Os cuento el asunto. Después de todo un día pateándonos Bruselas de arriba a abajo, llega la noche y tenemos que cenar. Vamos buscando algo y nada nos convence, y damos vueltas y vueltas, y andamos y andamos, nuestros pies echan humo. Como peonzas, caballitos del tiovivo que han descarrilado y perdido el control, todo eso. Al final decidimos cenar en una terraza de la Grand Place, somos turistas. En la terraza nos dicen que mejor que pasemos dentro, a un sótano comedor que tienen, lo hacemos. Nos entregan una carta en español de garrafón o traducción directa del google, do you know?el camarero parece algo acelerado. Pedimos la bebida mientras pensamos qué comer, cosas típicas belgas pero no mejillones y no patatas fritas. El camarero nervioso comienza a recibir cabizbajo la bronca de su jefe que está sentado en una mesa. Camarero moreno y jefe rubicundo. En el local sólo estamos los empleados y nosotros. En un momento dado el camarero comienza a gritarle al jefe, el jefe también le grita. Los otros pasan del tema, es que ni les miran. En otro momento dado el camarero comienza a darle de hostias al jefe, este le responde y lo arroja contra el aceite hirviendo de la cocina. Nadie mueve un dedo, sigue una pelea guapa. Viene un tío y los separa diciendo algo así como aquí no. No pasa nada, dice el camarero y con las mismas le da un guantazo a lo Bud Spencer a su jefe, sigue la gresca. Mi amiga está encerrada en el baño mientras tanto, la pelea es junto a la puerta del mismo. Cuando sale llamo a otro camarero espectador y le digo q nos cobre. El camarero boxeador se acerca a nosotros, ya está, también vamos a recibir lo nuestro... esto lo pago yo, esto lo pago yo. No recuerdo si le di las gracias, apuramos de un trago las bebidas y salimos del sótano a la realidad inocente de la Grand Place, mientras abajo la cosa iba tomando tintes de tragedia belga. Y al final qué pasó, qué fue de la cena. Pues un par de gofres frente al Manekenpis. Una noche alucinada, con las cartas por el suelo.
Solo por vivir esa historia merece la pena dar un par de vueltas a la Tierra siguiendo la línea imaginaria llamada ecuador
ResponderEliminarfueron unas buenas risas, la verdad. y entre el Atomium y los guantazos del camarero me quedo con los segundo.
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