Hora en que la yerba crece en la memoria del caballo. El viento pronuncia discursos ingenuos en honor de las lilas, y alguien entra en la muerte con los ojos abiertos como Alicia en el país de lo ya visto.
En toda la obra de Alejandra aparecen las lilas, y yo siempre me pregunto qué significaban para ella, cuál era su verdadero sentido, por qué esa insistente presencia en sus poemas. Alejandra siempre intrigándome, siempre obligándome a hacerme preguntas. Maldita.
recomiendo tu blog-proyecto a los visitantes del vértigo, a priori me parece muy muy interesante. Y sí, a ver si esta semana que entra podemos reunirnos, que hay materia...
Laura,
ese poema que nos regalas es como el reverso luminoso del anterior, potente, directo y sincero, como casi toda la obra de Alejandra (qué nombre tan bonito, por cierto...), gracias a ti por el detalle.
Esther,
no tengo ni idea de dónde vendrá la obsesión de Alejandra por las lilas, tal vez alguien que se haya leído sus diarios pueda avanzarnos algo al respecto, a mí tal vez equivocadamente me sugiere sombras modernistas (esas violetas...), aguantaremos con la duda y permanceremos en su perfume.
Leonardo,
sí que es verdad que cada día escribe mejor, posiblemente es el elogio mayor que se le pueda hacer a una obra acabada ¿acabada? no, las grandes obras no se acaban nunca, siempre se reescriben una y otra vez, generación tras generación.
He pensado mucho, mucho, en esa fijación casi obsesiva de Alejandra con las lilas. La lila no es una flor tan habitual en Argentina, al menos enel barrio porteño de Avellaneda en el que Alejandra pasó su infancia. Leyendo a Paul Celán, la obra completa, encontré su predilección por estas flores. Alejandra amaba la poesía de Celán a quien tradujo y además, ambos comparten origen judío centro-europeo. Alejandra padeció mucho esa marca de ser una inmigrante judía llegada a la Argentina, ella era bien consciente de la persecución que había sufrido su familia en la que había incluso varios miembros exterminados. Esto la conectaba de manera muy especial a la biografía de Celán a quien el holocausto tocó de cerca y cuya poesía Alejandra amaba . Veo a las lilas más bien como un símbolo que ella toma de fragilidad, de lo indefenso y lo destinado a ser arrasado, una especie de guiño cómplice, telepático, entre estos dos poetas. Es increíble la cantidad de conexiones entre Celán y Alejandra y yo no sé cuál de los dos me imanta más.
Pizarnik como siempre removiendo, haciendo saltar lo inesperado dentro de lo apacible y lo esperado dentro de lo siniestro. El país de lo ya visto... Siempre diré que en aquella antología tan polémica de "Las ínsulas extrañas" las verdaderas ausencias clamorosas no es la de Ángel González ni menos todavía la de José Hierro, sino las de Alejandra Pizanik y Leopoldo María Panero, según los antologos bajo una misma excusa: que el personaje, el "mito", pesaba más que la obra, lo cual es una notable gilipollez.
No sé que sistema de medidas hay que usar para que toda la obra escrita y por escribir de Caballero Bonald y Paco Brines pese la décima parte de un solo poema de estos dos autores, pero bueno.
No conocía la conexión directa Celan-Pizarnik, eso arroja luz. Antes de leer el comentario de Laura, al entrar en este poema, había pensado en Georg Trakl, de quien sí me constaba que Alejandra conocía en profundidad y se sentía muy identificada.
Vaya, "Las ínsulas extrañas"... Una antología con mucha miga, como todas. Lo curioso del asunto es que presenta muchos de los favoritismos y exclusiones de las antologías más conservadoras. Quizá los antólogos no se diferencian tanto unos de otros, después de todo. El poeta metido a antólogo, por mucho que se llame Valente, acaba siendo una calamidad.
Quiero darte las gracias, Raúl, por haber despertado tan dulcemente mis dudas y haberme arrastrado hasta aquí para expresarlas, y gracias a Laura por su capacidad clarificadora y a la vez balsámica... las flores dejan así de ser un enigma... besos a todos.
