domingo, 27 de febrero de 2011

MATERNIDAD (José de Ciria y Escalante)

Las canciones perdidas
duermen en los faroles

Yo quisiera beberlas de un beso

Pero
si se despiertan morirán sus hijas





[revista Ultra, 1921]

miércoles, 23 de febrero de 2011

una obra de Zao Wou Ki

Propongo un mundo subacuático. Propongo un mundo hecho de raíz o sombra. Proponga la estrategia de la araña, no su tela ni su veneno, sino su modo de ser, de formar parte de sí misma en oposición al mundo. La araña como síntoma de mi enfermedad. Zao Wou Ki pinta como quien arroja napalm sobre la jungla. Propongo un corazón verde, arrasado. Propongo mirar el hielo y concentrarme en su desaparición segundo a segundo. Un mundo bajo el agua, no submarino, bajo lo que el agua es. Nada de esencias, no es eso. Es otra cosa, indefinible, indecible, seguramente inoportuna. Propongo quedarme callado, no escribir, aunque escribir acabe siendo lo que siempre tiene más sentido.

jueves, 17 de febrero de 2011

A UNA CARROÑA (Charles Baudelaire)

Recuerda lo que vimos, alma mía,
esa mañana de verano tan dulce:
a la vuelta de un sendero una carroña infame
en un lecho sembrado de guijarros,

con las piernas al aire, como una mujer lúbrica,
ardiente y sudando los venenos
abría de un modo negligente y cínico
su vientre lleno de exhalaciones.

El sol brillaba sobre esta podredumbre,
como para cocerla en su punto,
y devolver ciento por uno a la gran Naturaleza
todo lo que en su momento había unido;

y el cielo miraba el espléndido esqueleto
como flor que se abre.
Tan fuerte era el hedor que tú, en la hierba
creíste desmayarte.

Zumbaban las moscas sobre este vientre pútrido
del cual salían negros batallones
de larvas que manaban como un líquido espeso
por aquellos vivientes andrajos.

Todo aquello descendía y subía como una ola,
o se lanzaba chispeante
se hubiera dicho que el cuerpo, hinchado por un aliento vago,
vivía y se multiplicaba.

Y este mundo producía una música extraña
como el agua que corre y el viento
o el grano que un ahechador con movimiento rítmico
agita y voltea con su criba.

Las formas se borraban y no eran más que un sueño,
un esbozo tardo en aparecer
en la tela olvidada, y que el artista acaba
sólo de memoria.

Detrás de las rocas una perra inquieta
nos miraba con ojos enfadados,
espiando el momento de recuperar en el esqueleto
el trozo que había soltado.

Y, sin embargo, tú serás igual que esta basura,
que esta horrible infección,
¡estrella de mis ojos, sol de mi naturaleza,
tú, mi ángel y mi pasión!

¡Sí! tal tú serás, oh reina de las gracias,
después de los últimos sacramentos,
cuando vayas, bajo la hierba y las fértiles florescencias,
a enmohecer entre las osamentas.

Entonces, oh belleza mía, di a los gusanos
que te comerán a besos,
¡que he guardado la forma y la esencia divina
De mis amores descompuestos!





[de Las flores del mal, 1857]

