domingo, 28 de diciembre de 2008

PAISAJE APOCALÍPTICO (Ludwig Meidner)

Ludwig Meidner fue un pintor expresionista conocido sobre todo por sus series de pinturas de tema apocalíptico, en la misma corriente que otros artistas y poetas del momento, anticipó el inmininente desastre de la Gran Guerra. Sus paisajes y ciudades bajo el fuego y las plagas del fin del mundo pueden llegar a sobrecoger, un par de años después el Apocalipsis hizo su ensayo general en las trincheras de Verdum, pero ese fin no llega, o llega todos los días, esa ciudad, ese paisaje, ahora mismo, en Gaza. El fin del mundo en cada instante.

Desde aquí un abrazo a los que conocí en Gaza hace unos años, deseando que ninguna bomba los haya alcanzado. Esperando que hayan corrido más que la muerte.

7 comentarios:

Stalker dijo...

Yo me voy a permitir, con tu permiso, abrazar a los que no conocí ni conoceré, a todos los seres distantes y anónimos. Ojalá que puedan sortear todas las bombas.

Abrazos

Anónimo dijo...

"El fin del mundo en cada instante"... en cada momento, en las noticias, el eterno problema Palestina/Israel pasa ante nuestros ojos horrorizándonos cada vez mas ¿hasta cuando?

...y Meidner, sobrecogedor.

Besos, Pilar.
PD: imagino que Rembrandt en el Prado, emocionante.

raúl quinto dijo...

stalker, me sumo. Qué triste es que una onda expansiva ni siquiera nos despeine..

pilar, lo lamentable del problema palestino es que no es eterno, sino que fue algo inventado, con fecha de comienzo. Meidner es un punto, y Rembrandt es todo lo que te han contado y más

Unknown dijo...

Estimado señor: Raúl Quinto
Una desesperación muy razonada me mueve a escribirle la presente carta. Cansado de saber jamás lo que otros pudieran pensar de lo que hago o planeo, esta vez le detallo a usted algunos asteriscos de mi pensamiento con la esperanza de obtener por parte suya, un consejo, veredicto u opinión, y hasta unas cuantas palabras que expresen su comprensión y acuerdo— si se da el caso.
Señor, tengo espléndidos planes si nada me falla o me da la espalda, para mi porvenir, que es a la vez, el porvenir de todos. Antes que nada, diré que quien le escribe es un lejano habitando de los desiertos tacneños, allá en América, exactamente en el sur del Perú.
Precisamente me encuentro horrorizado de tanto mutismo idiota alrededor mío; es decir, para mí aquí todo resulta desierto. Estoy hastiado de tanta nadería, la vida me resulta… ¡la vida se reduce a un lecho y a un estómago envidiosos! Maldición! Para los planes que tengo, la sociedad de hoy en día no me ayuda para nada. Y si hoy le escribe a usted se debe quizá a que mantengo la idea de poder obtener su comprensión como caballero intelectual y hasta poeta, y así obtener su visto bueno y continuar con mi vida, la lucha que llevo, muy conforme y orgulloso.
Ansío una gloria que a diario se me anuncia y que demora. La ansío tanto como se ansía un harén de complacientes señoritas de todas partes del planeta, sabe Dios para qué.
Bueno, basta de prólogos. He aquí que le explico mis detalles.
Antes que otra cosa, he de decirle que también escribo poemas y no sólo eso. Pienso que todo principio proviene, toda fuerza o idea, tiene sus orígenes en la Poesía; con tan sólo ver el horizonte con su atardecer, contemplarlo y luego pensar dentro de nuestro cerebro, hacemos poesía. Educamos nuestro entendimiento. Con ello, mi meta es alcanzar un sillón en un poder, hasta ahora inalcanzable, que lo reconstruya todo. He aquí unos versos de mi autoría como muestra de mi pensamiento:

Una noche en la que yacía en vela
Fui presa del dolor más terrible
Que una visión tremenda me causara.
Vi claramente la osadía
Y la violencia de las muertes tontas.
Aquella noche vi todas las guerras
Y el río de sangre me lleno el alma.

Niño aún, bebí del vino de la gracia
Y del perdón – y de poder ver todo
Cuando aún las malas noticias llenaban
De un frío sórdido mi cuerpo hirviente.
Extático, nadie contra mí atentaba.
No era mi guerra ni tampoco mi causa
Pero el dolor que veía – inmenso era.

El bien y el mal siempre van mezclados.
Qué visión confusa y qué consuelo.
Mi paz quiere consumarse al lograr
Esa anhelada Patria que tantos
Desde inmemorables tiempos han soñado.
No encuentro mejor trabajo para alguien
Que anida en su corazón la muerta gloria.

Y desde aquel día no estaré sólo.
Lo juro. – Qué enormes cuerpos que viajan
Llevando sus esperanzas vanas
Y buscando lo que mis ojos miran.
Y qué idiomas que hablan. Los conozco.
Tanto como el mar que a la tierra baña
Y el sol que a diario la calienta.

