el cerco es caer en el desastre, o así lo demuestra la Historia del siglo pasado, a la que se encuentra irremisiblemente unido Javier Egea.
En 1999, con ese siglo XX, como cerrando su telón de contradicciones, se fue un artista prototípico de tal época (la que nos nutre y de la que todavía formamos parte). Pienso en su admirado Alberti, veo a Picasso, ambos mutantes que evolucionan o se fracturan sobre sí mismos sin perder nunca la conciencia de su propia identidad, del mensaje y la función que su arte tiene en confrontación con la realidad social de su tiempo, con la historia. Artistas no satisfechos con el molde, rompiendo uno tras otro, creando los propios pero sin perder de vista, sin dejar de agrandar la tradición (Picasso nunca dio el paso a la abstracción). Como Javier Egea, ensanchando el cauce de su/la poesía constantemente: del clasicismo estrófico al verso libre, de la narratividad a la imagen onírica, de la canción mínima al poema río, al poema océano, de Bécquer al psicoanálisis, del grito político al susurro emocionado, y de fondo su voz única, breve, intensa, como una llama súbita que cambia de forma al ser observada, que en un instante se apaga pero permanece largo tiempo en la retina. Evidentemente no soy objetivo en mis apreciaciones, aunque intuyo porqué Javier Egea es necesario, puede ser que su poesía mire de frente, y nosotros, sus lectores, sigamos "viviendo el mismo frío,/ la misma explotación,/ el mismo compromiso de seguir adelante/ a pesar del dolor", y eso sea suficiente. Nunca hablé con Javier Egea, sólo respiré un aire parecido, sólo escuché alguna que otra vez el latido del mundo a través de sus versos. Y ahora sólo intento pagar mi deuda.
Aparecido en el periódico La Opinión de Granada el 19 de febrero de 2004."
16 comentarios:
Cuánto ha llovido desde ese artículo y qué poco han cambiado las cosas, mola volver a leerlo y que participes en ese homenaje. A mí Egea también me influyó durante los años de "Radiografía...", concretamente en los poemas breves de "Paseo de los Tristes" encontré sugerida una manera distinta de analizar la relación de dos personas, cómo el amor y el sexo están atravesados por la explotación mutua, e intenté aplicar esta idea y ese rechazo de la ingenuidad a mi escritura.
Ya me contarás qué pasó con cierta propuesta de aquel joven estudioso de Egea amigo nuestro... Indigna ese entramado de odios, intereses y catetismo que impide que la obra de este poeta salga más a la luz. Pero ya me resulta cansino ese tema, mejor rendir tributo releyendo un poco sus libros que mentando a los "guardianes de su memoria".
un abrazo
No sé si ponerme de rodillas y venerarte Raúl. Que por qué... Me parece fabulosa esta entrada.
Confieso -como tantas otras veces he confesado y me temo, seguiré confesando- que no conocía a Javier Egea. Que, desde ya, me estoy culpando por ello. Me fijo y veo que físicamente tiene ese aire Kerouac que tanto me atrae.
El artículo es maravilloso. He ido apuntando cosas como La poesía otra o La otra sentimentalidad. Son cositas que guardo muy bien en mi palacio.
Intento dar algún sentido a ese ostracismo. No lo encuentro. O sí. Pienso que debemos ser libres, lectores libres, es el único arma que tenemos para dejar que lo anecdótico genere cataclismos.
Muchas gracias, Raúl. Ojalá pudiera estar allí.
Qué bueno poder descubrir poetas como Javier Egea en tu blog, Raúl. Gracias. Hace falta -como dice Rubén- volver a la lectura de esos poetas ninguneados por la ceguera del entorno, esa es la mejor manera de saldar esa deuda de la que hablas en tu texto.
un abrazo,
Laura.
rubén,
Javier Egea es otra de las devociones que compartimos, es lo que tiene haberse criado juntos en esa terrible granada de principios de siglo. Aún recuerdo la lectura que hicimos todos (pese a tus interrumpiciones) de Troppo Mare en la playa de la Isleta hace unos cuantos veranos... momento pleno.
Esperemos que con el tiempo las cosas se pongan donde deben estar y se prime la obra de este gran poeta para que más gente pueda leerlo y vivirlo y que cambie sus vidas como nos pasó a nosotros.
Esther,
Egea es un poeta magnifico, que ahora mismo es muy difícil encontrar en las librerías por unas absurdas peleas entre herederos y amigos, la víctima: el poeta y los lectores que quedamos huérfanos. Espero que puedas subsanar ese comprensible hueco en tus lecturas, sería una buenísima señal. Si he conseguido contagiarte mi entusiasmo ya habremos dado un paso de gigante.
Laura,
me alegra que valores también la poesía de Egea, poeta político, humano y comprometido con la escritura. Poeta, como digo, necesario. Hay que propagar esta enfermedad entre más lectores.
un abrazo a los tres.