lunes, 14 de febrero de 2011

BRONENÓSETS POTYOMKIN

Vuelvo al cine, a la lista, a Rusia. En el lugar número doce ubiqué la que algunos consideran la mejor película de la Historia: El acorazado Potemkin (S. Eisenstein, 1925). Extrañamente es la única muda que se ha colado en la lista, evidentemente no es la única que ha removido silencios en mi interior. Como sea, la obra de Eisenstein está aquí. Está porque cuando la vi hubo algo que crujió dentro, y ese algo es lo mismo que cruje cuando veo una pintura abstracta que me rompe. El acorazado Potemkin no es ni mucho menos una película abstracta, pero no puedo dejar de ver en su blanco y negro algo de Malevitch o Goncharova. Hablando con exactitud esta película es un pulso preciso entre geometría y carne, matemática y voluptuosidad. También, es cierto, es una lección sobre montaje, posiblemente la primera y más importante de la historia del cine. En su teoría y praxis sobre el montaje también hay valiosas lecciones aprendidas y aplicadas para cualquier forma de escritura. Por eso también me siento en deuda. Pero hablábamos de geometría y carne, de la abstracción helada de la proa del acorazado y la revuelta de marineros, de la quietud horizontal de la escalera de Odessa y esta secuencia magistral que ya todos conocéis y que no tengo más remedio que volver a mostrar. De aquí tomaron ideas gente tan diversa como Picasso o Brian de Palma. El último fotograma de esta secuencia lo tuve años como póster en mi piso de estudiante. Ha pasado el tiempo, la conmoción sigue.

jueves, 10 de febrero de 2011

una fotografía de Diane Arbus


Lo que quiere es mirar, lo que quiere es ser vista. Hay un punto ciego donde el ojo jamás alcanza, hay un pozo. Hay un apocalipsis en la corteza cerebral. Hay un comienzo a cada fin del mundo, en forma de baba, de chillido, de risa pura. Hay una mujer paseándose con una cámara por los jardines del psiquiátrico. Hay un pulso barroco en su mirada. Hay un recuento de los márgenes, la vida en los márgenes, las afueras de los márgenes, para arrojárselos a la cara a la narcotizada gente del centro del sistema. Mira, este es también tu retrato, imbécil, la máscara que lleva la loca es la misma con la que tú quieres ocultar tus deformaciones. De nada sirve que se oculten los márgenes: siguen existiendo, incluso dentro de uno mismo. La enfermedad y la grieta. El blanco y el negro del corazón humano. Diane Arbus mira a la loca, la loca mira a Diane Arbus. En ese fuego cruzado perecemos nosotros.

domingo, 6 de febrero de 2011

un poema de Antonio Gamoneda

Asediados por ángeles y ceniza cárdena enmudecéis hasta advertir la inexistencia

y el viento entra en vuestro espíritu.

Respiráis el desprecio, la ebriedad del hinojo bajo la lluvia: blancos en la demencia como los ojos de los asnos en el instante de la muerte,

ah desconocidos semejantes a mi corazón.





[de Lápidas, 1977]

jueves, 3 de febrero de 2011

ZERKALO

Regreso a la lista de las quince películas, ahora con la número 3. El Espejo (1975, A. Tarkovski) tal vez la película más hermosa que haya visto jamás. Imagino que si Pasolini tenía razón en aquella distinción entre cine-prosa y cine-poesía no podrá haber mejor ejemplo de lo segundo que este. La lógica interna es la de un poema, el efecto en el espectador es el mismo. El argumento, que lo hay, deviene algo secundario ante la potencia evocadora de las imágenes y el juego metafórico y anímico que propone. El Espejo habla de la memoria, de ese puzzle incierto sobre el que construimos nuestra identidad, y como tal se resquebraja, flota, se mueve sobre un resbaladizo magma al que nos empuja una y otra vez. Son necesarios unos ojos distintos a los habituales para ver esto, seguramente, más claro es aún que nuestros ojos nunca serán los mismos después de verlo. Escribo poemas para provocar síntomas parecidos a los que a mí me produce El espejo. Sé que sus herramientas son las mismas y que apunta al mismo corazón del cerebro al que tiento. No sé si me acerco, Zerkalo da lleno. Como otras obras de Tarkovski: pienso sin ir más lejos en el final de Solaris (puede que el más inquietante que recuerde) o en la belleza arrebatada de Stalker. Pero El Espejo es mi favorita, hubo una época que veía todas las tardes algún fragmento, como quien se pone Bach de fondo. Amo esta película y una de las razones es la escena que cuelgo. Hay más. Tenéis que verla.