De vuelta a casa escucho, en la cercanía del alba,
forjado y sellado en las alturas del aire,
el reclamo, inyectado en sangre,
de un cardenal - claridad de cascabel que aferra firme -
proyectando hacia fuera, con fuerza,
su acrílica interrogación pulverizada,
primero como una súbita puntada roja
y luego otra vez como el inicio de un argumento sedoso
que poco a poco se despliega.
Me detengo debajo, imprecisa
como permite el ocaso. La parafernalia de la escucha
se detiene debajo.
En todas las periferias, el destello -
como el roce de lo visible por la aspereza de la noche
hasta que los bordes crudos, hinchados, erizados, de las cosas
vuelvan a ser pulidos - el destello está a punto
de empezar - pero cómo me gustaría
que durase, narración invidente,
incultivada,
antes de que vuelva a encenderse,
orquestal, la cacofonía de los bordes
- bifurcados, convergentes -...
Es por ti - por nosotros - lo sé: debo escuchar con atención,
aunque para penetrar qué cosa -
mi conciencia de la escucha, secuela también del rojo,
mi deseo de parar por ti
una tos repentina
desde mi escondite
resquebraja
la soledad granular...
¿A dónde vamos, amigo?
Estoy en lo encarnado, voy con prisa hacia casa.
¿Dónde está la alegría - el oasis - la implacable opacidad brillante
que nos impide ver - reflejando, reflejando -?
Se van ligando los silencios alados que anticipan el alba.
El cansancio florece como un sendero, trazándome como vector.
Y entonces regresa el reclamo, azucarado al principio, luego monstruoso,
cuneiforme, como si hubiesen sacudido una cadena microscópica -
relámpago huesudo - inscripción invisible -
- o no, proyecta otro reclamo, casi idéntico,
- como la huella de una pezuña en los registros más altos -
a lo largo de los tejados - ¿hasta el parque? -
y otra vez el primero, en su bastión elevado a mi izquierda,
y otra vez un reclamo en respuesta, el ir y venir pulverizado, perfectamente
nombrado, con un abismo en derredor del arco - desarrugándolo todo -
ningún diálogo,
ninguna errancia,
tan sólo el cambio rojo que circula de ida y vuelta,
yo en el vasto romance de secuelas,
entre ellos un músculo apretado - reclamo y reclamo -
como la trayectoria de una bala donde nada se cruza,
sin desgarrar prenda alguna o invadir ningún cuerpo -
y al final un regusto, como de cenizas, en mi boca,
de tanto escuchar -
[de La errancia, 1997]
5 comentarios:
Adoro a esa mujer, ojalá pronto veamos más cosas publicadas en estas tierras ingratas,
salud
bestial, como todo jorie graham, son las siete de la mañana y me ha conseguido sacudir de una manera que no creí posible a esta hora.
un beso grande.
stalker,
he leído algunas cosas traducidas de otros libros y no baja el nivel esta señora, sería una noticia maravillosa que hubiera más Graham en las librerías, tan huérfanas de verdaderos librazos...
Ana,
levantarse a las 7 es una buena costumbre si te desayunas un buen poema, ahora estarás todo el día como flotando en palabras y abismos.
besos.
"un regusto, como de cenizas, en mi boca,
de tanto escuchar -"
Deslumbrante, sí: el poema se agita y sacude, eléctrico. Con una excelente traducción, además. Doy fe de que "La errancia" es sólo uno de los muchos tesoros de la Graham, espero que se animen a traducir más libros de ella y/o poner yo mismo mi granito de arena en un futuro.
abrazos
rubén,
de tus traducciones hablaba precisamente, esperemos que el proyecto se consolide, vean la luz y tenga un éxito parecido a tu Dickinson ;)
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