Un dato más: si mal no recuerdo los antólogos de aquello fueron Valente, Blanca Varela, Eduardo Milán y Sánchez Robayna. Y por supuesto, los cuatro antólogos se seleccionaron a sí mismos y aparecen en la antología, en un sano ejercicio de elegancia y humildad. Los tres primeros sin duda merecen estar en cualquier antología, dada su indiscutible calidad, pero se habría sido un gesto "decoroso" no figurar en la que ellos mismos han compilado.
¿Por qué esta clamorosa inelegancia, incluso en los mejores?
la verdad es que es una práctica muy extendida en este país, un rápido repaso a las últimas antologías de poesía compiladas por poetas y suele pasar (desde 25 poetas jóvenes, La otra poesía joven española, Deshabitados, 11 poetas críticos...) de eso al menos no pecan los otrora antólogos oficialísimos del reino como Luis Antonio de Villena o José Luis García Martín. Tal vez no sea elegante, como dices, pero a veces hay voces que son necesarias y el hecho de que sean antólogos no debe ser un hándicap para incluirlos... a mí Las Ínsulas Exrañas me gustan, me parece una de las antologías imprescindibles, más que por otra cosa por el concepto de nación-lengua que esgrime, luego hay autores que me sobran y otros que me faltan (como en todas las antologías), entre estos últimos sí que echo de menos a Alejandra y a Panero, como dice Rubén.
Pero tampoco hay que rasgarse mucho las vestiduras, una antología es una visión personal del antólogo y muchas veces una operación propagandística sin más. Yo las defiendo, pues son lugares inmejorables para conocer según qué autores, picando un poco, antes de adentrarse, si han logrado seducirme, en sus obras con más profundidad.
Ah, y gracias a Laura por su estupendo apunte sobre las lilas.
En Las ínsulas extrañas está Jaime Siles y no Panero; Esperanza Ortega y no Alejandra Pizarnik... amén de otras muchas inclusiones y exclusiones arbitrarias; si eso es una antología imprescindible, ya me dirás.
Ni en el fondo ni en la forma me parece una antología destacable.
La elegancia no es una categoría estética. Es una categoría ética en el fondo. A mí me provoca un profundo malestar que el antólogo se incluya a sí mismo, por mucho que se llame Valente. Al menos es Valente, un valor indiscutible. Pero vamos, Andrés Sánchez Robayna es antólogo y también se incluye, en detrimento de otros muchos poetas muchísimo mejores.
visto lo visto y el percal habitual de este subgénero de "antologías" sí que te diría que me parece imprescindible. Con sus evidentes taras pero también con sus indudables aciertos ¿conoces alguna mejor?
Es el propio concepto de antología el que me parece abominable, porque todas operan con criterios de exclusión y no de inclusión. Y al final ninguna se atiene a la estricta calidad poética sino a otros criterios más oscuros. En las Insulas extrañas, sin ir más lejos, la inclusión de esos dos poetas que te he dicho, Jaime Siles y Esperanza Ortega en detrimento de otras voces muy superiores, obedece a criterios políticos en el primer caso (un poderoso crítico aunque pésimo poeta) y tribales en el segundo (Esperanza pertence al círculo íntimo de Ullán). Nada es inocente, y ni siquiera el Incorruptible Valente es inmune a los amiguismos que tanto se cultivan en esta patria. En fin, ellos lo guisan y ellos lo comen.
Personalmente, nunca he encontrado una antología que me guste o que me satisfaga lo más mínimo.
entonces no me vale, si para ti todas las antologías son insostenibles (con toda la razón del mundo) no puedes criticar ninguna por un defecto que tienen todas, no es un problema de las ínsulas sino del género en sí. Yo opino que dentro de ese género "tarado" las ínsulas extrañas me ha parecido la "más mejor", sólo eso.
16 comentarios:
Gracias Raúl, por ser mi primer visitante. Entre las fotografías que colgaré habrá muchas de la época de tu extraordinario japonés. Nos vemos pronto.
uf... respirar hondo, reponerse de tanta intensidad. Qué buena es.
tiene otro poema llamado infancia que dedicó a su amiga Olga Orozco:
Yo no sé de la infancia
más que un miedo luminoso
y una mano que me arrastra
a mi otra orilla.