Pero tú gran Observador del Cielo
¿No sentiré pena acaso si digo
Que proseguiré la causa que me digo?
Me conoces y siempre he llorado
Como un perro con lágrimas de niño.
Siempre he dado la espalda a las tristezas
Y el ojo rojo a los cobardes planes.

Aún con todo ello he de decirte
Que la tristeza me devuelve la esperanza
Como el consuelo de una niña
Que corta un lilio rosa y me la regala.
He de continuar y es como un suicidio.
Ojalá tu fe bendiga a los que vamos
A la búsqueda de un tiempo no nacido.

Y que tu luz lumbre a nuestros ojos
Que yacen apagados como aquella
Una espada que se rompió en batalla.
Para así poder ver por lo que tanto
Hemos luchado los tontos de manos.
Bueno sería, y bueno es creer en ello;
Todo eso es en lo único que me empeño.

Me empeño al desastre de las cosas.
La ultima batalla. Primera la buscaré dónde
Para luego lidiarla y darle término.
¿Dónde su caudal que fluye invisible
Por sendas que desconozco – y que busco?
Me es preciso el ramar mi sangre propia
Si me sirve de camino a su Gloria.

Seguramente con esta muestra habrá usted comprendido qué es lo que me atrae, qué lo que me reprime, quiénes mis aliados y qué lo que detesto; en sí, habrá entendido, en parte, mi manera de pensar, de ver y de abrirme al mundo. La fama literaria no es algo que este en mis planes, pero admito que es una vaya obligatoria en mi camino, y la debo de saltar porque ha de ayudarme obligatoriamente y sin contradicciones. ¿Pero qué es lo que planeo realmente? Esa debe ser su pregunta sino me equivoco. ¿No es así? Le diré que lo que planeo es volverme algo más allá de lo que ya ha existido. Volverme una carta blanca de cuyo interior se proyecten tonadas armoniosas y cromáticas que tallen un país, luego el mundo, mejores y eternos. Usted no se imagina todo lo que me ha llevado a concebir esa precisión. Todos los pasos, bienaventurados o erróneos, que ha dado el hombre nos muestran los límites de las misma, en sí, qué lo realmente conveniente. Anhelo que mi País sea uno de ejemplo, una potencia que tenga una libertad y prestigio dignas de ejemplo, que desde siempre le ha sido arrebatado. Pero para eso debo asimilarlo todo. Todavía. La combinación exacta de colores da el color requerido por el pintor para llenar ese gran espacio en blanco que desea. Las Ciencia, Oh las Ciencias, qué maravillosas doncellas. (A las armas o jóvenes de suerte desterrada…) La Poesía, el Arte, las Matemáticas, las Ciencias Naturales… Todas las personalidades: la astucia y locura de un napoleón; el preciso odio y la fuerza de un Hitler… El asco y repudio de un Rimbaud; el monstruoso detalle de un Baudelaire; los ideales de Holderlin y Novalis; el espíritu melancólico de Galois; el silencio estremecedor de Beethoven…en fin, etc., así sin poder terminar. La humanidad ha sido testigo de “genios e idiotas”(según se les haya entendido) igualmente valorados en todas sus suspicacias; mezcladas todas (previa y obviamente extraído su esencia requerida) dará la receta para el color requerido que pintará asombrosamente la tierra. Quizá sea mucha presuntuosidad querer volverme aquel color, pero no tengo otra salida. Va más allá de literatura o números. ¿Por qué una sola cosa? ¿Por qué no todo? Apunto a toda parte que requieran mejorías. Ah ¿No es hermosos pensar en que algún día pudiera lograrse eso? Y si no ¿por qué? A menudo escucho en sus miradas la imposibilidad de aquel sueño. Pero ¿por qué no intentarlo? Oh, llegar al poder crear uno jamás visto que guiará a un pueblo ansioso de felicidad y gloria. ¿Cree usted en ello? A las personas que no creen en ello ¿qué se puede pensar de ellas? Usted escribe poesía y quizá crea en mis palabras. Pero aquí se termina todo. Para llegar a aquello primero está el camino. Y eso es en lo que fallo, o más bien, aún no he logrado ingresar. ¿Cómo se logra eso? Y si se lograra penetrar en el camino que nos llevará al final, ¿cuál el móvil que nos transportara de tal manera que no estemos exhaustos al final? ¿Quién nos asegura que es corto o interminable? Me inhibo. Pero olvídese de todo lo que he dicho. Lo único que quiero ahora es poder trabajar en lo que escribo. Pienso que si la gente leyera y entendiera lo que tengo que decirles, sumado a un prestigio que daría credibilidad, vería el horizonte donde duerme una gloria que se anuncia desde los rincones de Natura. Pero aquí comienza un nuevo problema, para mí. Soy…, mejor dicho, mi padre es pobre. Yo no. He olvidado el gusto. Mi única felicidad sería la que me brindara la felicidad de los hombres, de una nación ejemplar. En fin. Yo deseo acortar el recorrido. Le temo a la vejez. ¡Me asusta! Fácil sería el mismo transcurso del agua; lenta pero segura. Pero como dije antes, la vejes me asusta. Y cuando se trata de pensarme en aquella edad… no, no. Debo trabajar rápidamente. Al menos cuando tenga 25, quisiera haber ingresado a ese círculo donde la gente te mira y te escucha con ojo atento, lupa en mano, fuera de todo convencionalismo. Y a los 27 o 28 haber dado el aguijonazo mortal, el germen de todo mi entender del universo y del hombre que remarque una nueva era en la historia. Crear maravillosas ciudades. No quiero la posteridad, que es el camino de quien recorre el mismo fluir del agua. Nadie la entiende. Es mejor en vida. Digo esto porque a veces he pensado en trabajar como burro y comprarme una pistola para caer herido recitando mis últimas palabras silenciosamente en las nieves de Puerto Montt y dejar lo que he escrito para que la “posteridad” la encuentre, la desempolve y final y tontamente se embriague de ella. Pero ¿la entenderán realmente? No, no. ¿por qué no en vida? Pienso aquello porque el camino está y ha estado lleno de privaciones, no sólo económicas sino también sentimentales. Ah, la personalidad donde todos los colores por la velocidad se torna a blanco ¿no es maravilloso ello?
Debo decirle que de todo lo que he escrito, no hay nada, que sirviera, terminado. La mayoría está a media o en su forma manuscrita, llena de errores que hay que corregir. Eso se debe, en parte, a que no dispongo de un ambiente preciso dónde trabajar. Mi mundo se reduce a una habitación rosa; apenas cuenta con unos mirasoles y sábilas de inspiración, regalo de Natura, que me llena de vida el alma. Bueno sería gozar de un espacio, al menos, donde se respire paz y silencios para poder trabajar plácidamente en una obra. Le confieso que aquí a veces la vida me vuelve loco y que me ha jugado bromas que me han dejado secuelas. Pero eso no importa, mientras como un zombi se llego al cerebro que hay que sustraer, es decir, la meta. Jeje. Me han hecho también escapar del hogar pero siempre he regresado. ¿A dónde irme para siempre? No. Siempre se regresa a casa. ¿A dónde más sino? Aquí hay que lavar los platos, preocuparse por llenar los tanques de agua, limpiar la casa, etc.… en fin, quehaceres que no me toman todo el día, pero que abruman el recorrido por donde fluye la creatividad. Al sentarme en mi mesa de trabajo, luego de haber hecho los quehaceres del hogar, me encuentro con que tengo una especie de bloqueo mental, y no sólo es eso; cuento también como aporte a ello el bullicio de mi pequeño hermano —que también me da alegría— y el de todo el vecindario que no es nada educado. En fin…, aquí termino. ¿Qué dice usted a todo esto que le he expuesto? ¿Es el camino que he tomado una estupidez? ¿es posible lograr mis metas en este ambiente que le he descrito?
Rogaría que me escribiese sus comentarios o al menos un consejo u opinión. No voy a negarle que junto a esta carta le envío mis aspiraciones tontas de poder obtener por parte suya un bureau. Usted entiende. Quizá al menos podría recomendarme; según sé usted ha publicado libros y co-dirige colecciones de poesía de la editorial La Garúa, talvez tenga sus contactos. Cualquier cosa que me saque de este congelamiento es bien recibida. Mi orgullo era jamás haber recibido casi nada de ayuda, pero eso es cosa ya del pasado. Ahora el horizonte se me presenta claro y respirable como al amanecer. Nada iguala al amanecer.
Siempre esperaré su respuesta.
Atte.
Conde de Guernica.

