el poema es mi cuerpo
esto la poesía
la carne fatigada el sueño
el sol atravesando desiertos
los extremos del alma se tocan
y te recuerdo dickinson
precioso suave fantasma
errando tiempo y distancia
en la boca del otro habitas
caes al aire
eres el aire que golpea
con invisible sal mi frente
los extremos del alma se tocan
se cierran
se oye girar la tierra
ese ruido sin luz
arena ciega
golpeándonos
así será
ojos que fueron boca que decía
manos que se abren y se cierran
vacías
distante en tu ventana
ves al viento pasar
te ves pasar el rostro en llamas
póstuma estrella de verano
y caes hecha pájaro hecha nieve
en la fuente en la tierra
en el olvido
y vuelves
con falso nombre de mujer
con tu ropa de invierno
con tu blanca ropa de invierno
enlutado
[de El falso teclado, 2000]
6 comentarios:
Sorpresa encontrar a esta Blanca Varela jovencísima. ¿Por qué a los escritores los vemos siempre viejos y a los actores en una juventud perpetua?
El poema, soberbio.
salud
La potencia de Dickinson y Varela juntas me ha emocionado.
La foto de Varela da para muchas miradas.
No digo más que lo estropeo...dejemos que hable el poema.
Bellísima esta conjunción de Varela y Dickinson. No conocía ese poema y me ha emocionado leerlo. No me extraña encontrarlo en tu blog, alojo de tesoros como éste.
Un abrazo, Raúl
Laura.
Qué magnífico poema, ya no lo recordaba. Un prodigio de empatía y captación.
todo el mundo ama a Dickinson: nosotros, Varela, también Celan o JRJ por decir dos más...
un beso.
no es difícil acertar con estos ingredientes: Varela, Dickinson... es curioso lo que dice stalker de la sempiterna vejez de los escritores (salvo los malditos y los mártires), muy curioso, seguimos por dentro venerando como en las tribus antiguas la sabiduría de las canas y las arrugas (¿?) seguramenet no sea eso.
un beso a todos
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