Mi infancia y su perfume
a pájaro acariciado.
Preciosa entrada, Raúl.
Gracias por dar un lugar a Alejandra.
Laura.
En toda la obra de Alejandra aparecen las lilas, y yo siempre me pregunto qué significaban para ella, cuál era su verdadero sentido, por qué esa insistente presencia en sus poemas. Alejandra siempre intrigándome, siempre obligándome a hacerme preguntas. Maldita.
Pizarnik, como su compatriota Gardel, cada día escribe mejor (si es esto posible), cada día es más grande.
Saludo
Pedro,
recomiendo tu blog-proyecto a los visitantes del vértigo, a priori me parece muy muy interesante. Y sí, a ver si esta semana que entra podemos reunirnos, que hay materia...
Laura,
ese poema que nos regalas es como el reverso luminoso del anterior, potente, directo y sincero, como casi toda la obra de Alejandra (qué nombre tan bonito, por cierto...), gracias a ti por el detalle.
Esther,
no tengo ni idea de dónde vendrá la obsesión de Alejandra por las lilas, tal vez alguien que se haya leído sus diarios pueda avanzarnos algo al respecto, a mí tal vez equivocadamente me sugiere sombras modernistas (esas violetas...), aguantaremos con la duda y permanceremos en su perfume.
Leonardo,
sí que es verdad que cada día escribe mejor, posiblemente es el elogio mayor que se le pueda hacer a una obra acabada ¿acabada? no, las grandes obras no se acaban nunca, siempre se reescriben una y otra vez, generación tras generación.
abrazos.
Esther:
He pensado mucho, mucho, en esa fijación casi obsesiva de Alejandra con las lilas. La lila no es una flor tan habitual en Argentina, al menos enel barrio porteño de Avellaneda en el que Alejandra pasó su infancia. Leyendo a Paul Celán, la obra completa, encontré su predilección por estas flores. Alejandra amaba la poesía de Celán a quien tradujo y además, ambos comparten origen judío centro-europeo. Alejandra padeció mucho esa marca de ser una inmigrante judía llegada a la Argentina, ella era bien consciente de la persecución que había sufrido su familia en la que había incluso varios miembros exterminados. Esto la conectaba de manera muy especial a la biografía de Celán a quien el holocausto tocó de cerca y cuya poesía Alejandra amaba .
Veo a las lilas más bien como un símbolo que ella toma de fragilidad, de lo indefenso y lo destinado a ser arrasado, una especie de guiño cómplice, telepático, entre estos dos poetas. Es increíble la cantidad de conexiones entre Celán y Alejandra y yo no sé cuál de los dos me imanta más.
Un abrazo,
laura,
Pizarnik como siempre removiendo, haciendo saltar lo inesperado dentro de lo apacible y lo esperado dentro de lo siniestro. El país de lo ya visto... Siempre diré que en aquella antología tan polémica de "Las ínsulas extrañas" las verdaderas ausencias clamorosas no es la de Ángel González ni menos todavía la de José Hierro, sino las de Alejandra Pizanik y Leopoldo María Panero, según los antologos bajo una misma excusa: que el personaje, el "mito", pesaba más que la obra, lo cual es una notable gilipollez.
No sé que sistema de medidas hay que usar para que toda la obra escrita y por escribir de Caballero Bonald y Paco Brines pese la décima parte de un solo poema de estos dos autores, pero bueno.
No conocía la conexión directa Celan-Pizarnik, eso arroja luz. Antes de leer el comentario de Laura, al entrar en este poema, había pensado en Georg Trakl, de quien sí me constaba que Alejandra conocía en profundidad y se sentía muy identificada.
abrazos
Vaya, "Las ínsulas extrañas"... Una antología con mucha miga, como todas. Lo curioso del asunto es que presenta muchos de los favoritismos y exclusiones de las antologías más conservadoras. Quizá los antólogos no se diferencian tanto unos de otros, después de todo. El poeta metido a antólogo, por mucho que se llame Valente, acaba siendo una calamidad.
salve
Quiero darte las gracias, Raúl, por haber despertado tan dulcemente mis dudas y haberme arrastrado hasta aquí para expresarlas, y gracias a Laura por su capacidad clarificadora y a la vez balsámica... las flores dejan así de ser un enigma... besos a todos.