muchacha en la ventana dijo...

Meidner, capta el horror, lo que es la guerra, mientras que el apocalipsis es inventado, es la autodestrucción del hombre y de lo que le rodea.
El arte capta la belleza de la vida, y en este caso tambien el horror, el miedo y a la desesperación, algo que va innato en el ser humano.

Besos

raúl quinto dijo...

Gerez, qué sorpresa más agradable verte por aquí, espero que sepas que esta es tu casa y que puedes asomarte cuando quieras. Meidner transmite todo eso que dices, y además, de fondo, hasta resulta que el horror puede llegar a resultar bello. digan lo que digan.

raúl quinto dijo...

Estimado Conde:

no le he contestado antes a su comentario, porque, debido a su extensión, quería dedicarle el tiempo pertinente a su lectura.

Me arogas unas virtudes de las que creo carecer, no entro ya en el terreno con el que acaba su carta, el de las recomendaciones. Dejémoslo pasar. En cuanto al resto, soy de la opinión de que el arte es compatible con la vida, que no hay nada de sublime en uno que lo ordinario del otro bloquee. Mi consejo: siga usted leyendo y escribiendo, y olvídese de la gloria del Perú y otras cosas, más aún si como dice no llega a los 25 años, no termino de entender su desesperación. Por momentos, le juro, que me ha parecido un personaje de Robert Walser, y tengo para el personaje como para usted toda mi simpatía. Escriba, si le hace feliz, y lea mucho, si lo que quiere es llegar a ser un gran poeta. No quiero dejar de hacer constar la sensación de momento surrealista que envuelve todo esto. Pero ya le digo, siempre encantado de tener aquí a gente de la aristocracia.

un saludo.