NOSTALGIA
DE LA ACCIÓN,
Ana Gorría, Saltadera, Oviedo, 2016, 128 pp.
Este
libro de Ana
Gorría
(Barcelona, 1979) se construye a partir de la obra y del pensamiento
de Maya
Deren
(Kiev, 1917- New York, 1961) en un trasvase de tonos e imágenes que
nos conecta, a veces literalmente, con esa escritura de/desde el
cuerpo y su hibridación con lo que el cuerpo en movimiento
interviene: la naturaleza, el otro, el aire. Los textos y las
películas de Deren están ahí, pero el libro funciona igualmente
para un lector que la conozca poco o nada. Aunque eso sí, Nostalgia
de la acción es
también la puerta de entrada a un universo fascinante. Aprovechen y
entren.
Ana
Gorría pretende escribir palabras que sean cuerpo, palabras
nostálgicas de la acción, que bailen. Un lenguaje escrito pero más
allá de la palabra. Dicho quede que lo logra sin salirse del marco
textual de los poemas. Pero es que además este es un libro
interdisiciplinar, como ya lo fue Araña
(2005), que enhebra la mirada de Gorría sobre Maya Deren con la
mirada plástica de Marta Azparren. A Azparren ya la habíamos visto
en otros libros mixtos de poesía como Claroscuro
del bosque
(2012) de José
Luis Gómez Toré,
y aquí contrasta los poemas con figuras en movimiento dibujadas a
base de trazos ágiles y rápidos complementados con letras del
alfabeto, como segregaciones corporales. Un lenguaje doble, análogo
al del los poemas, cuya potencia expresiva multiplican, y que
transitan a través de, valga la redundancia, diferentes variaciones
del concepto del cuerpo en movimiento, que acaba rompiendo las
cadenas de la identidad. Así comienza diciendo que “soy la que
soy” (p.11) para a continuación ofrecer, tras los movimientos y
rupturas del cuerpo y del poema, declaraciones a medio camino entre
Rimbaud
y
Deren: “soy otra/ yo” (p.13), “esa que fui no soy/ en el
espejo” (p. 19), “soy otra soy” (p.101). La condición estática
del ser, tanto del cuerpo como de la palabra, se abandona inservible
para cobijarse en la espacialidad del estar, única conciencia
posible del cuerpo en la danza, en la disolución en los otros y en
la naturaleza cuando somos un elemento más dentro de una danza
gigante, más allá de la humano y por tanto más dentro. “Es
lanzarnos contra el viento y/ sernos/ otros”. (p.52) a través de
la palabra también. De ese otro cuerpo que aquí quiere decirse.
Dibujo, música, poema e imagen cinematográfica. El lenguaje como
presencia, como estar, como cuerpo: “ estoy aquí/ diciendo que/
estoy aquí”. (p.51) porque funciona como un campo gravitatorio que
nos arrastra siempre a su centro o a su ausencia: “caemos/ tras la
intemperie de la palabra.” (p.35).
Esa
apelación continua a la transformación del cuerpo a través del
movimiento se traslada también a la propia musicalidad de los
textos, que funcionan como ejercicios de danza lingüística
ejemplificados en el ritmo de cada poema, en la repetición de
estrofas a modo de giros de derviche, en los `poemas rotos
abruptamente o incluso en esa especie de haikus bastardos que jalonan
el libro como pasos de una coreografía textual. Esa idea del
movimiento rompiendo los límites de la identidad y de la propia
palabra se aprecia también en la reiterada escritura de neologismos
como “bailarinángeles” (p.85) o “dunaguarena” (p.105), que
responde a la lógica de la traducción a palabras de la plasticidad
del cuerpo en el baile, que exige que el lenguaje deje de ser
estático y unívoco, que se retuerza y se reconfigure. Entendemos
que esta traslación formal de la idea es quizá lo más conseguido
del libro. Gorría entiende que la forma es contenido, y hace una
inteligente demostración práctica.
Nostalgia
de la acción
es un libro no sólo de poesía ni de una sola autora:la conversación
con los dibujos de Azparren y la sombra plástica y teórica de
Deren, lo llevan un paso más allá de la literatura convencional. La
poesía es sólo una estrategia más para el arte, eso que define de
manera memorable como “hablar contra la muerte” (P.77). De eso
van las películas de Maya Deren y los poemas de Ana Gorría. De eso
va todo este negocio.
(reseña aparecida en el número de abril de 2017 de la revista Quimera)