Un dato más: si mal no recuerdo los antólogos de aquello fueron Valente, Blanca Varela, Eduardo Milán y Sánchez Robayna. Y por supuesto, los cuatro antólogos se seleccionaron a sí mismos y aparecen en la antología, en un sano ejercicio de elegancia y humildad. Los tres primeros sin duda merecen estar en cualquier antología, dada su indiscutible calidad, pero se habría sido un gesto "decoroso" no figurar en la que ellos mismos han compilado.
¿Por qué esta clamorosa inelegancia, incluso en los mejores?
la verdad es que es una práctica muy extendida en este país, un rápido repaso a las últimas antologías de poesía compiladas por poetas y suele pasar (desde 25 poetas jóvenes, La otra poesía joven española, Deshabitados, 11 poetas críticos...) de eso al menos no pecan los otrora antólogos oficialísimos del reino como Luis Antonio de Villena o José Luis García Martín. Tal vez no sea elegante, como dices, pero a veces hay voces que son necesarias y el hecho de que sean antólogos no debe ser un hándicap para incluirlos... a mí Las Ínsulas Exrañas me gustan, me parece una de las antologías imprescindibles, más que por otra cosa por el concepto de nación-lengua que esgrime, luego hay autores que me sobran y otros que me faltan (como en todas las antologías), entre estos últimos sí que echo de menos a Alejandra y a Panero, como dice Rubén.
Pero tampoco hay que rasgarse mucho las vestiduras, una antología es una visión personal del antólogo y muchas veces una operación propagandística sin más. Yo las defiendo, pues son lugares inmejorables para conocer según qué autores, picando un poco, antes de adentrarse, si han logrado seducirme, en sus obras con más profundidad.
Ah, y gracias a Laura por su estupendo apunte sobre las lilas.
En Las ínsulas extrañas está Jaime Siles y no Panero; Esperanza Ortega y no Alejandra Pizarnik... amén de otras muchas inclusiones y exclusiones arbitrarias; si eso es una antología imprescindible, ya me dirás.
Ni en el fondo ni en la forma me parece una antología destacable.
La elegancia no es una categoría estética. Es una categoría ética en el fondo. A mí me provoca un profundo malestar que el antólogo se incluya a sí mismo, por mucho que se llame Valente. Al menos es Valente, un valor indiscutible. Pero vamos, Andrés Sánchez Robayna es antólogo y también se incluye, en detrimento de otros muchos poetas muchísimo mejores.
stalker,
visto lo visto y el percal habitual de este subgénero de "antologías" sí que te diría que me parece imprescindible. Con sus evidentes taras pero también con sus indudables aciertos ¿conoces alguna mejor?
Es el propio concepto de antología el que me parece abominable, porque todas operan con criterios de exclusión y no de inclusión. Y al final ninguna se atiene a la estricta calidad poética sino a otros criterios más oscuros. En las Insulas extrañas, sin ir más lejos, la inclusión de esos dos poetas que te he dicho, Jaime Siles y Esperanza Ortega en detrimento de otras voces muy superiores, obedece a criterios políticos en el primer caso (un poderoso crítico aunque pésimo poeta) y tribales en el segundo (Esperanza pertence al círculo íntimo de Ullán). Nada es inocente, y ni siquiera el Incorruptible Valente es inmune a los amiguismos que tanto se cultivan en esta patria. En fin, ellos lo guisan y ellos lo comen.
Personalmente, nunca he encontrado una antología que me guste o que me satisfaga lo más mínimo.
Salud
entonces no me vale, si para ti todas las antologías son insostenibles (con toda la razón del mundo) no puedes criticar ninguna por un defecto que tienen todas, no es un problema de las ínsulas sino del género en sí. Yo opino que dentro de ese género "tarado" las ínsulas extrañas me ha parecido la "más mejor", sólo eso.
salud pues.
Las lilas en Alejandra hacen referencia a un amor, a las emociones que produce
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