Como toda persona que ha estudiado en la facultad de Granada, me encontré en mi primer año de carrera con la poesía de Egea, que me entusiasmó. "Tropo mare", "Paseo de los tristes" y "Raro de luna" fueron mis tres libros de cabecera durante unos meses -"Raro de luna" como no pude comprarlo lo fotocopié de la biblioteca, a ver si lo encuentro entre los apuntes de mi primero de carrera. Luego, después de unos meses completamente egeanos, pasé a leer otras cosas -claro, me vinieron los meses cernudianos, rilkeanos y leopardianos, por este orden- y Egea quedó a un segundo plano, tercer plano, cuarto plano y ningún plano. Sin embargo, el verano del año pasado volví a leer "Paseo de los tristes", y aunque ciertamente Egea ya no está entre mis poetas favoritos y encontré muchas cosas que me chirriaban extremadamente, también seguí encontrando versos que acuchillaban como el siguiente poema:
¿No te voy a querer
si es un diezmo el amor?
¿No sientes el fusil de los recaudadores,
aquí, contra la nuca?
Egea me pareció en mi relectura que practicaba una destrucción necesaria y una construcción también necesaria, esa forma de analizar el amor como una explotación mutua tal y como acertadamente señala Rubén. Incluso pensé en escribir una entrada en mi blog intentando mostrar esa necesidad de Egea, una poesía de la necesidad. Y como ya he dicho y repito, egea ya no está entre mis poetas favoritos, pero sí está -lo cual quizá es más importante o al menos hay más piel- entre mis poetas necesarios.
Por otro lado, qué pena no haber podido estar en lo de la Isleta, sobre todo por haber vuelto al Cabo de Gata, a ese mar, a ese pequeño pueblo. Ya te he contado alguna vez la verticalidad que sentí hace un par de años recorriendo el cabo de gata, cómo no le iban a venir a Egea ese "extraño tanto mar, raro este cielo" ante esa verticalidad de piedra y agua.
Un abrazo fuerte.
Yo sí tuve la suerte de conocerlo. Javier (Quisquete) tiene buena parte de la culpa de que yo ande en esto de la poesía. Conservo como oro en paño la carpeta que me regaló después de un recital sobre el tango, letras de tango mecanografiadas por él. Como el regalo quedaría muy "impersonal", me autografió su Ars Poética en la carpeta, a lápiz, en la barra de un bar. Salud.
ana,
es verdad que hay un mito forjado en torno a su figura que es difícil de comprender desde fuera de Granada, allí su presencia es (o era) constante, pero fuera su voz apenas se escucha y más por los problemas de edición que tiene su obra... sin embargo, aún creo que su poesía está por encima del mito, aunque este haga que muchos se acerquen a la otra.
Troppo Mare, como digo, es para mí un libro fundamental, lo he releído estos días con motivo de la mesa redonda y me confirmo en que es algo grande. A pesar de que mi gusto también ha evolucionado, lo bueno permanece. Por cierto esas fotocopias de Raro de luna quisiera tenerlas yo, pues leí el libro de la biblioteca de letras pero no lo tengo y hace años que quiero releerlo...
Estupenda la cita que pones, no te cortes de hacer una entrada ege-ana en tu blog, sería un contraste interesante. Avisa.
Mario,
ese manuscrito en rojo profundo con rúbrica y pequeño pueblo en armas contra la soledad al fondo es un tesoro que debes guardar con celo... y si la poesía de Egea es culpable de que exista la tuya, ya tiene un motivo más para mi veneración.
un abrazo.
PD. he editado la entrada para corregir la presencia de uno de los invitados al acto que al final no apareció.
Raúl, si me dejas tu dirección de correo me ofrezco gustosamente para, una vez encontradas y desempolvadas mis fotocopias de Raro de luna, hacer una copia para ti y mandártelas.
ana,
iré en noviembre a Granada, puedes dármelas en mano si quieres. Así ahorras en sellos, que está la cosa jodía.
besos.
estupendo, no tanto por los sellos sino porque me gusta dar las cosas en la mano :)
Raúl, yo no tengo perdón, estando tan cerca y me he perdido el encuentro de la Isleta. Me quedo con la jornada del jueves, llena de poesía y de anécdotas del poeta. Me gustaron todas las intervenciones en general, pero creo que destacó la de García Montero. Tiene el tipo una voz, diría incluso, un acento carismático.
andrés,
sí que estuvo bien lo del jueves, más para los que "amamos" de alguna forma la figura de Javier Egea, se nos humanizó mucho. Y Luis García Montero es un tipo que domina el registro oral de una manera apabullante, un encantador de serpientes, como me comentaron esa tarde. Me gusta más oírlo que leerlo...
un saludo
precioso escrito y como iempre otro hallazgo raul eres un crack!
por cierto saludo con alegria infinita la presencia de mario cuenca porv aqui besos adolfo!
adolfo,
si puedes le echas un ojo a Javier Egea, te gustará. ¡los cordobeses os multiplicáis!
Enhorabuena por el artículo.
Por ahora, y a tenor de los poemas de Egea que he encontrado en la red, no comparto el entusiasmo de todos vosotros, pero esperaré esas ediciones para una lectura más a fondo, porque es verdad que unos poemas sueltos en la red no dan cuenta de cómo respira una obra. Hay que ir a los libros.
salud
stalker,
hay que ir a los libros,sin duda.De todas formas intuyo que no va a ser una poesía que a ti te guste. En Egea el clasicismo tiene un peso brutal (en parte por eso su obra aguanta tan bien) y toca en Paseo de los Tristes con la poesía de la experiencia (el mejor libro de esta corriente). Creo que estas dos nociones lo alejan de ti, aunque yo no puedo más que recomendártelo.
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